viernes, 22 noviembre 2024 - 12:44

Análisis y propuestas. ¿A dónde va la economía? 

La aceleración de la inflación en los últimos meses desató distintas reacciones y explicaciones de hacia dónde va la economía del país. El gobierno da las suyas y del otro lado de la grieta los de JxC y Milei lanzan pronósticos apocalípticos, solucionables si se los votara a ellos el próximo año. Como siempre, los más perjudicados somos los de abajo, los que sufrimos la pobreza, la pérdida del poder adquisitivo y el evidente ajuste potenciado por el acuerdo con el FMI. 

La crisis crónica de la economía argentina no da tregua. Por el contrario, hay un evidente agravamiento en los últimos años. Si intentáramos resumir los principales problemas estructurales, podríamos citar los siguientes. 

  • El endeudamiento externo que trepó a niveles récord en manos de Macri en 2018 y que convalidó Alberto en su reciente acuerdo con el FMI. 
  • Una balanza comercial deficitaria desde hace años con una salida neta de dólares y consecuente pérdida de reservas del BCRA que, ahora por orden del FMI, tratan de transformar en superávit vía el brutal ajuste que estamos soportando. 
  • Un bajo nivel de inversión capitalista que se ubica entre los más reducidos de toda la región e impide tener cualquier esperanza de recuperación por la vía de la producción. 
  • Una maquinaria industrial obsoleta y poco competitiva en el mercado mundial a excepción de las exportaciones agrícolas y alguna que otra industria, en general en manos extranjeras. 
  • La fuga de capitales que realizan las grandes corporaciones; son miles de millones de dólares anuales. 
  • El envío de dividendos de las multinacionales que operan en el país a sus casas matrices y la especulación capitalista existente desde siempre, pero que ha pegado un salto en estos tiempos de inflación descontrolada y debilidad política extrema del gobierno para combatirla. 

Todos estos factores de fondo se traducen en una pérdida del valor del peso con respecto al dólar. Esta devaluación diaria, potenciada por la emisión monetaria creciente, es lo que explica en gran parte (ya veremos que hay también otros factores) la espiralización de la inflación que se registró en el primer cuatrimestre que alcanzó el 23,1% en general y sensiblemente más en el rubro alimentos, donde la suba interanual supera el 62% frente al 58% de la inflación general anualizada. Y es precisamente este nivel de inflación que catapulta la bronca de las masas, la que más preocupa a todos, desde el FMI al gobierno, pasando por la oposición de derecha que quiere transformarla en rédito electoral. Y es sobre la cual todos tratan de actuar y dar sus propias explicaciones de dónde estamos y hacia dónde va la economía, ya que saben que de esto depende no sólo el resultado electoral del 2023 sino la propia gobernabilidad del país. Veamos rápidamente el estado actual de los distintos elementos para sacar nuestras propias conclusiones. 

Estado actual de la crisis 

Nuestro país vive desde hace años uno de los escenarios más complejos y negativos de la economía capitalista denominado estanflación. Es decir: hace años que la economía está estancada, con periodos clásicamente recesivos y otros de estancamiento o escaso crecimiento, a lo que se agrega una inflación creciente desde por lo menos el 2009. Este proceso llevó a una creciente devaluación del peso por múltiples motivos, pero que en definitiva llevó a la pérdida del superávit que se había obtenido en los primeros años del gobierno K. Hay déficit fiscal primario. Y por supuesto también secundario, ya que la deuda externa siguió creciendo. La pérdida de reservas netas del BCRA hizo materialmente imposible cancelar todos los pagos de intereses y capital de la deuda, por lo que se fueron postergando pagos, o adquiriendo nueva deuda (que en el escandaloso caso del macrismo trepó en U$S 44.000 millones, gran parte de los cuales fueron fugados por los amigos del poder y las corporaciones), para finalmente ser refinanciados en distintos acuerdos con acreedores privados y últimamente con el FMI, que nos ata por décadas a un ajuste brutal y a la pérdida total de la soberanía económica. El panorama actual muestra una deuda bruta para marzo 2022 (según datos del INDEC) de U$S 266.740 millones a pesar de todos los pagos realizados por Alberto Fernández desde que asumió, de los cuales el 97% está en moneda extranjera, principalmente en dólares. 

Un problema central que tiene el país es que pese a cosechas récord y la consecuente mayor liquidación de divisas al Estado, las reservas netas en dólares en el BCRA son muy escasas para hacer frente a vencimientos, aún para los que quedaron después del último acuerdo con el FMI. Esta relación entre el volumen creciente de la deuda y la escasez de divisas para pagarla es el nudo central de la crisis económica, cosa que de un lado y otro de la grieta tratan de minimizar o directamente negar, precisamente porque ambos están de acuerdo en pagar lo impagable. La única manera de solucionarlo que encuentran en los márgenes del sistema capitalista es aplicando más y más ajuste como veremos. 

