viernes, 22 noviembre 2024 - 07:22

Contra la reforma jubilatoria de Macron. Francia: la lucha arrancó fuerte 

Según el gobierno, el 19 de enero más de un millón de personas marchó en todo el país. Según la Intersindical, más de dos millones. Una movilización histórica y una fuerte huelga. El pueblo trabajador ganó el primer round de esta pelea, que sigue y se tensa. 

Mientras la gente salía a las calles, Macron estaba en España firmando un tratado. “La reforma se hará”, se jactó. Es que como su gobierno viene debilitado, necesita hacer una clara demostración de fuerza. A la vez, los grandes empresarios y banqueros presionan para que la reforma se concrete. 

Aparte del voto a favor del bloque republicano a la reforma, para impedir la obstrucción legislativa Macron tiene un recurso constitucional, nunca usado hasta ahora en esta Quinta República francesa: el antidemocrático artículo 47.1, aplicable al presentarla como una reforma de la ley financiera. Si ambas cámaras no la votan en 50 días, el gobierno puede imponerla vía un decretazo por el artículo 49.3. Por eso la pulseada viene tan dura. 

Una reforma anti-jubilatoria 

  • Elevar la edad de retiro de 62 años hasta 64 en 2030. 
  • Elevar también los años de aportes completos1 de 41,5 años hasta 43 en 2027. Si no, cobrarán menos que la mínima o deberán trabajar hasta los 67 años. Y quien empezó a trabajar a los 20, como se retira recién a los 64 no aportará 43 años sino 44. 
  • Eliminar casi todos los regímenes especiales, hasta de sectores con tareas insalubres (transporte, electricidad, gas). 

¿La excusa? El “déficit de las cajas”. Pero con subir un 5% los salarios el aporte a las cajas subiría en igual medida, lo que cubriría el faltante estimado para 2032. En realidad, habría que volver al retiro a 60 años con 37,5 años de aporte. O reducir la jornada laboral y tomar más gente, sin bajar los salarios. ¡Sobra plata en las ganancias capitalistas para cubrir cualquier déficit! 

El argumento de la “solidaridad intergeneracional” también es verso. El gobierno y los capitalistas ajustan siempre a la clase trabajadora y más en ambas puntas: al joven le flexibilizan y precarizan más y le pagan menos que al laburante con antigüedad, al que a su vez lo despiden, queda en la calle y así cobra menos que la mínima o debe yugar más años. 

Reforma aparte, otros males alimentan la bronca social. Los salarios siguen perdiendo ante la inflación. Y las condiciones de trabajo son cada vez peores: en sectores como la salud, educación y asistencia social, por falta de personal y aumento de la demanda se sobrecarga a los trabajadores actuales. 

Macron ya recortó los subsidios al desempleo, cerró el ingreso a la planta pública y empuja los salarios a la baja. Si impone su reforma, redoblará todo el ajuste. Pero si es derrotado, como en 2019, habrá mucho mejores condiciones para recuperar derechos y avanzar. ¡Y es posible ganar! 

Movilización histórica y continuidad 

El 19, el ministro del Interior contó 80.000 manifestantes en París y la Intersindical 400.000. Pero todos los medios debieron reconocer que las marchas fueron enormes, aun en ciudades medianas y pequeñas del interior. Según las encuestas, el rechazo a la reforma ya supera el 70% general y el 80% de los trabajadores. 

En París, la CGT aportó las mayores columnas. Luego SUD, Fuerza Obrera, CFDT, UNSA y otras centrales. Hubo docentes, enfermeras, asistentes sociales, trabajadores de empresas privadas. Y aunque recién reinician sus clases, estudiantes universitarios y secundarios. También miles y miles de personas en forma independiente, para muchas su primera marcha. La izquierda reformista y la extrema izquierda participaron, aunque sin armar columnas propias; allí estuvo el ala revolucionaria del NPA, donde militamos los compañeros de la LIS en Francia. 

