El 26 de diciembre, Pablo Feito, director del Registro Civil porteño, recortó el derecho de las personas de 16 a 18 años a rectificar su identidad de género en los documentos públicos. Desde ahora deberán tener autorización de sus progenitores o tutores legales. Es otro retroceso en materia de derechos del colectivo LGBT+, acorde con la ideología reaccionaria del gobierno de turno.
La Ley 26.743 de Identidad de Género, que rige en nuestro país desde 2012, es pionera y ejemplo en el mundo. Entre otros derechos, garantiza que las personas mayores de 16 años puedan realizar su cambio de identidad de género en todos los registros estatales con el único “requisito” de expresar su voluntad. Sin embargo, en la Ciudad de Buenos Aires que gobierna Jorge Macri, los retrocesos en cuanto a derechos son una constante, igual que con el gobierno nacional de Javier Milei.
¿Cómo es posible que una persona de 16 años, que tiene los derechos constitucionales y legales por ejemplo a votar, afiliarse a un partido político, casarse, divorciarse, donar sangre, obtener registro de conducir, ser imputada penalmente o practicarse un aborto, no pueda decidir por sí misma, sin ninguna injerencia ajena, con absoluta autonomía, sobre su propia identidad de género ante el Estado?
Con el gobierno de Milei, los derechos de género están siendo altamente atacados. Una de sus primeras medidas fue cerrar el Ministerio de Mujeres, que más allá de sus falencias era un avance a mejorar. Lleva adelante toda una “batalla cultural” ideológica retrógrada en favor del modelo familiar patriarcal, la heterosexualidad obligatoria y en contra de los derechos de las mujeres y personas LGBT+. El recorte presupuestario a los programas de asistencia a las víctimas de violencia de género, la prohibición del lenguaje inclusivo en la administración pública y el anuncio de “revisión” de los contenidos curriculares de la Educación Sexual Integral son otros ejemplos. Esas medidas reaccionarias y discursos de odio desde el poder y sus voceros alientan crímenes de odio como el triple lesbicidio de Barracas y otros ataques a nuestra comunidad.
En este país y en este mundo capitalista y patriarcal, la violencia de género en todas sus formas es una constante. Es la forma de sostener la opresión, que garantiza el trabajo doméstico gratuito de las mujeres, que beneficia a las patronales. En el caso de la diversidad sexual, y muy en especial para las infancias y adolescencias no binarias o trans-travestis, a veces la propia familia no es un ámbito de contención sino de rechazo y expulsión. Sobran los testimonios. Es el sector más vulnerado, más excluido, cuyas vidas a partir de allí seguirán precarizadas y por eso su expectativa de vida es tan sólo la mitad del promedio de la población: apenas 40 años.
Obstaculizar el acceso al reconocimiento legal de la identidad de género, que es parte constitutiva de la existencia y la personalidad de todo ser humano, no es sólo una medida burocrática: es un retroceso consciente, antiderechos, medieval. Frente a estos ataques, la única receta que no falla es la lucha y la movilización.
A defender las conquistas más importantes de género, sin embargo también tenemos la tarea de pelear por más terreno, como lo es la Ley Integral Trans que el Estado de reparo frente a tanta exclusión social del colectivo. La fuerza existe, más allá de las dirigencias gremiales y políticas cómplices del gobierno. Es la misma fuerza con la que salimos a las calles en cada Marcha del Orgullo, cada 8 y cada 24 de Marzo, por la universidad pública, con les jubilades, por los sitios de memoria. Vení con el MST y el Frente de Izquierda Unidad para defender cada derecho y para combatir a este sistema de opresión y explotación.
Micaela Escobar
Libre Diversidad-MST