sábado, 28 diciembre 2024 - 22:47

Alberto. ¿“Un gen revolucionario que no se apagó”?

“Mi vocación revolucionaria de joven la sigo manteniendo viva”, dijo Alberto el 9 de agosto en un acto electoral. Claro, le hablaba a un público joven. Pero no, no resiste el archivo. En la secundaria, en los 70, pasó por la UES peronista. Fue lo único que se podría considerar progresivo. De ahí en más, no hubo ningún atisbo de revolución ni tan siquiera de evolución: fue todo a derecha.

En los 80, con poco más de 20 años, Alberto se acercó a su tocayo Asseff -casi facho- y dirigió la juventud del Partido Nacionalista Constitucional.

En el 83 se afilió al PJ pero en el 85 se fue con Alfonsín, que lo nombró subdirector de asuntos jurídicos del Ministerio de Economía.

En el 89, con 30 años, se arrimó al ajustador y entreguista Menem, que lo designó como superintendente de Seguros de la Nación.

En 1996 se cobijó con Duhalde, que lo puso a cargo de distintas áreas del Banco Provincia y luego de tesorero de su campaña presidencial de 1999.

En el 2000 se alió al neoliberal Domingo Cavallo, el ídolo de Milei y Espert, por cuya lista entró de legislador porteño.

Cuando Néstor ganó en 2003 lo nombró jefe de gabinete y desde entonces, con idas y vueltas, orbita en las filas del pejotismo.

En resumen, aquella chispa de progresismo que pudo haber tenido Alberto Fernández en la década del 70 ya se apagó una y mil veces en este casi medio siglo. Nada queda, salvo su relato oportunista. Pruebas sobran.

Ya no jóvenes de edad pero sí de la cabeza y el corazón, quienes seguimos militando por la revolución le decimos: Alberto, mejor callate.

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