El día de ayer fue viral un vídeo que mostraba a un pasajero de la línea 32 de ERSA increpando a un chófer por no usar barbijo.La discusión entre ambos continúa y se torna violenta. El vídeo en cuestión fue difundido masivamente por los principales medios de comunicación locales y aprovechado por la propia empresa para sancionar al trabajador y deslindarse de sus responsabilidades, aún sin haber oído la versión del chófer.
Al margen de las consideraciones respecto de por qué el chofer no tenía el barbijo puesto -hecho que, como él mismo aclaró, se debía a que estaba tomando agua en ese momento-, lo que se pone en debate son las medidas de seguridad en los colectivos, en los cuales diariamente viajan alrededor de 650 mil personas en la ciudad capital. Esas medidas son responsabilidad de las empresas prestadoras del servicio y están realmente muy lejos del cumplimiento ideal.
Veamos qué dice el protocolo del COE para los colectivos y si eso se cumple o no:
1- Se permiten hasta un máximo de 20 pasajeros parados: este número lejos está de garantizar el distanciamiento social y aún así no se cumple. Es un desafío encontrar algún colectivo en la ciudad que solo lleve 20 pasajeros parados. La gran mayoría van al 100% de su capacidad e incluso a veces más, y eso es porque las empresas redujeron la frecuencia -usando como excusa la pandemia- pero todas las actividades están abiertas y la gente está obligada a movilizarse a sus lugares de trabajo. El solo hecho de las clases presenciales implica una circulación diaria de, mínimamente, 300 mil personas. Entonces, con tal de seguir aumentando su ganancia, las empresas del transporte cortan boletos como en una situación normal, pero con frecuencias reducidas y colectivos atestados de gente. Un foco de contagios impresionante.
2- En todas las unidades, sin perjuicio del diseño que tengan las mismas, deberá instalarse una aislación física que separe a los pasajeros de los conductores. Esta deberá ser de material transparente, de manera que no se vean afectadas las condiciones de visibilidad ni comprometer las condiciones de seguridad con que deben prestarse los servicios: en los primeros días se vieron algunos colectivos circular con las cortinas de nylon, ahora ya prácticamente ninguno lo lleva, por lo cual los choferes están sumamente expuestos. De hecho en el caso que mencionamos al principio ese divisorio no estaba y se puede observar con claridad en el video viral.
3-Deberán implementarse medios de comunicación y/o información para que durante la espera del transporte, en las respectivas paradas, durante el ascenso y descenso los pasajeros se promueva el mantenimiento de la distancia física mínima interpersonal de 2 metros: esta indicación ya es el colmo, luego de que reducen las frecuencias, lo que implica esperas de más de 45 minutos en las paradas, apelan a que las vecinas y vecinos mantengan una distancia de 2 metros, sería bueno que algún funcionario se tome algún colectivo o mínimamente se acerque a alguna parada, de modo tal que logre descifrar cómo hacer eso en veredas pequeñas, sin sombra ni reparo y siendo un gran número los que esperan al mismo tiempo.
Siempre es fácil echarle la culpa al eslabón más débil, así lo hace el presidente culpando al personal de salud y docentes. Y en este caso los medios achacan toda la responsabilidad a este chofer. Lo cierto es que gracias a las decisiones de los funcionarios que privilegian la ganancia empresaria a la salud de la gente, las y los trabajadores exponen sus vidas todos los días al ir a trabajar. Tanto los chóferes como las y los docentes no están vacunados y diariamente están en contacto con centenares de personas. En ambos casos la patronal no les garantiza las medidas de bioseguridad, tal como demostramos en esta nota respecto de los colectivos.
Queda evidenciada también la necesidad de que sean lxs trabajadorxs quienes a través de su propia organización, elaboren los protocolos de cuidado a la vez de ser quienes estén a cargo del control para el cumplimiento de los mismos.
Hacer visible estas situaciones es esencial para dejar de naturalizar los discursos que apelan a la responsabilidad individual y empezar a cuestionar las responsabilidades estatales y empresariales en esta pandemia.