La CGT en la calle, esa imagen que pocos creían volver a ver finalmente se dio. No fue por lo que cualquier trabajador hubiese esperado; sino que se organizó una acción en favor de Massa. Jugando con la pantomima electoral, la CGT junto con la CTA se movilizó al Palacio de Hacienda para apoyar el anuncio de un proyecto del ministro candidato referido al impuesto a las “ganancias”. Mientras finaliza su gobierno, ahora coquetea con eliminar este impuesto regresivo.
Con más de 4 años de inmovilidad, los burócratas sindicales decidieron levantarse de su sillón para acompañar al presidenciable de Unión por la Patria que hoy nos está ajustando a todos y hace unas semanas nos devaluó un 20% nuestros ingresos. El motivo reside, como lo expresaron en un comunicado, en “acompañar el avance que significa comenzar a materializar este proyecto de ley que desde hace largo tiempo venimos impulsando”. Sin embargo, promediando la gestión de Alberto Fernández, el impuesto al salario continúa. Apenas hoy, haciendo gala de la demagogia electoral, Sergio Massa subió el piso mínimo de Ganancias a más de $ 1.500.000 para, según piensan desde el oficialismo, reducir el impacto de la devaluación del peso post PASO.
Todo este discurso se apresta a buscar votos en medio de una gran decepción de ciertos sectores que votaron a Alberto Fernández en pos de terminar con la herencia macrista. Lo cierto, según muestra la realidad, es que esa herencia no sólo se continuó sino que se acentuó. El FMI permanece intacto en el país y su estadía es lo que ha hecho que la masa salarial de los trabajadores se reduzca a niveles históricos, arrojando un fenómeno de estos tiempos: que los trabajadores en relación de dependencia también formen parte del contingente de pobres.
Es cierto también que la derecha más rancia, como Bullrich y Javier Milei, ante el anuncio de Massa buscan polemizar por derecha y exigir que no se dé de baja este impuesto regresivo. José Luis Espert ya hizo gala de este tipo de discursos, diciendo que la aplicación de Ganancias no se tendría que tocar. Pero nada de este veneno reaccionario sería posible de esgrimir sino hubiese sido porque la dirigencia de la CGT y la CTA dejaron que los empresarios se hayan apropiado durante este gobierno de 70 mil millones de dólares más de la riqueza producida, como lo refleja un estudio de CIFRA.
Sin embargo, para enfrentar realmente a la derecha no se puede admitir ni una parte de la devaluación exigida por el FMI, ni el ajuste que Massa cumple al pie de la letra. Por eso las direcciones sindicales en momentos como este, donde la carestía de vida ha hecho que los salarios queden por el piso, tiene que ponerse en frente de todas las acciones contra los ataques a nuestros bolsillos. Una posición totalmente distinta a la de acompañar la campaña de nuestros verdugos.
Claro que el impuesto al trabajo tiene que dejar de existir, como así también el ajuste. Es hora de que los salarios, lejos de la migajas que significa la suma fija para quien llegue a cobrarla, tengan un aumento de emergencia que lleve a los mismos al valor de una canasta familiar y se indexe el aumento de los mismos según la inflación.
La acción del 14 de septiembre que nucleará a la Unidad Piquetera, al sindicalismo combativo, organismos de DDHH, organizaciones ambientales y al Frente de Izquierda Unidad es la que levanta estas medidas mencionadas. Construir y pelear en la calle por estas conquistas es lo necesario para terminar con los embates hacia los trabajadores. La dirigencia de la CGT y CTA tienen que caminar en este sentido: dejar la comodidad y su juego al ajuste de Massa. Hay que ir hacia un paro general y un plan de lucha para conquistar lo planteado y más derechos que se le niegan a nuestra clase.
En la calle, ante este escenario, como decimos, hay que preparar la resistencia y no los actos de un ajustador, que nada sirven para enfrentar a la derecha.