Los efectos del cambio climático ya muestran las consecuencias funestas para las mayorías sociales. Los que mandan nos ofrecen falsas soluciones como el Green New Deal y el capitalismo verde. El 23/4 en todo el país, la Red Ecosocialista, construye espacios para debatir y coordinar acciones directas independientes de todos los gobiernos. Estamos convencidos de que así podremos encontrar los caminos para superar esta crisis. Porque de lo que se trata, como ya lo dijo Marx, no es simplemente de interpretar el mundo sino de transformarlo.
Si no desea hablar de capitalismo es en vano hablar de ambiente
La crisis económica y la crisis ecológica son parte de un mismo fenómeno: un sistema que transforma todo –tierra, el agua, el aire, los seres humanos- en mercancía, y no reconoce otro criterio que no sea la expansión de los negocios y la acumulación de ganancias. La ganancia, entonces, es el motor de la producción y la reproducción del sistema. La imposibilidad de ejecutarla genera una sobreacumulación de capitales y una sobreproducción de bienes. Y cuando estos no pueden valorizarse viajan hacia la especulación financiera.
La consecuencia directa de este proceso intrínseco al sistema lleva a la mercantilización de la vida. El petróleo y los granos ya tienen su propio mercado de valores donde se especula con el único objetivo de hacer dinero. En diciembre del 2020 hasta el agua, un bien elemental para la vida, empezó a cotizar en el mercado de futuro de Wall Street. El sistema transforma un derecho humano inalienable en un producto. En la pandemia 3 mil millones de personas sufrieron escasez de agua, en nuestro país 7 millones se ven desesperadamente privadas de la misma.
¿Los gobiernos no deberían garantizar el acceso al agua? Pues si pero no lo hacen, por el contrario, se embarcan junto a las corporaciones a las actividades extractivas, convirtiendo todo en comoditties, todo tiene un precio, todo se compra se vende y acapara en términos privados. En las últimas décadas el capitalismo ha desarrollado tecnologías destructivas con el objetivo de incrementar la velocidad y magnitud de la extracción. Transgénicos y agrotoxicos para el agronegocio, el fracking, la megaminería, la industrialización animal, le hidrogeno verde etc.
Esta orientación de sobreproducción, especulación y ganancia ha roto nuestra relación con la naturaleza.
En esta lógica se enmarca la crisis climática que no es un problema del futuro, es un problema del presente. El colapso ya ha comenzado, esa es la verdad. Y nuestra generación está en una carrera contra el tiempo para frenarlo.
Decadente infinitud
Tenemos el desafío de volver a ser parte del ecosistema, hoy el contacto con la naturaleza enferma porque el agua y el aire están contaminados, los rayos solares lastiman, la tierra está desertificada. Asistimos al derretimiento del hielo Ártico, la destrucción de los bosques boreales, de los humedales, de los arrecifes de coral, la destrucción del Amazonas, la acidificación de los océanos. La biodiversidad, el conjunto de todos los animales, plantas, microorganismos y ecosistemas que equilibran la vida en el planeta, reciclando nutrientes, proveyendo agua potable, nutriendo los suelos, polinizando las flores y los vegetales que comemos y regulando el clima, se ha roto. El último informe de Planeta Vivo revela que el modelo de producción capitalista extingue 200 especies por día. El 70% de todas las aves son de corral (pollos) y solo el 30% son aves salvajes. El 60% del total de mamíferos son ganado (vacas y cerdos), el 36% son seres humanos y tan solo un 4% son animales salvajes.
No hay dudas que la amenaza ante la pérdida de biodiversidad y la escasez de recursos nos afecta a todos, generando graves problemas en la salud, pandemias y también nuevas guerras.
Pero como sucede con la crisis climática NO TODOS tenemos las mismas responsabilidades. Desde las alturas imponen suposiciones falsas como la sobrepoblación, negar la crisis climática, hasta el cinismo de culpar a la sociedad y sus hábitos individuales.
