Compartimos este texto que nos hiciera llegar desde Holanda Alejandra Slutzky* en ocasión del 8M. Allí vierte sus opiniones al respecto. Agradecemos a la autora por el material, publicado aquí para conocimiento de nuestras y nuestros lectores.
Dia de la mujer, 8-3-2021. Plaza de los Museos Amsterdam.
Aquí estoy, me llamo Alejandra Slutzky, soy integrante y representante de H.I.J.O.S. en Holanda. Dentro de la organización soy miembro del grupo HIJAS. Somos hijas y nietas feministas de mujeres y hombres a quienes quisieron hacer desaparecer, pero no les resultó. La prueba es esta, que estoy aquí de píe. Mi padre era el médico Samuel Slutzky, pasó largos años en la cárcel por haber sido parte de la acción en Taco Ralo (Tucumán) en 1968, era uno de los compañeros del FAP. Mi madre, Ana Svensson, también era militante. Mi padre es uno de los 30.000 desaparecidos, mi madre murió en un manicomio, sola, cuando ya no quedaba nadie de la familia gracias al Estado terrorista. Pero no desaparecieron porque, como dije, yo estoy acá, ellos viven en mí, en nosotros, están con nosotros en esta plaza, presentes. Y es por eso que estoy aquí ante ustedes este 8 de marzo, Día de la Huelga Internacional de la Mujer, a 110 años de su inicio.
Estoy aquí en solidaridad con nuestras hermanas y hermanos de todo el mundo que luchan por la igualdad, por sus derechos, por la vida de los suyos y del Otro. Por la vida en general.
Durante siglos, las mujeres en todo el mundo han sido sometidas a violencia, opresión, represión, solamente por ser mujeres.
El feminicidio que parece aumentar en América Latina es la respuesta machista a las mujeres rebeldes. Mujeres que se rebelan porque ya no aceptan que las golpeen, que las silencien, que les paguen menos por el mismo trabajo que al hombre. La violencia física, verbal y social que deben sufrir las mujeres es inaceptable.
Solemos repetir las palabras de Martin Luther King: “la injusticia en cualquier parte es una amenaza a la justicia de cualquiera”. Sabemos que la injusticia no está tan lejos, que está aquí, en nuestras casas y calles, ¿entre nosotros?
Se acumulan estudios e informes que demuestran cómo a las mujeres, aún en este primer mundo, se les paga menos que al hombre, cómo son discriminadas, estereotipadas, amenazadas, atacadas, intimidadas, no solo en las calles sino sobre todo en el trabajo, en el hogar e incluso en la política y en los medios.
Me considero feminista porque defiendo mis derechos y los derechos de todas las mujeres de aquí; de Argentina, mi matria, donde recientemente el movimiento de mujeres logró una gran ley de aborto; de América Latina; de Polonia, donde se da una dura lucha por el aborto legal, seguro y gratuito; de los países árabes; de África; de los Estados Unidos; de Asia; de la India, donde millones de mujeres protestan, algo que tan frecuentemente tienen que pagar con sus vidas.
Y sí, me considero feminista porque defiendo al otro oprimido, excluido por su color de piel, por su religión, por su origen, por su naturaleza o su ser “diferente” ya sea por su modo de pensar o aspecto físico.
Y sí, es por eso que milito y me pronuncio antirracista, contra una cultura antineoliberal que promueve el individualismo con su manera de pensar que se resume en el ¿‘whats in for me?’ (¿qué gano yo con eso?).
Me pronuncio contra las permanentes guerras que son parte de un capitalismo neocolonialista que viene amenazado a nuestra Madre Tierra durante ya demasiado tiempo.
Por lo tanto, opino que el feminismo no puede ser otra manera que anticapitalista.
Necesitamos luchar codo con codo con la comunidad LGBT, con los pueblos negros e indígenas, con las personas señaladas y excluidas por ser “diferentes” ya sea por su modo de actuar, su físico, su espiritualidad o su ideología y llamados anormales, asociales, locos, o extremistas. Tenemos que organizarnos con ellos, aceptando diferentes ritmos, tal vez diferentes caminos, pero manteniendo siempre en nuestra mirada en común como horizonte.
