Reproducimos a continuación el reportaje realizado por Pedro Lacour para La Nación a Alejandro Bodart, candidato a diputado nacional por el Frente de Izquierda Unidad – Lista 504 / 10R (R)evolucionemos la izquierda en la Provincia de Buenos Aires.
Alejandro Bodart, precandidato a diputado del Frente de Izquierda pide discutir también la propiedad de la tierra; dice que “si la Argentina no paga la deuda generaría una ola de simpatía continental”
Alejandro Bodart no tiene pelos en la lengua para plantear sus diferencias con Nicolás Del Caño. “Se suponía que la idea era renovar para ir por un camino distinto, no para transformarse en lo que supuestamente se venía a combatir”, lanza el precandidato a diputado nacional bonaerense por el Movimiento Socialista de los Trabajadores (MST). Es el partido que decidió competir con boleta propia en las PASO del Frente de Izquierda-Unidad (FIT-U) y enfrentar a la lista que conforman las otras tres fuerzas del espacio (Partido de los Trabajadores Socialistas, Partido Obrero e Izquierda Socialista).
En diálogo con LA NACION, Bodart reclama un cambio radical en la política económica, pero aclara que para lograrlo “hay que tocar intereses” y que “si la Argentina decide no pagar la deuda generaría una ola de simpatía continental”. Además, destaca la “relevancia estratégica” de dar un debate abierto dentro del FIT-U, frente al que el MST se sumó en 2019. “La izquierda está entre ser un eterno 5% o iniciar un camino para transformarse en una fuerza que dispute el poder real”, sentencia.
-¿Cree que el FIT-U podrá canalizar electoralmente el descontento producido por la crisis?
-Yo creo que es un momento importante para la izquierda. Si madura, se abre un período donde puede crecer mucho. Aunque también es cierto que hay una polarización a nivel internacional que, frente a la debacle de todo el sistema político tradicional, intenta levantar una alternativa más de derecha.
-¿Ve en eso un fenómeno más político que social?
-No, yo creo que tiene que ver con problemas sociales profundos. Hay polarización social. Estamos frente a una crisis sistémica que viene de mucho antes de la pandemia y que abarca muchos elementos, como lo ambiental o lo económico.
Alejandro Bodart no tiene pelos en la lengua para plantear sus diferencias con Nicolás Del Caño. “Se suponía que la idea era renovar para ir por un camino distinto, no para transformarse en lo que supuestamente se venía a combatir”, lanza el precandidato a diputado nacional bonaerense por el Movimiento Socialista de los Trabajadores (MST). Es el partido que decidió competir con boleta propia en las PASO del Frente de Izquierda-Unidad (FIT-U) y enfrentar a la lista que conforman las otras tres fuerzas del espacio (Partido de los Trabajadores Socialistas, Partido Obrero e Izquierda Socialista).
En diálogo con LA NACION, Bodart reclama un cambio radical en la política económica, pero aclara que para lograrlo “hay que tocar intereses” y que “si la Argentina decide no pagar la deuda generaría una ola de simpatía continental”. Además, destaca la “relevancia estratégica” de dar un debate abierto dentro del FIT-U, frente al que el MST se sumó en 2019. “La izquierda está entre ser un eterno 5% o iniciar un camino para transformarse en una fuerza que dispute el poder real”.
-¿Cree que el FIT-U podrá canalizar electoralmente el descontento producido por la crisis?
-Yo creo que es un momento importante para la izquierda. Si madura, se abre un período donde puede crecer mucho. Aunque también es cierto que hay una polarización a nivel internacional que, frente a la debacle de todo el sistema político tradicional, intenta levantar una alternativa más de derecha.
-¿Ve en eso un fenómeno más político que social?
-No, yo creo que tiene que ver con problemas sociales profundos. Hay polarización social. Estamos frente a una crisis sistémica que viene de mucho antes de la pandemia y que abarca muchos elementos, como lo ambiental o lo económico.
