“Bardo, falsa crónica de unas cuantas verdades” (2022) es uno de los últimos estrenos sobresalientes de Netflix, que relata cómo un documentalista periodista repiensa su historia previo a la entrega de un gran premio. Una película que nos lleva a preguntarnos cómo sentirnos parte cuando siempre nos ven/vemos como inferiores y qué nos identifica como de un lugar.
Un largometraje con mucho vuelo que no pierde tiempo y aprovecha la imaginación de su autor, Alejandro González Iñárritu, para presentarnos elementos centrales de la trama: la culpa de un padre que no estuvo para desarrollar una carrera exitosa, el peso de las corporaciones en la realidad de la gente, el valor del arte y cómo soñar con un mejor futuro.
La película es directa en su crítica a las redes sociales y el daño que le han producido a la búsqueda de información por su sed de ganancia. A la vez, también denuncia el poder que las empresas con su dinero tienen en el capitalismo. El filme arranca con el anuncio de que Amazon compró una parte de México para anexionarla a Estados Unidos y el protagonista Silverio (Daniel Giménez Cacho) tiene una entrevista con un embajador, el cual le pide que en su discurso de premiación hable bien del tratado si quiere conseguir una entrevista con el presidente.
La película sigue presentando discusiones políticas en una discusión surrealista entre el protagonista y Cortez, el conquistador de México; o en las tomas que muestran la caravana de mexicanos tratando de cruzar la frontera con Estados Unidos para tener un futuro mejor. Hay muchos ejemplos más y es difícil abordar todas las aristas que presentan sobre esto, pero es importante remarcar que la crítica a la desigualdad y lo inhumano del capitalismo hacen parte importante del relato.
La relación del machismo/paternidad tiene puntos muy fuertes en la película, y sin ahondar en detalles voy a decir que son grandes momentos las charlas entre padres e hijes que se dan a lo largo del filme y que nos muestran cómo la obligación masculina muchas veces es una carga que se hereda y deja marcas en todos.
Es interesante contraponer esta película también a una obra de otro director mexicano, Alfonso Cuarón, que en su película “Roma”(2018), muestra la relación con su país natal de una manera nostálgica. Iñárritu no; muestra su contradicción con el haberse ido, su amor por su país a la vez que marca sus crisis. Aunque para menguar un poco el golpe, hay que reconocer que las películas salen en momentos completamente distintos de la humanidad, aunque hayan pasado muy pocos años.
Un guion genial, un despliegue visual tremendo para una película que si le damos oportunidad no nos va a pasar desapercibida y nos dejará repensando muchas cosas.
Pedro Pallero