En un contexto marcado por el avance libertario sobre los derechos laborales, la Confederación General del Trabajo se apresta a renovar sus autoridades en un congreso que promete más de los mismo.
Lejos de representar un punto de inflexión en la estrategia sindical frente al gobierno de Javier Milei, todo apunta a que el recambio de la cúpula cegetista se limitará a una redistribución de cargos entre las mismas facciones que históricamente han controlado la central obrera. Mientras los trabajadores enfrentan el embate más feroz de las últimas décadas, con la reforma laboral y el presupuesto de ajuste como principales amenazas, la burocracia sindical demuestra una vez más que su prioridad sigue siendo la preservación de sus privilegios antes que la defensa genuina de los intereses de las bases.
El congreso que se desarrollará este miércoles en la sede de Obras Sanitarias tiene como principal objetivo definir un nuevo triunvirato que reemplace el actual conformado por Héctor Daer (Sanidad), Carlos Acuña (Estaciones de servicios) y Octavio Argüello (Camioneros).
Según las negociaciones de última hora, los nombres que sonaban con más fuerza para integrar la nueva conducción era Jorge Sola del sindicato de Seguros, Cristian Jerónimo del sindicato del Vidrio, y la continuidad de Argüello representando a Camioneros. Esta configuración dejaría fuera no solo la posibilidad de incluir por primera vez a una mujer en la cúpula, sino también, cualquier atisbo de renovación real en las practicas sindicales. Toda esta pantomima construida por la burocracia, solo desemboca en un simple reparto de cargos entre los mismos grupos de poder que desde hace décadas administran la CGT, con los llamados gordosy los independientes como principales jugadores en esta pulseada interna.
Las tensiones que han caracterizado las previas del congreso no responden a diferencias programáticas sobre cómo enfrentar al gobierno sino a disputas por espacios de poder. La amenaza de fractura por parte de Luis Barrionuevo y sus aliados en los gremios de transporte, no es producto de un desacuerdo de fondo con la orientación dialoguista de la conducción saliente. La disputa expresa el malestar por haber quedado excluido del reparto.
Del mismo modo, las pretensiones de Hugo Moyano, de mantener su representación en el triunvirato a través de Argüello responden a la lógica de no perder influencia dentro del aparato cegetista. En ningún caso estas tensiones se traducen en propuestas alternativas para construir una respuesta contundente frente a la reforma laboral que prepara el gobierno.
El perfil de los posibles integrantes del nuevo triunvirato revela la clara orientación que pretende imprimirse a la CGT para los próximos años. Jorge Sola, actual secretario de Prensa y Comunicación, es conocido por impulsar nuevas metodologías sindicales distantes de la acción directa y la huelga. El otro candidato, Cristian Jerónimo, aunque en otro momento estuvo alineado con el moyanismo, ha reorientado su posición hacia el sector dialoguista que lidera Gerardo Martínez de la UOCRA. Precisamente la UOCRA, es uno de los gremios que ha negociado aspectos claves de la reforma laboral, particularmente en lo referido a la eliminación de la indemnización por despido y reemplazo por un fondo de cese laboral, muchas veces financiado por los propios trabajadores.
Toda esta discusión sobre cuáles serán las nuevas caras que tomarán posición en la cúpula de la CGT, se da en un momento crítico para los trabajadores. La rosca sindical sucede cuando el gobierno de Milei se prepara para impulsar, en el Congreso, su paquete de reformas estructurales, con la laboral como estandarte. La fortaleza parlamentaria obtenida por el oficialismo tras las elecciones de octubre, que le garantizan el tercio de diputados necesario para blindar sus iniciativas, hace más urgente que nunca la construcción de una respuesta unitaria y contundente del movimiento sindical.
Sin embargo, todo indica que la nueva conducción de la CGT continuará privilegiando la vía del diálogo (tradúzcase en entrega) antes que la movilización. La experiencia de los últimos dos años indica que esta estrategia ha sido funcional al avance del ajuste, con la central obrera limitándose a presentaciones judiciales que, si bien han logrado frenar temporalmente alguno de los aspectos del DNU 70/23, no han impedido el deterioro sistemático de las condiciones de vida de los trabajadores.