-La cuestión ecológica parece estar bastante ausente de la campaña.
-En el MST nos consideramos ecosocialistas. Es una definición que no es muy compartida con los demás partidos del FIT-U. Hay algunos compañeros que creen que solamente con un control de los trabajadores se pueden compensar los desastres ambientales. Nosotros creemos que hay determinadas actividades que habría que prohibir, como el fracking, la megaminería o la utilización de los agrotóxicos. Nada de eso es sustentable con la naturaleza. Hay que ir hacia energías renovables, pero las grandes empresas se niegan por los costos que les implicaría. Defender a la clase trabajadora es también defender que haya un mundo para que esa clase trabajadora exista.
-Acaba de plantear un matiz con la otra lista del FIT-U…
-Tenemos muchos matices. La izquierda es diversa.
-Nicolás Del Caño y Myriam Bregman plantean la reducción de la jornada laboral a 6 horas. ¿Qué propone el MST?
-El FIT-U tiene una base programática que es lo que permite que subsista. Esos son nuestros acuerdos, donde está, por ejemplo, el tema de la reducción de la jornada laboral. Así como hace un siglo las 8 horas eran una necesidad, hoy las 6 horas también lo son y, más temprano que tarde, se van a terminar imponiendo. Es inaceptable que haya un 40 o 50% de la masa laboral que esté por fuera del sistema. El desempleo es un problema de fondo que hay que solucionar. Aunque consideramos que para dar trabajo harían falta más medidas, como un gran plan de obras públicas que reconstruya la infraestructura del país que viene muy atrasada, o un plan masivo de viviendas.
-¿Qué opina acerca de la personería social lograda por la Unión de Trabajadores de la Economía Popular (UTEP), la confederación que agrupa a los trabajadores informales?
-Yo defiendo la organización de todos aquellos que quieran organizarse. Sin embargo, no creo que haya que aceptar que exista un sector por fuera de la sociedad. La tarea es la de crear trabajo genuino. No hay que ir para atrás, hay que ir para adelante. Por ejemplo, reducir la jornada laboral permitiría que un 25% más de jóvenes ingresen al mercado laboral. El debate ahí sería, en todo caso, si se garantiza el mismo salario o no. Por eso habría que arrancar por las grandes empresas, que son las que cuentan con la espalda para bancarlo. Somos los únicos que defendemos un programa más integral para terminar con el trabajo precario. Es posible hacerlo.
-¿De qué manera se lo financiaría?
-No nos vamos a cansar de decirlo: hay que terminar con el problema de la deuda, que es un mecanismo de chantaje. Es el famoso usurero, que nunca quiere que le pagues todo lo que le debés porque busca que dependas de él. Es un mecanismo de dominación, no solamente un mecanismo financiero.
-¿Existen realmente las condiciones para desconocer el pago de la deuda, como lo plantea siempre la izquierda?
-Yo creo que sí. Si la Argentina decide no pagar la deuda generaría una ola de simpatía continental. El problema, en ese caso, lo tendrían los bancos. Por eso hay una campaña brutal que dice que no se puede. Nunca se investigó la deuda porque, si eso sucede, toda la clase política va en cana. Se paga a ojos cerrados, sabiendo que es un fraude. ¿Dónde están los 45.000 millones de dólares que tomó [Mauricio] Macri? El acuerdo con el FMI va a pasar por el Congreso, ¿qué va a votar [la precandidata del Frente de Todos, Victoria] Tolosa Paz? Creo que está clarísimo. Si todo lo que vos producís se va afuera, ¿con qué plata vas a solucionar los problemas del país? Así tenemos un 51% de pobreza y un 15% de indigencia en la provincia de Buenos Aires, índices peores que los del 2001.
-Es que es la situación es tan grave que nada parecería alcanzar.