Las instituciones de este sistema ocultan y amparan a los verdaderos responsables, el 1% que es dueño y que controla todas las actividades extractivas que destruyen nuestro planeta. Es ésta desigualdad esencialmente de clase que impone una dinámica de «crecimiento» INFINITO, de acumulación de ganancias INFINITA en un planeta FINITO con limites geofísicos claramente incompatibles con esta lógica perversa y decadente basada en la rentabilidad y la competencia.
Por eso es importante dar la batalla cultural para explicar que este sistema es solo un episodio histórico de poco más de 400 años a lo largo de la historia de la humanidad y que en el siglo XXI no puede garantizar a las especies no humanas una vida sin tortura ni objetivización y a las mayorías sociales lo básico, comida saludable, trabajo pleno, salud, vivienda, ni una vida digna.
El caos de la guerra y el cambio climático
El Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático (IPCC) publicó este 4 de abril la última parte de su sexto informe. El pico de emisiones debe controlarse en un plazo de tres años para mantenerse dentro del umbral «sostenible» de 1,5°C de calentamiento. El abandono del carbón es necesario de aquí a 2050, y el mundo debe renunciar en un 60% como mínimo al petróleo, y en un 70% al gas. Por el momento la energía de origen solar y eólica solo representó un 10% del total de la producción eléctrica mundial en 2021.
La ciencia es categórica e insta a llevar adelante cambios radicales. Sin embargo la petrodependencia hoy afecta a millones en todo el mundo. La desventura bélica del imperialismo ruso sobre Ucrania donde EEUU y la OTAN actúan de manera indirecta está generando un alza de precios de la energía y las comoditties a nivel mundial sobre productos de primera necesidad como el pan y los combustibles. Si bien nadie quiere que se transforme en la tercera GM, ya tiene elementos de confrontación mundial, más allá que esté circunscripta en Ucrania.
Especialistas en agroecología como Guillermo Schnitman denuncian que la falta de fertilizantes químicos que provee Rusia provocará una hambruna: «La mitad de la población mundial obtiene alimentos gracias al uso de fertilizantes… Y si eso se elimina, el rendimiento se reducirá en un 50%». En otras palabras, los precios de los alimentos producidos a base de agroquímicos se van a disparar, creando una crisis alimentaria mundial. A esto se suma lo dicho por el IPCC: a causa del cambio climático habrá escasez de agua, y antes de promediar este siglo, la mitad más pobre de la humanidad pagará las consecuencias con hambre y migraciones forzadas.
«La agroecología debe dejar de ser considerada sólo como una alternativa: es la forma de empezar a desandar el camino del hambre y la dependencia alimentaria y de valorar el trabajo agrícola. Y los gobiernos deben garantizar el acceso a la tierra para quienes la habitan y la cuidan».
Los límites nos son tecnológicos ni científicos sino políticos y económicos. Los pueblos tenemos que decir NO A LA GUERRA, apoyar la resistencia del pueblo ucraniano y exigir la retirada inmediata de las tropas rusas de Ucrania y de la OTAN del este europeo.
Argentina semicolonia del FMI y crisis climática
En el 2018 luego de una fuga masiva de capitales, Macri llevó a Argentina al FMI una vez más, adquiriendo el préstamo más grande de la historia del Fondo (U$S 45 mil millones). La reestructuración realizada por Alberto Fernández y convalidada en el Congreso es la más grande entrega de soberanía nacional que se haya cometido en el siglo XXI. A la deuda se la fugaron entera, nuestro pueblo no vio un solo dólar. Sin embargo, pretenden que sean lxs trabajadores y la naturaleza quienes paguen esa estafa a costa de sacrificar nuestros territorios.
