El 24 de octubre se conmemoró a nivel mundial el día de acciones contra el cambio climático, promovido por la ONU (Organización de las Naciones Unidas), en cuyo seno desde hace unos años se viene reflejando este debate que ya está instalado en la sociedad, que genera protestas y requiere políticas de fondo.
En distintos lugares del mundo diferentes sectores de la clase gobernante realizaron algunas acciones como por ejemplo iluminar monumentos o edificios históricos de color verde, conversatorios y declaraciones en las redes sociales. Todo dentro del protocolo de lo “políticamente correcto” y con promesas de detener el calentamiento global. Diferentes multinacionales también participaron del show mediático y despilfarraron palabras alusivas.
Es el capitalismo
El reciente informe del panel climático de la ONU, IPCC (Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático), ha dejado al descubierto que el planeta sufre las más altas temperaturas de los últimos 100.000 años. Una definición alarmante y que pone de manifiesto que la situación ha empeorado desde el último informe, publicado en el año 2013.
La situación comienza a ser cada vez más alarmante. Joe Biden, presidente de los Estados Unidos, envió a pedir un informe al Departamento de Defensa para seguir de cerca los diferentes movimientos de más de 11 países, que incluyen desde Haití hasta Afganistan, según el Times. Mientras un reciente informe de la ONU señala que anualmente cerca de 21 millones de personas se desplazan a consecuencia del cambio climático: entre las principales causas se encuentra la falta de agua, incendios, pobreza y contaminación.
Las altas temperaturas en el verano europeo, que se extendieron por semanas enteras y azotaron a países como Grecia con incendios y temperaturas superiores a los 40°C, obligando a que poblaciones enteras deban movilizarse, comienzan a suceder cada vez más a menudo.
Esto coincide con el sexto informe del IPCC que señala que: “Los cambios en curso son muy extensos y rápidos dentro del sistema climático. En muchos casos, es incomparable retroceder mucho en el tiempo. El vínculo entre el cambio climático y el clima extremo es mucho, mucho más fuerte que en informes anteriores”. Pero, lamentablemente, ubica la responsabilidad en “los hombres”, sin hacer distinción de las responsabilidades políticas y sociales en juego.
Pero los principales responsables del cambio climático son las industrias importantes como Chevron, Bayer, Esso, Syngenta, Nestlé, Unilever, Coca-Cola, ASC, Ferrovial, entre otras. Gran parte de ellas ligadas a las ramas carbonífera y de los hidrocarburos, agronegocio y agroquímicos, de la especulación inmobiliaria, las tecnológicas y de la alimentación. Cada una de ellas saben el daño que producen al defender las actuales formas de producción, pero de igual modo lo hacen y lo defienden. Todo para garantizar sus ganancias, sin importar los costos ambientales que eso conlleva.
No se puede confiar ni un tantito en la casta ecocida
Un análisis del plan 2000-2010 del IIRSA (Iniciativa para la Integración de la Infraestructura Regional Suramericana), diseñado por el establishment mundial para superar los “desafíos logísticos de la región”, junto con la acción de todos gobiernos latinoamericanos de ir corriendo detrás de los precios de los commodites, demuestran que han sido uno de los causantes de la aceleración del calentamiento global. Por mucho que les pase a varios, los gobiernos “progresistas” fueron fieles servidores del capitalismo depredador.
El ingreso en nuestro continente y el país de tecnologías destructivas como el fracking da cuenta de ello. Un claro ejemplo es el acuerdo YPF-CHEVRON firmado en el año 2013 bajo el gobierno de Cristina Fernández y del cual aún hoy no se sabe que dice.
Por eso, a pesar los informes elaborados por la comunidad científica, los diferentes protocolos mundiales, el acuerdo de París o el recientemente firmado “acuerdo Escazú”, el calentamiento global no se revierte sino que, por contrario, se tiende a incrementar.
Las políticas de tope y compraventa de emisiones de carbono, promovidas por organismos como a la ONU, han fracasado y, por lo tanto, deberían revertirse por otras más radicales. La inversión en nuevas tecnologías no ha sido tomada de manera seria por los capitalistas, apenas destinan ínfimas proporciones en el desarrollo de nuevas tecnologías de generación de energía, alimentos o tecnologías que tengan menores impactos negativos sobre el ambiente, y eso se debe a una sencilla razón: la búsqueda de la optimización de la ganancia está por encima de todo, incluso de la misma naturaleza.
De mantenerse el actual orden político, económico, productivo y social, las crisis ambientales se profundizarán y otras nuevas irán encubándose y pondrán en jaque a las futuras generaciones. El tiempo de acción es ahora, las actuales migraciones por efectos del cambio climático ya están aconteciendo y tenderán a profundizarse por el aumento del nivel de los mares y las inundaciones, provocadas por grandes tormentas, incendios y sequías. El pronóstico de los expertos es que se intensifique el fenómeno de descongelamiento de glaciares para el 2030 y que para el 2080 se alcancen niveles extremos.
Mantener el aumento de temperatura cercano al 1,5°C desde el punto de referencia de 1990 parece ser una misión imposible de cumplir por parte de clase capitalista y la clase política parasitaria que los defiende. Es tiempo de socialismo.
De esta forma, la tesis de Marx de que el capitalista en la búsqueda de su ganancia, destruye sus dos fuentes de riqueza: la naturaleza y la humanidad. Tesis que luego de 150 años de ser elaborada adquiere una mayor vigencia que en su propio origen.
Defendamos el planeta
No hay tiempo de prórroga, o hacemos algo para detener la política ecocida de las corporaciones y su clase política aliada o ellos nos destruirán a nosotros y al mundo. Las distopías climáticas tenderán a convertirse en realidad y la destrucción de grandes ciudades pondrá en jaque a la economía mundial tal como lo hace la pandemia del coronavirus.
Es tiempo de intensificar las movilizaciones ambientales alrededor del mundo y trabajar de manera colectiva con las poblaciones de los territorios afectados y de los que los estarán. Podemos derrotar al capitalismo extractivista y poner en marcha una transición productiva que no implique volver a la era de piedra, como algunos negacionistas intentan hacer creer a un sector de la humanidad, sino en convertirnos en protectores y constructores de los ecosistemas.
Pero, para eso, necesitamos en primer lugar declarar la utilidad social de las principales empresas a nivel mundial y ponerlas a funcionar bajo órdenes de sus trabajadores y organismos de científicos, con el asesoramiento del movimiento ambiental. Una medida de tal magnitud haría que la balanza se incline en favor de las mayorías.
Las tecnologías más avanzadas deben estar al servicio de las mayorías y no de un puñado de ricos, lo mismo que el control de todo el circuito de producción, que deberá tender a dejar atrás los hidrocarburos y reemplazarse por otros sistemas de energía, reubicando los puestos de trabajo que actualmente se desempeñan en esa área a otras. La promoción de la producción de alimentos locales deberá ser una política de estado, ya que sin dudas contribuirá en el cambio de hábitos de alimentación más sanos y menos contaminantes.
En síntesis, la única forma de revertir el cambio climático y sus catastróficas consecuencias es promoviendo la mayor participación popular y el apoyo del movimiento obrero, contra el poder económico, contra el capitalismo. Instaurando espacios de debate colectivo permanente, es decir, disputando el poder hoy concentrado en el 1% y poniendo en marcha el enorme desafío de avanzar hacia un mundo socialista, un mundo para el 99%, que debata todo y proteja el planeta de la actual irracionalidad capitalista.