Compartimos a continuación el artículo del Grupo de Trabajadores Socialistas e Impulso Socialista, publicado originalmente el sitio web de la Liga Internacional Socialista.
La elección de Gustavo Petro y Francia Márquez para la presidencia y vicepresidencia de la república ha sido una expresión de la resistencia del pueblo colombiano frente al régimen de explotación, violencia, opresión y discriminación con el que la burguesía y el imperialismo han dominado y saqueado tradicionalmente a nuestro país y a nuestro pueblo. Es una consecuencia directa de las luchas sociales que se han librado en los años recientes, en particular el estallido social del 28 de abril de 2021.
Detrás de la candidatura de Rodolfo Hernández se unificaron en un bloque los sectores políticos tradicionales y lo más retardatario de la burguesía. A pesar de sus promesas populistas de acabar con la corrupción, con la que muchos de ellos se han enriquecido, consideraban al empresario Hernández más confiable para preservar sus intereses contra las propuestas reformistas del Pacto Histórico. Utilizaron todo el poder de los medios a su disposición para luchar por mantener el monopolio del gobierno. Fueron derrotados en las urnas por un margen estrecho, pero suficiente para evitar el cuestionamiento de la legalidad de los resultados. Es una importante derrota política a la ultraderecha que cambia drásticamente la realidad política del país.
¿Acuerdo Nacional?
Ante el ascenso de la candidatura de Rodolfo Hernández, Petro ya había llamado a buscar un Acuerdo Nacional ganara quien ganara. Algunos sectores políticos burgueses acogieron su propuesta pues les atemoriza un nuevo estallido social y consideraron que Petro y Francia tienen la posibilidad de contener el malestar popular. Ahora como Presidente electo Petro ha insistido en su propuesta. En primer lugar porque el país quedó dividido políticamente por la mitad y los sectores que apoyaron a Hernández pueden ser la base social de la oposición de ultraderecha, encarnada en el Centro Democrático. Y en segundo lugar porque los partidos tradicionales controlan la mayoría de las curules en el Congreso de la República y otras instituciones como la Fiscalía, la Procuraduría, la Contraloría. Como se ha comprometido a respetar la institucionalidad burguesa, y ha renunciado a la posibilidad de convocar una Constituyente, Petro sabe que las reformas prometidas deben ser negociadas con los que hasta hoy han sido sus contradictores políticos, enemigos jurados de la población trabajadora, la juventud y los marginados.
En su discurso de la victoria, el 19 de junio, Petro se comprometió a respetar la propiedad privada y a desarrollar el capitalismo; se refería a garantizar los intereses de los grandes empresarios a cambio de que acepten un margen de distribución de la riqueza, por la vía de nuevos impuestos y algunas modificaciones al modelo de desarrollo económico. No podemos descartar que logre implementar algunas medidas de asistencialismo social que cubran a los sectores más empobrecidos; pero la profundidad de sus reformas está por verse, pues la actual situación de la economía capitalista reduce los márgenes de maniobra de los llamados gobiernos progresistas. La inflación de precios a nivel mundial está deteriorando aceleradamente los salarios y el crecimiento económico se basa en la precarización laboral, las privatizaciones, la destrucción de garantías sociales como la salud, la educación o los servicios públicos y la aceleración de la depredación de la naturaleza. Estallidos sociales como el que hoy conmueve a Ecuador están al orden del día.
¿Colaborar con la burguesía y el imperialismo para lograr los cambios?
La burguesía necesita que la lucha social se apacigüe como lo lograron desde el levantamiento del paro nacional y durante el período electoral, a fuerza de represión y algunas medidas coyunturales de asistencia social. Quieren aprovechar la comprensible euforia que sienten los electores de Petro para lograr una tregua, a cambio de la promesa de negociar en el Congreso algunas reformas como la tributaria o el Plan Nacional de Desarrollo, con las que supuestamente se garantizarían la paz, la justicia social y ambiental, tres ejes que resumen el programa de gobierno de Petro.
