El levantamiento obrero y popular del 17 de octubre dio origen a un gobierno nacionalista burgués que, reflejando los intereses de una parte de la oligarquía nativa con negocios con Inglaterra, enfrentó la colonización yanqui apoyándose en la movilización del joven movimiento obrero de pos guerra.
Las medidas “nacionalistas” del peronismo no tuvieron el objetivo de romper con el capitalismo, de ahí su fragilidad. Fueron además utilizadas por el aparato estatal, a través de la burguesía “cupera”, para realizar fuertes negocios para la nueva burguesía peronista. Sin embargo, jugaron un rol contradictorio, ya que frenaron durante años la penetración del que surgió de la Segunda Guerra, como el imperialismo dominante, el imperialismo yanqui.
La estatización de la clase obrera
La resistencia a la penetración yanqui obligó a Perón y su grupo de coroneles (el GOU) a tener que buscar una apoyatura lo suficientemente sólida como para enfrentar semejante arremetida. No bastaba con el apoyo que le daban sectores del ejército, la policía, la Iglesia y el sector patronal que prefería continuar sus negocios con el imperialismo inglés en plena decadencia. Lúcidamente Perón basó su apoyatura política en el movimiento obrero industrial.
Múltiples concesiones, algunas de carácter histórico, recibió un proletariado nuevo, venido del campo, expulsado por una larga crisis agraria. Algunos autores señalan que dos medidas lanzadas desde el gobierno de Farrell, a instancias de Perón, fueron claves para ganar la elección de febrero de 1946: el aguinaldo y las vacaciones pagas.
El bloqueo yanqui a productos necesarios para fortalecer la industria y la negativa del gobierno de Perón a buscar fuentes alternativas en los países socialistas, originó que el crecimiento industrial se diera en forma distorsionada, sobre la base del aumento de la mano de obra y no sobre la renovación de maquinaria. Este desarrollo de la industria (menor que el de países vecinos que sí contaron con la maquinaria y técnica estadounidense) originó un importante mercado interno, con gran poder de compra, gracias a los buenos salarios obtenidos por los trabajadores. Tan buenos que, en esos años la carne vendida para el mercado interno superó a las remesas al exterior.
En términos globales, la distribución de la renta nacional fue la más favorable a los asalariados de todos los tiempos. Laura S. Golbert y Hugo Rapoport, en su cuadro de “Distribución del ingreso interno”, muestran que el porcentaje de la remuneración del trabajo va in crescendo de un 44,1 % del ingreso total versus un 55,9 de los patrones en el año 1943, hasta llegar a un 56,4% a favor de los trabajadores frente a un 43,6% de la patronal en el año 1954. (1)
Estas conquistas obreras acompañaron un fuerte proceso de sindicalización masiva, en el cual fueron desplazadas las viejas conducciones traidoras del PC y PS, se generó una fuerte CGT oficialista, totalmente controlada por al aparato del estado peronista. Así el Secretario de Trabajo, Juan D. Perón, delineaba esta estrategia en su discurso frente a la Bolsa de Comercio del 25 de agosto de 1944: “Las masas obreras que no han sido organizadas presentan un panorama peligroso”, “la Secretaría de Trabajo y Previsión persigue (…) la posibilidad de evitar el cataclismo social (…) El capitalismo en el mundo ha sufrido durante la guerra un golpe decisivo”. Para Perón, Chile tenía el comunismo en acción, en Bolivia “a los indios de las minas parece que les ha prendido el comunismo como viruela”, Paraguay y Brasil podrían caer en lo mismo.
Para luego señalar que no encontrarían mejor defensor que él: “porqué sé que los intereses de los hombres de negocios, de los industriales, de los comerciantes, es la misma defensa del Estado” y aclaraba que “con nosotros funcionará la Confederación General del Trabajo y no tenderemos ningún inconveniente, cuando queramos que los gremios equis o zeta procedan bien…” .(2)
Las nacionalizaciones y el IAPI
Una serie de nacionalizaciones marcaron la impronta de estos años. Entre ellas podemos citar la estatización del Banco Central y la nacionalización de los depósitos bancarios, de los ferrocarriles y servicios públicos, la creación de una flota mercante. En muchos casos pagando compensaciones indebidas, como fue el pago a los ingleses de los ferrocarriles, pero que no liquidan su carácter progresivo.
