Este articulo fue extraído del sitio web de la Liga Internacional Socialista
¡Apoyemos al pueblo venezolano en su lucha soberana y por sus derechos democráticos y condiciones dignas de existencia!
Cuando comenzó el cerco militar aeronaval ordenado por Trump contra Venezuela, Marea Socialista, de Venezuela, se pronunció junto con la Liga Internacional Socialista y su partido colombiano UNIOS contra la presencia del los EE.UU y sus agresiones en aguas del mar territorial venezolano. Igualmente condenamos los llamados pro intervencionistas de la extrema derecha liderada por María Corina Machado, malamente galardonada con el Premio Nobel de la Paz.
También nos pronunciamos en favor de la solidaridad internacional activa de los pueblos latinoamericanos y del mundo, que ahora no es sólo para defender la soberanía de Venezuela sino que debe enfrentar la extensión de las operaciones intervencionistas a Colombia. Ésto en el terreno del acoso y las agresiones militares, pero vemos también cómo interviene sobre Argentina para apuntalar al gobierno ultraderechista de Milei con el manejo de la “asistencia financiera” y de la deuda.
Al mismo tiempo que manifestamos nuestra posición de rechazo al intervencionismo gringo, en el caso de Venezuela dejamos muy claro que no depositábamos ninguna confianza en Maduro. Nos ubicamos como opositores de izquierda a su gobierno, por antiobrero, capitalista, hambreador, reaccionario, autoritario y represivo, y porque no lo consideramos de ninguna manera socialista ni revolucionario, sino todo lo contrario, aunque mantenga fuertes roces con el imperialismo norteamericano.
Atacan a nuestros países militarmente desde afuera, pero a la vez tienen transnacionales o bases adentro
Por otra parte, hemos señalado algunas situaciones contradictorias. Mientras el imperialismo ataca y mata a tripulantes de lanchas en el Caribe con la acusación sin pruebas de ser narcotraficantes al servicio del “Cartel de los Soles” y de Maduro, en Venezuela la producción petrolera está en gran medida en manos de la transnacional estadounidense Chevrón Texaco, con licencia de los Estados Unidos a pesar de las sanciones contra el régimen madurista.
En Colombia, contra la cual comenzaron también los ataques a lanchas, esta contradicción se exacerba por la presencia de bases militares norteamericanas, anteriormente establecidas en su territorio por gobiernos previos al de Petro. Son bases militares del mismo país que la somete ahora a las hostilidades navales y amenaza a su presidente democráticamente electo.
En el caso de Venezuela, después de que la burocracia gobernante desfalcase y arruinase la capacidad soberana de Petróleos de Venezuela (PDVSA), el supuesto gobierno “antiimperialista” está sacando y comercializando gran parte del petróleo con una empresa imperialista autorizada por su atacante Donald Trump (y en menor medida con empresas chinas), violando los términos establecidos en la Constitución y Ley de Hidrocarburos para permitir la extracción sin cobro de regalías ni de impuestos y con una mano de obra regalada por la liquidación del salario de los trabajadores venezolanos (salario mínimo inferior a 1 dolar mensual, al que llamamos “salario cero” o “salario simbólico”). Esta es una clara muestra de cómo se aplica la lógica de “el garrote y la zanahoria”, la lógica del chantaje, que caracteriza las relaciones entre el gobierno de Venezuela y el gobierno gringo.
El problema de Trump no es con el “narco-terrorismo” sino la competencia por el dominio geopolítico mundial
Aunque las acciones de la armada y la aviación de los EEUU en el Caribe, frente a las costas venezolanas y colombianas, son presentadas por Trump y Marcos Rubio como si fuesen dirigidas a terminar con el narcotráfico hacia el mayor consumidor de drogas del mundo, se sabe que es una manera de presionar con la amenaza y hostigamiento militar al gobierno de Maduro, en nombre de la “democracia” y más recientemente al gobierno de Petro al que igualmente señala como “narco-terrorista”, término utilizado por Trump para tratar de justificar sus agresiones armadas y ejecuciones de tripulantes de lanchas, sean presuntos narcotraficantes o sean pescadores de ambos países.