Los trabajadores, los jóvenes, los campesinos, los indígenas, los “Nadies” como los denomina la vicepresidenta electa Francia Márquez, no debemos esperar nada de la colaboración con la burguesía que promueven el Pacto Histórico y su gobierno. El respaldo “incondicional” del partido Liberal de César Gaviria, padre de la Constitución del ‘91 y del neoliberalismo en Colombia, al gobierno de Petro, o la jefatura del Congreso en manos de un personaje oportunista como Roy Barreras no es garantía de nada para nosotros. Barreras ha definido al gobierno de Petro como “liberal, socialdemócrata, progresista”, enfatizando que no es “un gobierno radical”. Ya está en negociaciones con el partido Conservador para seguir desangrando el erario a cambio de su apoyo parlamentario.
Basta ver los candidatos al Ministerio de Hacienda, entre los que se encuentran personajes como Rudolf Hommes, exministro de Hacienda de César Gaviria, o Alejandro Gaviria, exministro de Salud de Juan Manuel Santos, para entender que el gobierno de Petro estará conformado por personajes de absoluta confianza de la burguesía y será un gobierno de conciliación y colaboración con sus intereses. Así, los únicos que van a “vivir sabroso” son los mismos de siempre.
En la primera conversación de Petro con Joe Biden, presidente de EE.UU., se limitaron a reafirmar supuestos intereses mutuos en el desarrollo económico, el plan de paz y el cambio climático. Petro se ha vanagloriado de sus estrechas relaciones con el partido Demócrata yanqui, base electoral de Biden, mientras se conmemoran 200 años de sumisión de nuestro país al imperialismo. Para la muestra el Tratado de Libre Comercio, el Plan Colombia, la llamada Guerra a las Drogas, las bases militares yanquis en nuestro territorio y la integración a la OCDE, la OTAN, las Cortes internacionales, o el pesado lastre de la deuda externa protegida por la Regla Fiscal. Además, debemos estar atentos al papel que cumplirá Petro en el restablecimiento de las relaciones entre EE.UU. y Venezuela.
En el programa del Pacto Histórico no se menciona ninguna ruptura radical con esas relaciones, por eso sería una exageración caracterizar al gobierno de Petro como antiimperialista.
Retomar el camino de la lucha y la movilización
Por su parte, la dirigencia social agrupada en el Comité Nacional de Paro y las confederaciones sindicales, consideran al gobierno de Petro como “su gobierno”, y serán promotores de una “tregua” social. Debemos luchar contra la camisa de fuerza con la que la burocracia y los reformistas quieren contener la protesta. Es necesario levantar de manera decidida las banderas del paro nacional, fortalecer nuestra organización y prepararnos para las inevitables luchas que tendremos que librar si queremos soluciones definitivas a nuestras necesidades y reclamos.
En ese sentido nuestra consigna debe ser ¡No dar tregua!. El hambre que acosa a los hogares pobres no da espera. Requerimos un reajuste inmediato de salarios y un plan de choque que garantice trabajo genuino para todos. Congelación de precios y tarifas para atajar la inflación. No basta con elevar los impuestos a las cuatro mil mayores fortunas del país, es necesario expropiarlas y poner esa riqueza en manos de la sociedad. Es indispensable una verdadera reforma agraria que devuelva millones de hectáreas de las que fueron despojados millones de campesinos, indígenas y afrodescendientes. No habrá relaciones “más igualitarias” con el imperialismo si no rompemos todos los pactos que nos atan a sus planes de saqueo y guerra. Necesitamos negarnos a pagar la usurera deuda externa. Es inaplazable la verdadera democratización del régimen político, que pasa por el juicio y el castigo a los responsables de las masacres contra la población pobre y los líderes sociales, para que las organizaciones sociales sean las protagonistas de la participación y toma de decisiones sobre el destino de la sociedad.
Sólo un verdadero gobierno de los trabajadores y los pobres, que chocará inevitablemente con los intereses de los capitalistas nacionales y el imperialismo, puede lograr imponer este programa radical. Debemos fortalecer las organizaciones sociales y sacar a la burocracia de su dirección. Nuestro método de lucha debe ser la movilización social, la democracia de los trabajadores y la defensa democrática de las organizaciones sociales y sus líderes. Para ello es indispensable la construcción de una organización socialista revolucionaria nacional e internacional. Ese es el propósito del Grupo de Trabajadores Socialistas en unidad con Impulso Socialista, sección de la Liga Internacional Socialista. Los invitamos a acompañarnos en esa tarea.