La huelga, lanzada sólo nueve días antes, en general fue parcial2 . En tres sectores fue masiva, con 60 a 80% de paro: los trabajadores de la energía, refinerías petroleras e industrias conexas, que meses atrás hicieron una fuerte huelga salarial; la docencia de todos los niveles, y el transporte, cuyo régimen especial será derogado por la reforma. En París y su conurbano casi no hubo colectivos y de 16 líneas de subte sólo circularon dos y cortadas. Trenes sólo anduvo uno de cada cuatro. También hubo paro en plantas automotrices agroindustrias y otras empresas privadas. 

El sábado 21, en París y otras ciudades marcharon los centros y agrupaciones estudiantiles. Al ser convocadas antes del 19, ayudaron a incentivarlo. Participaron desde la Francia Insumisa-NUPES hasta el NPA revolucionario, cuya columna juvenil agitó toda la marcha por la huelga general. 

Tras la contundencia de las marchas, el mismo 19 a la noche la Intersindical que agrupa a todas las centrales -unidad que no se daba desde hace 13 años- llamó a paro de 24 horas y movilización para el 31 de enero, al otro día que la reforma se empiece a debatir en las comisiones del parlamento. Pero ante el riesgo de ese tipo de huelgas aisladas, que terminan desgastando la lucha e impidiendo su triunfo, desde abajo empezó la presión por la continuidad. 

Los refineros de la CGT-Petróleo llaman a paro de 48 horas el 26-27 de enero y otro de 72 horas desde el 6 de febrero, cuando la reforma iría a debate en el recinto, para luego plantear la huelga por tiempo indeterminado. A su vez, en la educación, la rama docente de la CGT y SUD llaman a paro indefinido desde el 31. Y desde otros lugares de trabajo también surge el reclamo de continuidad, aunque hasta ahora en general las asambleas han sido pequeñas. 

Para dirigir esta pelea decisiva no merece ninguna confianza la burocracia sindical, siempre lista a pactar con el gobierno y las patronales. Es clave organizar asambleas desde la base en cada lugar de trabajo, para exigirles a las conducciones sindicales un verdadero plan de lucha y la huelga general indefinida hasta derrotar la reforma -o para votarlo si así no lo hacen- y para exigir a la vez un aumento general de salarios, jubilaciones y ayudas sociales. También impulsar la coordinación entre las distintas fábricas y sectores en lucha, así como las asambleas y acciones en el movimiento estudiantil. 

Lucha y perspectiva política 

Macron está a la ofensiva. Los republicanos lo apoyan. La extrema derecha de Marine Le Pen se “opone” a la reforma, pero no la va a “obstruir”, o sea la dejará pasar. Y la NUPES rechaza la reforma y moviliza algo, pero su eje es el parlamentarismo, una vía muerta porque todo el régimen institucional funciona al servicio de la clase dominante. En la NUPES, el PS boicotea la movilización y el PC propone un referéndum… 

Como siempre, la clave de la pelea está en las calles. Pero no es sólo una batalla sindical, sino también política. Si la reforma pasa, habrá más ajuste. Por eso junto a impulsar la lucha hay que fortalecer un polo político revolucionario, ni oportunista ni sectario, que plantee otra salida a la crisis. Una salida radicalmente distinta a la de los partidos del sistema y la izquierda reformista de Mélenchon, con cambios de fondo, en ruptura con la clase capitalista, su casta política y sus instituciones. 

Como sólo la extrema izquierda tiene esa estrategia revolucionaria, el ala izquierda del NPA prevé reunirse en los próximos días con Revolución Permanente, corriente ligada al PTS argentino, para ver posibles puntos de unidad, y el 8 de febrero hará un acto público en París y luego otros en las principales ciudades. Una situación apasionante, llena de desafíos. 

1. O sea, sin períodos de empleo parcial, precario ni desempleo. 

2. En Francia es más complejo parar. En el sector público, que incluye el transporte, cinco días antes de la huelga los sindicatos deben presentar el preaviso a la patronal. Y a nivel público y privado, el día de paro se descuenta del salario. 

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