El gobierno de los EEUU y de Trump no tiene ningún problema en tolerar y hacer negocios con ningún gobierno corrupto, dictatorial o genocida, siempre y cuando no rompa con su esquema de dominación global; y así lo vemos en muchas partes del mundo. Pero, en el caso de Maduro el mayor problema está en su alineamiento geopolítico, en el que destacan las alianzas y negocios con China, Rusia, Irán y países de los BRICS. Todo ello porque el imperialismo yanky no quiere ninguna fisura en el ejercicio de su hegemonía económica y política en la región latinoamericana y caribeña, a la que considera como su “patio trasero” y zona exclusiva de dominación colonial o semicolonial. Algo parecido sucede con lo que representa Petro para los EE.UU.
Lo que ocurre con Venezuela, con Colombia y con las relaciones actuales de los EE.UU con América Latina, hay que tomarlo en el contexto de la ruptura de Trump con el orden normativo e institucional establecido tras la II Guerra Mundial, que salta por encima de toda regulación, tratados, convenciones de derechos y organismos internacionales, reemplazándolo todo por la arbitrariedad y la “ley del más fuerte”, con un método basado principalmente en la extorsión para obtener lucro económico o beneficios políticos, la coacción, amenazas graves, intimidación o directamente la violencia física, además de la más grosera manipulación y la falsedad, por fuera de toda legitimidad o legalidad (incluso la legalidad burguesa de su propio país e internacional).
Habiendo empezado por hundir supuestas “narcolanchas” y matar a sus tripulantes en linderos del mar venezolano; ha pasado a atacar a embarcaciones de otros países o con tripulación de otras nacionalidades, como ocurrió con ciudadanos de Trinidad y Tobago que iban en una de las lanchas hundidas, a pesar de que el gobierno trinitario mantiene una actitud de colaboración con lo que está haciendo Trump. Ahora también acusa al presidente colombiano Gustavo Petro de ser “jefe del narcotráfico” y ha comenzado a hundir lanchas de ese país. Petro afirma que eran pescadores, mientras que Trump habla de “narcos del ELN”. Las órdenes de Trump operan sin procedimientos de intercepción y detención, sin investigación, sin pruebas ni explicaciones, y sin proceso legal alguno, con ejecuciones mediante bombas, y fuera de su jurisdicción, con claros actos de guerra.
La escalada contra Venezuela y Colombia es contra toda América Latina
La situación se calienta con el anuncio de la posibilidad de llevar a cabo “acciones armadas y letales” dentro de los territorios, ya sea contra lo que les parezca “narcotráfico” en Venezuela o Colombia, o contra dirigentes del gobierno venezolano a los que ha puesto orden de captura e incluso ofrece recompensa por llevarla a cabo. Trump ha hablado de “cazar y matar” a Maduro y reveló haber autorizado actividades encubiertas de la CÍA en Venezuela (aunque no sea ninguna novedad). Y ésto viene con un agravante, que es la implicación del aparato del Estado sionista genocida: el MOSAD, en cooperación con los EE.UU, por su experiencia en las operaciones intervencionistas y de liquidación de dirigentes en toda la región del próximo Oriente (Líbano, Siria, Irán, Yemen o Qatar y otros países).
Lo que estamos viendo parece estarse convirtiendo en una escalada de las fuerzas militares norteamericanas, aunque las actuaciones llevadas a cabo sean todavía muy parciales o limitadas; pero se están ampliando a Colombia, afectan colateralmente a otros países, y van en aumento. En el caso de Colombia, ocurre con un país que mantiene bases estadounidenses dentro de su espacio, como ya mencionamos.
Los pueblos movilizados debemos ser vanguardia frente a los timoratos y lacayos gobiernos latinoamericanos
Petro ha condenado las agresiones contra Venezuela y ha llamado a los países latinoamericanos a tomar medidas en rechazo de las agresiones ordenadas por Trump. Ha planteado acciones conjuntas de Colombia con Venezuela y hasta con Trinidad-Tobago, donde ha habido protestas sociales tras la muerte causada a pescadores de ese país. Pero las respuestas dadas por Petro son todavía muy insuficientes, pues Colombia tendría que tomar medidas para que se produzca el retiro de las bases norteamericanas que hay en su suelo y dar por terminados los acuerdos de cooperación con la OTAN que se establecieron con los gobiernos del uribismo.
Aparte de ésto, hay que tomar en cuenta que Petro, como presidente de Colombia, asumió recientemente la presidencia pro tempore de la CELAC (Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños), lo que se produjo el 9 de abril de 2025, durante la cumbre celebrada en Tegucigalpa, Honduras, y por tanto, en esta presidencia rotativa y anual, le corresponde al país que la ejerce representar al bloque en foros internacionales, coordinar agendas comunes y promover la integración regional. En este caso, Colombia fue elegida por unanimidad para liderar el mecanismo, lo que también implica que Petro actúa como vocero político del grupo en este periodo.