Mientras la burocracia sindical se enreda en sus disputas internas por cargos y prebendas, en paralelo, los trabajadores demuestran en la práctica que existen otros caminos para enfrentar el ajuste. El reciente triunfo de los trabajadores del Hospital Garrahan, que a través de la Asociación de Profesionales y Técnicos (APyT) consiguieron un aumento salarial del 61% tras una lucha sostenida, deja más que claro las herramientas y lo métodos a utilizar para enfrentar los ataques de este gobierno libertario. Lejos de las cúpulas sindicales tradicionales, el equipo del Garrahan construyó un movimiento asambleario que supo articular alianzas con familiares de pacientes del hospital, y otros sectores en lucha. La metodología basada en la participación democrática de las bases y la movilización permanente, mostró su eficacia donde el sindicalismo tradicional ha fracasado.
Esta victoria obtenida por los trabajadores del Garrahan deja a la vista el abismo existente con las direcciones tradicionales de la burocracia sindical. Por ejemplo, mientras los trabajadores de la APyT del Garrahan obtienen una recomposición salarial del 61% mediante la lucha, los afiliados a sindicatos como la UPCN solo reciben aumentos irrisorios que no superan el 1%. Esta diferencia, expresa dos modelos sindicales antagónicos. Por un lado, el burocrático, que negocia por detrás de las bases y prioriza la preservación de su aparato. Por otro, el democrático, combativo y clasista, que construye desde abajo y no duda en confrontar cuando es necesario. Frente a lo sucedido en el Garrahan, queda una pregunta flotando, y es la de por qué la CGT, con todo su poderío estructural, no puede logar para el conjunto de los trabajadores lo que un sindicato de base consiguió para un hospital.
La respuesta a ese interrogante no requiere de mucho análisis. Está en la propia naturaleza de la burocracia sindical, que ha mutado de representante de los trabajadores a empresarios de los sectores que dicen defender. Muchos de los principales dirigentes cegetistas son hoy propietarios de empresas de transporte, salud privada, construcción y otros rubros, lo que explica su divorcio con los intereses de las bases. Esta trasformación estructural es lo que la dirigencia de esta central decante en negociaciones con el gobierno, no desde la perspectiva de la defensa de los trabajadores sino desde la lógica de preservas sus negocios particulares. En este contexto, no sorprende que la reforma laboral encuentra más resistencia en sectores de base que en las cúpulas sindicales.
El desafío que se presenta para el movimiento de trabajadores es gigantesco, pero no imposible. Con una CGT que parece condenada a repetir su fórmula de conducción tripartita y de perfil entreguista, y un gobierno fortalecido parlamentariamente para impulsar su agenda de ajuste, la construcción de alternativas desde las bases se vuelve más necesaria que nunca. El ejemplo del Garrahan, junto con otras experiencias de lucha que han emergido en distintos sectores, indica el camino a seguir.
La articulación entre los distintos sectores combativos puede generar los embriones de un nuevo movimiento sindical que, libre de las ataduras burocráticas, esté a la altura de los desafíos que plantea este momento político. En estos tiempos hace falta otro sindicalismo, y estos sectores combativos pueden ser los que den el puntapié inicial para la construcción de una nueva dirección y una nueva central sindical.
Lo que está en juego en el congreso de la CGT no es simplemente qué nombres ocuparán los cargos de conducción, sino la capacidad del movimiento obrero organizado para dar una respuesta efectiva al ataque más feroz de las últimas décadas. Si la burocracia sindical insiste en priorizar sus intereses corporativos por encima de los de las bases, no solo estará traicionando su razón de ser sino allanando el camino para que el gobierno profundice su ofensiva. Como sucede con todos estos procesos, quienes terminan traicionando quedan en el tacho de basura de la historia.