El Instituto Argentino de Promoción del Intercambio (IAPI) cumplió un rol contradictorio. Por un lado, al monopolizar el comercio exterior y negociar cupos de exportación e importación enriqueció a un sector burgués ligado al estado peronista, y además subvencionó el comercio de carnes con Inglaterra. Por otro, al descender los precios agropecuarios en el mundo, apuntaló al mercado interno comprando cosechas a pérdida y sosteniendo el consumo.
De Perón a Isabel, Menem y los Kirchner
Las medidas nacionalistas y las concesiones al movimiento obrero duraron hasta que la crisis económica empezó a dilapidar las “reservas de oro” del Banco Central. Las exportaciones en la Guerra de Corea de 1952 estiraron el desarrollo de la crisis, pero hacia el año 1954 era notorio la baja en los aumentos salariales, y la firma con los yanquis de los contratos petroleros de La California. Desgastado el gobierno, el imperialismo vio la oportunidad de colocar uno que le respondiera directamente y lo logró con el golpe de 1955.
Con la vuelta de Perón en 1973, su gobierno con Isabelita de vice y el brujo López Rega en el Ministerio de Acción Social, tuvo el objetivo de imponer un Pacto Social que frenara las crecientes luchas obreras. Para ello contaba con la burocracia sindical y no dudo en echar de la Plaza de Mayo a los “imberbes” de la JP defensores de la “Patria Socialista” y montar las bandas de la Triple A para intentar amordazar al activismo obrero anti burocrático.
La continuidad fue el gobierno peronista-liberal de Carlos Saúl. El que en vez del discurso antiimperialista prefirió las “relaciones carnales”, el que privatizó las empresas públicas y despidió a miles de estatales para acomodarse a la ola neo liberal con su ministro Cavallo al frente. Todo con la inestimable colaboración de los muchachos de la CGT.
La crisis que sacudió el país en el 2001 colapsó todo el sistema político tradicional. Obligó a una moratoria parcial del pago de la deuda al gobierno de Rodríguez Saá, la cual fue renegociada y pagada por los gobiernos K, en la friolera de 195.000 millones de dólares, como se ufana Cristina.
Corren otros vientos
Los sectores “nacionales” de la burguesía en que se apoyó el primer peronismo ya no existen, y no hay ninguna posibilidad de aumentar la participación de los trabajadores y sectores populares en la renta nacional sin afectar seriamente los intereses capitalistas.
Los gobiernos de los K arrancaron con dos ventajas económicas: una extracción enorme de plusvalía producto de la pesificación asimétrica y los precios más altos de las materias primas en el mercado mundial en décadas. Salvo algunas concesiones asistenciales y mejoras momentáneas en el consumo, no cambio el nivel de vida de los trabajadores, al contrario, aumento enormemente la desigualdad social. No se utilizó la enorme masa de capitales ingresados para industrializar al país. Las empresas de servicios siguieron siendo privadas y hasta las “nacionalizaciones” fueron truchas, como la compra del 51% de las acciones de la sociedad anónima YPF.
Lejos de proponerse nacionalizar la banca para frenar la fuga de divisas, son enormes los compromisos de pago de deuda que el gobierno de los Fernández – Fernández se prepara a “honrar”, al contrario de la acción del IAPI está el recule de la “nacionalización” de Vicentín y dan vueltas para sancionar un miserable “impuesto a los ricos” en medio de la grave crisis que atraviesa el país. Y el salario… bien gracias. Según el último informe de los trabajadores del INDEC se necesitan $72.000 para cubrir la canasta básica de una familia tipo.
¡Qué utopía la de los que creen que con Cristina y el PJ se realizarán las banderas de la “Soberanía Política, Independencia Económica y Justicia Social” que proclamaba el primer gobierno peronista!
1. Citado por N. Moreno en “Método para la interpretación de la historia argentina”.
2. Citado por Milcíades Peña en “Historia del Pueblo Argentino