Por lo tanto hay implicaciones dobles, por cuanto Trump está agrediendo a quien ejerce la presidencia de un organismo que congrega a un amplio conjunto de estados latinoamericanos y caribeños, lo cual agudiza y profundiza la gravedad de dicha agresión; pero por otra parte, ofrece a Petro la oportunidad de convocar a dicho organismo (CELAC) para intentar que plante cara, con el fin de poner freno a la escalada norteamericana, pese a que muchos de los gobiernos de los países que la constituyen sean lacayos proimperialistas.
Lamentablemente, hasta el momento, la CELAC, como organismo multilateral, ha tenido una respuesta fragmentada y diplomáticamente muy timorata ante las hostilidades militares de Estados Unidos, lo que dice mucho de las relaciones semicoloniales imperantes entre la potencia imperial y los regímenes burgueses del área.
Pero lo que está sucediendo tendría que ser motivo de un llamado de urgencia en defensa de la soberanía de dos de sus países miembros y del país que la preside como comunidad de naciones, lo que debe ser, por tanto, una exigencia de los pueblos movilizados que la componen, con presiones contundentes sobre sus gobiernos, sobre las embajadas de cada uno de ellos o de los más grandes y prominentes, especialmente México como país del Caribe y del Pacífico, y Brasil como país fronterizo con Venezuela y Colombia.
Es muy grave que no se conozca aún un pronunciamiento conjunto a la altura de los sucesos, pese a que haya habido declaraciones tanto de Colombia como de Venezuela en el sentido de que “una intervención armada de EE. UU. sería considerada una agresión contra toda la región, apelando al principio de no intervención y defensa de la paz”. Algunos países miembros, aunque sin unanimidad, han expresado “preocupación” por el despliegue militar y pidieron “resolver las diferencias mediante el diálogo”, sin pasar de ahí ante el empuje de la agresiva potencia estadounidense. Un “saludo a la bandera” como se suele decir. Y lo que es peor, mientras la CELAC organizaba reuniones de emergencia tras el despliegue de buques y tropas estadounidenses, la fuerzas armadas de algunos países CELAC estaban involucradas en ejercicios militares conjuntos con los EE.UU en aguas caribeñas. Algo que debe ser repudiado rotundamente.
Así que, visto lo anterior, el protagonismo principal está entonces en manos de los pueblos, de las organizaciones y movimientos sociales y políticos, del movimiento obrero y popular, que tengan puntos de vista y posturas de defensa de la independencia y soberanía de las naciones latinoamericanas, y contra el intervencionismo yanky, para que se organicen protestas en todos nuestros países que exijan la adopción de acciones que apunten a detener la agresión norteamericana en curso, incluyendo ruptura de relaciones con los EE.UU, medidas económicas nacionalistas, ruptura de tratados y transacciones de carácter militar o del mercado de armamentos, o apoyo militar defensivo a los agredidos de ser el caso.
La obligante postura antiimperialista de defensa nacional y latinoamericana no equivale a apoyar políticamente a gobiernos autoritarios o reformistas
En nuestro comunicado previo ya advertíamos que esta ofensiva contra Venezuela no era simplemente contra el gobierno de Maduro y que era una amenaza extensiva a todos nuestros países latinoamericanos, como ya lo estamos viendo. No olvidemos que Trump, al comenzar su gobierno, manifestó su pretensión de volver a tomar por la fuerza el control del Canal de Panamá si no funcionaba a plena conveniencia de los EE.UU. (apuntando, entre otras cosas, a restringir las operaciones comerciales de China). Estamos observando cómo ha aumentado la presión sobre México y cómo el “King” Trump también se mete en la política interna de Brasil, amenazando con subidas de aranceles por la condena de su amigo golpista Bolsonaro. Igualmente hemos comentado la intromisión en Argentina, y de distintas maneras viene apuntalando a los regímenes más neoliberales, derechistas y represivos en el área.
Hemos señalado con claridad que al pueblo venezolano no lo van a salvar las acciones de fuerza de Donald Trump, que no lo hará ningún líder político sometido a sus dictados, como es el caso de María Corina. La historia y la realidad internacional muestran el resultado de las invasiones de los EE.UU y de los gobiernos lacayos que impone. Más aún hoy, cuando los EE.UU es el cómplice principal del genocidio cometido contra el pueblo palestino de Gaza. Un genocidio que no es condenado por la “Nobel de la Paz” María Corina Machado (cuestionada por organizaciones noruegas).