En la actualidad, pese a los ingresos récord por exportaciones agrícolas de U$S 36.700 millones, de los cuales 8.200 millones ingresarían por las retenciones, el déficit seguiría creciendo principalmente por lo que se gasta en comprar energía en un mundo en el que producto de la guerra se está encareciendo a diario. Y, en menor proporción, por los dólares que salen vía el turismo al exterior, que se reactivó luego de la apertura de la post pandemia. Sólo el brutal ajuste aplicado sobre los gastos del Estado, con recortes de subsidios y aumentos de tarifas, ajustes salariales, cierre en los planes sociales y falta de ejecución de obra pública por exigencia del FMI puede haber logrado que Alberto y Guzmán se vanaglorien de haber logrado transformar el déficit en superávit en estos primeros meses del año. El otro problema que marcamos es el bajo nivel de competitividad real de la industria en Argentina, en muchos casos obsoleta, que sólo puede serlo vía un tipo de cambio devaluado que impida el ingreso de mercancías del resto del mundo. Lo que a su vez trae muchas contradicciones para la importación de bienes de capital, como maquinarias y repuestos, a los cuales no pueden acceder precisamente por el bajo valor del peso en el tipo de cambio, el cepo a la obtención de dólares, etc. Lo que se transforma en un círculo vicioso difícil de resolver. Sobre todo, porque no se avizora ningún cambio en el nivel de inversión capitalista extranjera que traiga dólares para invertir en producción (sólo vienen capitales especulativos, para realizar ganancias extraordinarias). 

Perspectivas del “crecimiento” y la inflación 

Desde el gobierno se viene insistiendo en que la economía está creciendo a paso sostenido, que ya se recuperó el casi 10% perdido durante la pandemia en 2020 y que seguiremos creciendo a más del 5% durante el próximo año. Dicen también que hasta el FMI tuvo que reconocerlo y cambiar sus pronósticos de expectativas de crecimiento para Argentina. Asociado a esto, si bien reconocen el grave problema de la inflación de los últimos meses que superó el 6% mensual, pronostican una desaceleración de la misma en los próximos meses, a partir de mayo que ya estaría más cercana al 5% y apuestan a que esta desaceleración de la inflación les permita llegar con un mejor “humor social” al periodo preelectoral de 2023 y así tener alguna chance de mantenerse en el gobierno. Tratan de minimizar la crisis política interna del Frente de Todos, incluida la renuncia de Feletti y su fallido plan de precios cuidados. Todo ello potencia las presiones inflacionarias por la desconfianza que genera en el sector empresario que siempre prefiere cubrirse remarcando por encima de la inflación actual, más aún cuando percibe que no hay quién lo controle o pueda ponerle freno a su especulación sin límites. 

Desde el lado de la oposición de derecha, JxC y todos los medios periodísticos a su alcance no se cansan de agitar lo contrario. Dicen que la inflación interanual ya está en el 58%, que la perspectiva es que avance al 65-70% y hasta hay quien se anima a largar cifras superiores al 80%, incluso el 100%. Ponen el centro en la inutilidad de Alberto y sus ministros para frenarla (como si ellos no hubieran sido los responsables bajo Macri de iniciar este periodo de aceleración inflacionaria) y señalan que las disputas internas en la coalición gobernante no hacen más que fogonearla. Más cataclísmico aún aparece Milei pronosticado directamente una hiperinflación y un desastre económico si no se toman las medidas urgentes que ellos proponen. 

Nosotros opinamos que gran parte del crecimiento propagandizado por el gobierno se debe a rebote de una economía que se hundió durante el 2020 y que las perspectivas de crecimiento de la economía en general, si bien pueden estar sustentadas en el crecimiento de los precios internacionales de las comodities que exporta el país, muchos de los cuales se han más que duplicado, lo cierto es que este crecimiento está siendo acaparado por las grandes corporaciones del agro y algunas de la industria como las automotrices y de ninguna manera este rebote o crecimiento está “derramando” ni lo hará, como espera el gobierno, sobre el pueblo trabajador. De hecho ya llevamos más de un año de este supuesto crecimiento y el poder adquisitivo de los salarios ha perdido como mínimo un 22% en el sector asalariado formal, y más del doble de eso en los sectores informales. Con respecto a la inflación y tratando de escapar a pronósticos apocalípticos, vemos poco probable que se logre bajar la inflación significativamente con las medidas que aplicó e intenta aplicar el gobierno, sobre todo por la gran debilidad política que tiene para ejercer cierto control sobre la voracidad y especulación capitalista. Además de que un cierto nivel de inflación alta le conviene al gobierno para sus planes de juntar divisas para pagarle al fondo, ya que la misma actúa como un mecanismo mensual de ajuste salarial más o menos encubierto. 