-Hay mil familias que son dueñas del 40% de la tierra en la provincia de Buenos Aires. ¿Y si los ingresos del campo se utilizaran para industrializar el país? El problema es que acá nadie quiere tocar intereses. Pasó con el impuesto a la riqueza, que en realidad fue un aporte por única vez de un pequeño grupo. En el mundo se está discutiendo un impuesto del 15% a las corporaciones y acá no se puede discutir un impuesto permanente a la riqueza porque termina en un revuelo bárbaro.
-Justamente, llamó la atención que los diputados del FIT-U no acompañaran ese proyecto en el Congreso.
-Nosotros lo discutimos mucho internamente en su momento y llegamos a la conclusión, por varias razones, de que lo mejor era abstenernos. Uno de los motivos fue que ya teníamos un proyecto alternativo y previo al que presentó el Gobierno, en el que planteábamos un impuesto permanente. Y otro, que los fondos que se iban a conseguir del aporte iban a utilizarse para fomentar el fracking, que es una contradicción total con lo que nosotros decíamos. Además, la aprobación de la ley no terminó dependiendo de nuestros votos. Si la discusión hubiese estado más peleada, lo hubiéramos rediscutido.
-¿En qué se diferencia propositivamente la lista del MST de la lista 1A, que encabezan Del Caño y Bregman?
-Nos diferenciamos en que, a la pretensión de ser tercera fuerza, nosotros le agregamos la importancia de construir una alternativa de gobierno. La izquierda está entre ser un eterno 5% o iniciar un camino para transformarse en una fuerza que dispute el poder real. Ahí tenemos un matiz con la otra lista. Creo que ellos son escépticos de que esto pueda lograrse y se conforman con el desempeño electoral y las bancas conseguidas. Hay como un techo autoimpuesto que la izquierda debe romper, para eso tiene que salir de la zona de confort.
-Del Caño y Bregman plantean que ya renovaron a la izquierda en 2015, cuando le ganaron a Jorge Altamira.
–El Del Caño de hoy es más parecido al Altamira de 2015 que al Del Caño que le ganó a Altamira en aquel entonces. El problema es que se han vuelto hiper conservadores. Se suponía que la idea era renovar para ir por un camino distinto, no para transformarse en lo que supuestamente se venía a combatir. No podés ser el candidato toda la vida. Un frente de izquierda no puede ser capitalizado ni monopolizado por un partido, porque corre riesgo de romperse. Del Caño no es nuestro referente.
-Algunos otros sectores de izquierda acusan al MST de ser “reformista”.
-Eso es producto de lo que generó en su momento nuestra alianza con Pino Solanas. Es un caso muy ilustrativo. Hace unos años se nos criticó por haber ido con él, cuando estaba claro que era un intelectual que representaba banderas progresivas y quien podría haber impulsado la construcción de una alternativa de masas. ¿Qué hizo la izquierda? Le cerró la puerta y lo empujó a volver al peronismo. Esa izquierda que se asusta del poder no sirve.
-¿Plantearon todos estos puntos al momento de ingresar al FIT-U en 2019?
-Por supuesto. Creemos en la unidad, pero también en la necesidad de dar estos debates, que consideramos estratégicos con independencia del resultado electoral. Tardamos mucho en entrar al frente porque lo considerábamos medio sectario. Hoy creemos que es importante dar la batalla desde adentro. El FIT-U es la expresión más avanzada de la izquierda, pero tiene que recuperar el dinamismo. Se sigue pensando demasiado en la autoconstrucción. Nosotros queremos hacer una cosa grande, no nos conformamos con lo testimonial. En el MST creemos que hay que transformar el frente en un movimiento que exceda lo electoral y que permita el ingreso no solo de otras fuerzas políticas, sino de todo activista de izquierda independiente que quiera sumarse. Lógicamente, es más fácil controlar algo chiquito que no incide en la realidad. Yo quiero cambiar la realidad, y para eso necesito a la gente. ¿Qué revolucionario sos si le tenés miedo a la gente?