Estamos por la defensa de Venezuela, de Colombia y de cualquier país agredido por el imperialismo, y en favor de que esa defensa se convierta en una oportunidad para avanzar hacia la liberación plena con el impulso de verdaderas revoluciones socialistas que den el poder los trabajadores y al pueblo, en lugar de que permanezca el dominio de las burguesías o de las burocracias corruptas en los marcos del capitalismo. Insistimos en que gobiernos como el de Maduro no son de izquierda, ni son socialistas, que lo que hacen es administrar regímenes capitalistas, profundamente antiobreros y antidemocráticos, usando el “socialismo” como una falsa bandera. Es más, la presión de Trump les da más excusas para reforzar su autoritarismo y la represión. A otros, como al gobierno de Petro, les viene llegando la hora de las definiciones sobre su rumbo, al encontrarse sometido a la ofensiva del imperialismo: ¿Avanza con el pueblo colombiano por la vía del anticapitalismo y el antiimperialismo consecuente, en el marco de la lucha latinoamericana, o se atasca frente al acoso de Trump?
Por eso remarcamos que la defensa antiimperialista de Venezuela no significa respaldar a un gobierno tan nefasto como el de Maduro, que por su naturaleza, creemos que no es capaz de defender consecuentemente al país de una potencia extranjera como los EE.UU, mientras sigue sometiendo al pueblo venezolano a condiciones miserables de superexplotación, represión y violaciones de derechos, desfalco y ruina. Las nocivos efectos de las políticas capitalistas y contrarrevolucionarias de este gobierno se han agravado con las sanciones imperialistas y si el gobierno venezolano dice ahora que hay una “recuperación” o “crecimiento” económico, queremos denunciar que eso es una falacia y un espejismo. Se trata de un aparente “crecimiento” capitalista que no mejora las condiciones de vida y que está basado en el despojo del salario (salario cero) junto con otros derechos, el subsidio de las remesas de 7 millones de emigrantes, y negocios derivados de la corrupción o de la explotación de nuestros recursos por transnacionales imperialistas (chinas, rusas o norteamericanas y europeas) en reversión de las políticas soberanas implantadas anteriormente.
Lo peor de todo es que, ante la posibilidad de una invasión armada o una guerra, este gobierno se muestra absolutamente incapaz de dar más fortaleza al pueblo con mejores salarios y restitución de los beneficios que le han sido arrebatados, de mejorar su salud y los servicios básicos. Tampoco es capaz de volver a tomar medidas de recuperación de la soberanía económica, como las que de manera tibia se habían comenzado a tomar en los tiempos de Chávez y sigue haciendo depender la producción petrolera de una transnacional del mismo imperio que le está atacando militarmente en estos momentos. Y ni siquiera abre espacios de participación y discusión democrática para que se expresen quienes estando en contra la agresión imperialista critican sus políticas. Porque lo que están haciendo es defender sus propios privilegios y el botín que han acumulado a costa del pueblo venezolano.
Esto no lo decimos porque esperemos nada del gobierno de Maduro sino para animar la lucha del pueblo venezolano en la exigencia de sus derechos y reivindicaciones, que no pueden ser postergados con la excusa de la amenaza militar externa, como se han postergado con la excusa de la “guerra económica” y las sanciones. Al contrario; la lucha por los derechos sociales y democráticos del pueblo debe fortalecernos en la lucha por la independencia y la soberanía frente al imperialismo norteamericano, y la lucha por la soberanía, a su vez, debe fortalecer los derechos.
Por tanto, una vez más reiteramos la exigencia de que se restituyan los derechos democráticos y sindicales de la clase trabajadora y de la ciudadanía en general; que cesen la represión, el uso injusto de la criminalización de la protesta como “terrorismo” o “instigación al odio” y los encarcelamientos arbitrarios, que se libere a los presos por ejercer derechos, que otorguen salarios dignos (acordes con el costo de la canasta básica), que se supriman las medidas anticonstitucionales que privilegian al capital trasnacional, en desmedro de la soberanía y del derecho del pueblo a un trabajo decente. Esto debería dar pasos en favor de que se respete el derecho democrático a elegir al gobierno.
Por supuesto, en esto hay que denunciar que ha sido la propia política contrarrevolucionaria de Maduro y la burocracia que representa, lo que le ha permitido recuperar espacio a la ultraderecha.