En medio de las tensiones políticas y económicas el planteo «crecer para pagar» emergió como fórmula mágica, más allá de los detalles oscuros del plan económico. Tanto el gobierno (Alberto, Cristina, Massa), el FMI, la oposición y los bonistas saben que «crecer para pagar» significa intensificar la matriz primario exportadora como salida. Es la fórmula que diluye las contradicciones entre libertarios, progres y la derecha. El gobernador Kicillof ha declarado en actos que en tiempos de emergencia lo lógico es sacrificar las riquezas naturales para suplir la pobreza y el hambre, «primero esta lo social y después lo ambiental» como si la vida no fuera eco-dependiente y fantaseando sobre un modelo que solo ha traído miseria, hambre, contaminación y enfermedades.
La deuda externa es sinónimo de mayor colonialismo y despojo, no es un elemento circunstancial sino que opera como un dispositivo integrado al mecanismo de extracción desde las economías coloniales hacia las casas matrices. Veamos. El acuerdo trae bajo el brazo la ley de agronegocio, duplicar las exportaciones de granos, es decir, un avance de la frontera sojera, con más agrotóxicos y monocultivo; la megaminería de litio que dinamita la cordillera al norte del país, territorio de comunidades indígenas; las exploraciones petroleras off shore en el mar, de aniquilación a la biodiversidad y economías regionales; y el hidrógeno verde, falsa transición energética sobre la base de un bien limitado y esencial, el agua. Mientras tanto la ley de humedales presentada por cuarta vez, sigue sin aprobarse. En este marco, lo único que avanza es la especulación inmobiliaria y la industria agroganadera. Toda una declaración de guerra a las comunidades.
Así como es mentira el «crecer para pagar» también es falso «Es lo único posible», «no hay alternativa». Para quienes nos dicen de los efectos catastróficos del no pago, la historia más bien demuestra lo contrario, la catástrofe está en quienes siempre pagaron.
La excepcionalidad de las condiciones con la que fue contraída la deuda macrista mas las irregularidades legales en las que el FMI incurrió violando sus propios estatutos, la fuga de divisas que alimento esa deuda, son argumentos suficientes para no pagar.
Es muy irresponsable forzar a que tengan que seguir pagando quienes no decidieron, ni se beneficiaron con esa deuda. Por último es importante que no caigamos en la lógica economicista, no se trata de una cuestión financiera, se trata del embargo de millones de vidas. Por eso lxs Ecosocialistas sostenemos que esta crisis también representa la posibilidad de transitar hacia otra economía, y abrir paso hacia la transformación de la matriz productiva, de transición energética, agroecológica, con control del comercio y la banca, generando lazos con el resto de los países deudores, abriendo la democracia para una planificación social de la producción donde sean las comunidades las que decidan qué, cómo y cuánto producir en función de sus necesidades y no de las ganancias capitalistas imperialistas.
Hay mucho fuego para sentirse cómodo en el mundo de los tibios
No podemos esperar hasta el día en que el mundo se transforme, el capitalismo ecocida no se va a caer solo, tenemos que empezar a partir de ahora, ya, porque no nos queda más tiempo, porque la paciencia se agota, porque las masas oprimidas por el yugo del capital están haciendo rebeliones en el mundo y urge unir internacionalmente la pelea de todos los pueblos. Chile, Colombia, Ecuador, Puerto Rico, Perú, la resistencia de la heroica clase obrera Ucraniana que resiste y obstaculiza los planes imperialista rusos.
El Ecosocialismo es una estrategia revolucionaria de convergencia con los trabajadores, con las luchas sociales, de género, anticolonialistas, antirracistas contra el enemigo común el capitalismo. El Ecosocialismo también es una crítica al productivismo de izquierda que llevó adelante la URSS y que lamentablemente corrientes dogmaticas de izquierda continúan con ese mandato.
Animarse a cuestionar y trazar una estrategia revolucionaria para dar vuelta todo es la tarea de nuestra generación, no somos el futuro, somos el presente. Este 23 de abril sumate a los encuentros de la Red Ecosocialista en todo el país. Si ellos nos quieren dejar sin nada, nosotrxs vamos por todo y todos.