Veo al movimiento de mujeres como un rompehielos que avanza uniéndose con grupos y organizaciones de excluidos, oprimidos y explotados, ya sea por su naturaleza, por su cuerpo, por su color de piel o por su clase social.
Hoy, en este día, queremos honrar a nuestras ancestras luchadoras, a nuestras madres, abuelas y bisabuelas. Las que lucharon por nosotres. Las honramos defendiendo lo ganado, día a día. Con ‘lo ganado’ no me refiero solamente al derecho a ser quienes queremos ser, como individuxs. Me refiero a lo colectivo.
No existimos sin el Otro. No existimos sin nuestros amigxs, nuestrxs hijxs, nuestros vecinxs, nuestrxs vecinxs del pueblo, nuestrxs compatriotas, nuestrxs semejantes en el mundo. Y con ‘semejantes’ me refiero al 99% de la población mundial que se rompe trabajando, siendo explotado por ese 1% más rico del mundo: las corporaciones y multinacionales que poseen las mayores riquezas, el poder político y los recursos económicos del planeta.
Por eso el feminismo no puede ser otra que anticapitalista, antirracista y de izquierda.
Por eso nuestra lucha no puede ser otra cosa que parte de un movimiento que construya a una comunidad en igualdad, justicia y solidaridad con cada vida. Donde cada vida mantenga su dignidad, sea respetada, cuidada, amada y festejada en solidaridad, justicia e igualdad.
Una comunidad local y mundial donde cada vida valga igual, y me refiero a toda persona con o sin papeles, enferma o sana, anciana o joven, nacida aquí o allá, con el color de piel que sea, con o sin religión, de cualquier clase social. Y también debemos integrar a los árboles, los pájaros, el agua, el aire, los animales, el clima en el que vivimos: que toda vida sea parte de la comunidad, que sea respetada, amada y celebrada en total igualdad.
En esta comunidad nos cuidamos unos a otros. Cada vida vale lo mismo, es valiosa y no de acuerdo con el pensamiento del mercado. Cada vida tiene que ver con cada otro, como si fuera un tejido indígena donde cada punto es sostenido por los otros: si cae un punto del tejido, todo se deshace.
Por eso estoy aquí hoy, con el deseo de ser parte de un movimiento así, que construya esta comunidad que ame la vida y centralice toda la vida del planeta.
Porque estoy convencida de que juntos podemos cambiar nuestra vida, es decir, la sociedad a todo nivel.
Seamos entonces, el movimiento de mujeres que genera este movimiento, que funda esta comunidad sorora, solidaria, donde resulte central el respeto a la vida en todas sus manifestaciones.
El feminismo no puede ser otra que anticapitalista, antirracista, socialista y basado en el respeto a toda la vida de nuestra madre tierra, la Pacha Mama.
Actuemos, votemos, militemos, vivamos entonces, ¡como feministas! es decir:
¡ANTI-Capitalistas, ANTI-racistas, por el clima, a favor de toda vida y de la naturaleza, ¡un movimiento de izquierda. Organizada alrededor de estos parámetros.
* Alejandra Slutzky(63) militante de H.I.J.O.S. y fundadora de H.I.J.O.S. Holanda, vive en parte en ese país y en Argentina desde su exilio, de niña, en el ’78 . Milito en Holanda en el sindicato, en el partido de Izquierda, en el movimiento de mujeres y jóvenes de izquierda, pero sobre todo por Argentina y la patria grande, América Latina. Dar charlas y lecturas sobre estos temas son actividades regulares de Alejandra. Entró al parlamento holandés en 2001 por 2 años para luego pasar a trabajar para una ong holandesa, como directora de programas internacionales de democracia y ddhh en África, Medio Oriente y Amer. Lat. En Argentina fue parte del CELS, de la secretaria de DDHH de la Nación, milita en H.I.J.O.S. La Matanza y apoya el movimiento anti-manicomial. Autora de diferentes libros en holandés y castellano, entre ellos ‘Ana Alumbrada’ sigue militando y escribiendo sobre temas sociales y ddhh. En Holanda es conocida como militante de ddhh y por esa razón en varias ocasiones y círculos una invitada regularmente. Un próximo libro se espera pronto.