Por una campaña internacional de urgencia junto al pueblo latinoamericano y estadounidense contra el intervencionismo imperialista
Estando a favor de acompañar la unidad de acción del pueblo venezolano contra el intervencionismo norteamericano, pero manteniendo la independencia frente al gobierno de Maduro y la oposición a sus políticas, sin concederle ninguna confianza ni apoyo a su régimen político, creemos necesario impulsar una gran campaña sostenida de solidaridad, especialmente en América Latina y el Caribe.
También, por supuesto, a nivel internacional, incluyendo a los migrantes latinos, los trabajadores y la juventud progresista en los Estados Unidos que hoy está protestado con manifestaciones de millones de personas contra la deriva autoritaria de Trump dentro de ese país. Un papel muy importante en esto lo pueden jugar esos movimientos estadounidenses a los que Trump llama “lunáticos izquierdistas”.
Es un propósito que se enlaza con la lucha que se ha venido sosteniendo a escala mundial desde los movimientos contra el genocidio en Gaza cometido por los sionistas con la cooperación del imperialismo yanky. Y, por supuesto que la solidaridad con Palestina, y a la vez con los países agredidos en América Latina, enlaza también con las protestas del propio pueblo norteamericano (tanto de los nacionales como de los migrantes) contra la acelerada y profunda ofensiva autoritaria de Trump contra sus derechos dentro de los EE.UU. La ofensiva internacional de Trump y su autoritarismo interno son interdependientes.
Por eso estamos ante una oportunidad de unificar o coordinar, con simultaneidad y objetivos comunes, las luchas que está protagonizando el pueblo norteamericano contra el autoritarismo de Trump a lo interno, con la protesta latinoamericana contra la expresión de ese mismo autoritarismo que hostiga a los pueblos latinoamericanos y amenaza con intervenir militarmente en algunas de sus naciones. ¡Luchemos unidos contra el autoritarismo y el intervencionismo!
En el marco de esa campaña de solidaridad entran en juego algunas de las propuestas del presidente colombiano Petro, en cuya promoción pensamos que le ha faltado mayor empeño y concreción, como presionar con movilizaciones latinoamericanas a los gobiernos de Nuestra América para que gobiernos y organismos latinoamericanos se definan y tomen medidas, condenen tajantemente las acciones de Trump, se inicien reclamos judiciales y diplomáticos conjuntos, o se decida romper relaciones con el gobierno de los EE.UU, suspender tratados militares y negocios, expulsar a la DEA, para exigirle y forzar el cese de las agresiones y del intervencionismo.
Pero no se trata de esperar a que los gobiernos existentes hagan algo, sino que el centro debe estar -insistimos- en la propia acción de los pueblos, en la toma de las calles, tanto en los países agredidos como Venezuela y Colombia como en todos los países de nuestra hermandad latinoamericana, incluidos nuestros migrantes en los EE.UU.
Por supuesto, que para nosotros como antiimperialistas, anticapitalistas y revolucionarios socialistas la unidad latinoamericana y la movilización contra la ofensiva colonialista o semicolonial de los EE.UU es, merece la pena repetirlo, en función de la liberación, independencia y soberanía de nuestras naciones y no implica la defensa de gobiernos corruptos y autoritarios, con los cuales pensamos que tienen que ajustar cuentas los propios pueblos con su lucha y sin interferencias del imperialismo gringo o de ningún otro.
En esta lucha, desde nuestra visión, se inscribe en el proyecto de una América Latina unida, bajo la dirección de gobiernos de la clase trabajadora y el pueblo, con democracia social real y no la “democracia” del dinero, sin autoritarismos, sin militarismo, sin burócratas, sin corrupción, sin países que se impongan sobre los otros, que lleve a cabo la transformación socialista auténtica, con la economía y el poder político puestos al servicio del pleno disfrute de los derechos del pueblo. Para nosotros, todo esto entra en la perspectiva de alcanzar la Segunda Independencia de los países de toda América Latina y traza un horizonte en el que las naciones latinoamericanas y caribeñas liberadas por revoluciones obreras, campesinas y populares, puedan avanzar por el camino hacia la conformación de una futura federación socialista de los pueblos latinoamericanos y del Caribe.
Pero la tarea concreta, ahora mismo, es luchar juntos contra el intervencionismo imperialista, defendiendo la soberanía y la independencia de nuestros países, sin dejar en ningún momento de defender nuestros derechos como clase trabajadora y como pueblos en pos de una sociedad sin explotación y sin tiranías.
Marea Socialista de Venezuela
UNIOS de Colombia
Liga Internacional Socialista