Qué medidas proponen para salir de la crisis 

Aquí, en esencia se acaba la grieta, tanto el gobierno como JxC y Milei están de acuerdo en que el centro es ajustar significativa y cualitativamente al movimiento obrero, jubilados y desocupados. En eso no tienen diferencias de fondo, apenas si las hay de forma, profundidad y ritmos. 

Desde el gobierno ya vienen aplicando el ajuste planchando los salarios (todas las paritarias firmadas hasta hoy, incluso las más altas del sector privado, son por debajo de la inflación real, máxime teniendo en cuenta lo perdido en 2020 y 2021), también con el ajuste en los presupuestos de educación, salud, obra pública, etc. Esto es lo que explica la mayor parte de los deberes hechos ante el FMI para mostrar un superávit superior al 3% del PBI. 

Fueron incapaces de controlar los precios y la remarcación feroz de los grandes formadores. Ni hablar del aumento de la retenciones al agro, que venía de incrementar sus ganancias en más del 100% en dólares, que murió antes de nacer. Así las cosas, desde el frente oficialista salen algunas ideas que van desde implementar un impuesto a los fugadores de bienes y divisas a través de un blanqueo, lo que de hecho legaliza un delito, el más grande realizado en el país en los últimos 40 años, que llevó a que la plata y bienes fugados superen según muchos analistas el total de la deuda externa argentina. Hasta los espejitos de colores de Massa de convertirse en el adalid de la suba del mínimo no imponible sobre el cual los propios trabajadores pagan “ganancias” apenas unos miles de pesos arriba de dejar de ser pobres. A más largo plazo su estrategia para acumular dólares se basa esencialmente en profundizar la megaminería (que poca ganancia neta deja al Estado, digámoslo sinceramente) y el fracking aprovechando la suba de los precios del petróleo. 

Desde Juntos por el Cambio no queda claro con exactitud qué proponen. Porque además de estar de acuerdo con el ajuste en general, no postulan ningún plan alternativo al del gobierno. Quienes proponen una vuelta de tuerca más son Milei y los suyos. Ellos van por todo y rápido, quieren dolarizar la economía, aunque ello significa bajar el salario real en dólares a la mitad del actual, produciendo una megadevaluación del peso superior al 100%. Van por una reforma laboral y de jubilaciones acelerada y total, donde no existan las indemnizaciones ni la jubilación garantizada. Van por la destrucción de la salud y la educación públicas y hasta llegan al colmo de abatir como bandera su “brigada antipiqueteros” para abordar el problema de la desocupación y la pobreza, un verdadero desastre que hay que combatir de plano. 

Hay otra salida, a favor del pueblo trabajador 

Desde el MST en el FITU desde hace tiempo que venimos proponiendo medidas concretas y opuestas por el vértice a las que aplica el gobierno y profundiza la derecha. Para salir de la crisis debemos tomar medidas urgentes unas y de fondo otras de corte socialista, no van más los parches posibilistas que provienen del Frente de Todos, menos aún las viejas recetas de la derecha que vienen fracasando desde hace décadas. Ni hablar de las propuestas de Milei que atrasan 500 años. Decimos que debemos empezar por no pagar más un peso de la fraudulenta deuda externa con los privados y con el FMI. No solo por ser ilegítima e ilegal sino sobre todo porque es impagable por monto y usura. Paralelamente a esto hay que invertir la base tributaria del país donde los que más pagamos somos el pueblo a través del IVA, hay que eliminarlo de todos los productos de consumo popular y cambiarla por impuestos progresivos a las grandes ganancias y fortunas, incluyendo la confiscación de todos los bienes y cárcel efectiva para los que fugaron dólares. 

Con esto sobraría plata para de forma urgente dar aumentos de salarios, jubilaciones y planes sociales que cubran el costo de la canasta familiar y ajustados por la inflación real. También para aumentar los presupuestos de salud y educación y emprender un verdadero plan nacional de obras públicas y construcción de viviendas populares lo cual no sólo daría trabajo genuino a millones hoy desocupados, sino empezaría a solucionar el problema de la vivienda. Para solucionar el remanente de desocupación proponemos el reparto de las horas de trabajo, bajando la jornada laboral con conservación del salario. 

Para combatir la inflación, con su cuota de especulación y remarcación capitalista, proponemos un férreo control de precios, llevado adelante por los trabajadores y usuarios. Y la aplicación de la Ley de Abastecimiento para que vaya preso y se le expropien sus bienes a quien acapare y ponga sobreprecios. 

Además debemos nacionalizar la banca y el comercio exterior para evitar la fuga de capitales y nacionalizar también las empresas de servicios para tener tarifas accesibles para todos. Sólo con estas primeras medidas, como parte de un plan alternativo obrero y popular, como estas podremos realmente empezar a salir de la crisis que nos agobia. 

Sólo con estas primeras medidas, como parte de un plan alternativo obrero y popular, como estas podremos realmente empezar a salir de la crisis que nos agobia. 

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