El 11 de diciembre amaneció verde. Tras horas de vigilia y calor, miles festejamos en Congreso la nueva media sanción del aborto legal. Pero a diferencia de 2018, este triunfo es más limitado. Alertamos aquí sobre sus trampas. Sólo si nos mantenemos movilizadas lograremos que el Senado apruebe la ley el 29D y que luego se aplique.
Igual que en 2018 la Plaza Congreso estaba partida al medio, pero la paridad geográfica no era proporcional a la fuerza social: el verde inundaba casi todos los alrededores del Congreso, mientras que el sector celeste era mucho menor.
Pese a la pandemia fue nuestra marea verde la que obligó al gobierno nacional a presentar su demorado proyecto de ley de IVE. Y pese al freno permanente que impuso la articulación de la Campaña, fue nuestra marea verde la que mantuvo la pelea todo este tiempo y el 10 y 11 salió por miles a Congreso y a las calles de todo el país a exigir la aprobación del aborto legal. ¡Y lo logramos!
Fracasaron todos los intentos del Papa, la Iglesia Católica, los evangélicos y demás antiderechos en tratar esta vez de esgrimir argumentos menos religiosos y más “científicos”. No pudieron, porque es burdo pretender igualar los conceptos de vida y de persona. Los celestes fueron derrotados porque el consenso social está más instalado que sus prejuicios medievales.
También perdió la derecha política, tanto macrista como peronista. “Con tanta pobreza no es momento de debatir el aborto”, decían. Pero según ellos, nunca es el momento. Además, no les cabe hacer demagogia porque también son cómplices del FMI y del ajuste. Por supuesto, esa hipocresía de la derecha no quita que el gobierno de Alberto Fernández y Cristina, el mismo día en que se votó la IVE, hizo aprobar en el Senado el recorte a los jubilados: un nuevo robo planificado contra uno de los sectores más vulnerables.
A pesar de las demoras, del proyecto oficial recortado y de los recortes que además le agregaron en Diputados, la legalización parcial del derecho al aborto es un avance objetivo respecto de la legislación anterior. Es una conquista importante de la lucha colectiva feminista y disidente de los pañuelos verdes, en la que sin duda somos uno de los sectores más consecuentes en alertar las dificultades, en proponer alternativas y en movilizar con todas nuestras fuerzas.
Por qué una victoria acotada
A diferencia de aquella media sanción de 2018, en esta oportunidad se aprobó una ley inferior, más recortada. Existen causas objetivas y subjetivas para ello.
Es un hecho que el gobierno en su proyecto de ley le cedió abiertamente a la presión de la Iglesia, a la que necesita para el llamado “pacto social”, y por eso incluyó la objeción de conciencia individual, mantuvo la penalización para el aborto después de la semana 14 y presentó la ley de los “mil días”.
Pero el asunto es cómo se responde ante ese hecho de la realidad. Por eso la segunda razón del retroceso es subjetiva. En efecto, la articulación de la Campaña le cedió en forma permanente al gobierno. No alertó ni criticó el proyecto de Alberto, muy inferior al de la Campaña, sino que lo elogió. Después, apenas cuestionó al pasar la objeción de conciencia y de hecho abandonó la pelea por el proyecto colectivo propio, buscando sólo “corregir” el proyecto oficial. Por lo tanto se negó a impulsar toda movilización, así fuera con distanciamiento. O sea, como línea política confió en el cabildeo parlamentario por arriba en vez de impulsar la movilización verde en las calles.
Es el eterno debate del posibilismo: “No da la relación de fuerzas”, dicen. Es una afirmación falsa, que se acepta como verdad inamovible, como hecho consumado, con tal de justificar la política de ceder y capitular. Por eso se limitaron a una adaptación a “lo posible”, a ir a menos, abandonando el proyecto de la Campaña por otro que implica retroceso.
Al confiar en el gobierno y en el Congreso, la articulación de la Campaña perdió terreno y entonces el oficialismo apretó y fue por más: a la objeción individual del proyecto de Alberto le agregó la objeción institucional de hecho, empeorándolo. Es decir, la ley es inferior a la de 2018 porque acepta que algunos sectores del sistema de salud directamente nieguen el derecho a decidir. Esto es peor en algunas provincias y municipios con fuerte peso clerical.
Este rumbo equivocado fue abriendo críticas en la Campaña hacia su dirección, por parte de sectores tanto independientes como organizados que defendemos nuestro proyecto y no otro. Como suele pasar, ante las críticas la articulación acentuó los métodos burocráticos y las maniobras. Un amplio sector del activismo lo percibe y por eso hay malestar, como lo hay también entre las bases militantes de agrupaciones del Frente de Todos, descontentas con el accionar del gobierno.
El colmo fue el intento de la “comisión de autocuidados” de la Campaña de aparatear la convocatoria del 10 y 11, poniendo bien cerca de Congreso al peronismo y bien lejos a la izquierda. Por supuesto, no lo aceptamos ni lo permitimos. Mientras a la Campaña les sobró corralito porque movieron mucha menos gente de la que esperaban, nuestra columna de Juntas y a la Izquierda y el MST no sólo fue la mejor ubicada en la esquina central de Congreso sino que además fue la más numerosa de toda la movilización y con un protagonismo y agite incansable durante los tres días y sus dos vigilias. Así lo confirman todos los videos y las fotos. Cele Fierro y Vilma Ripoll fueron parte de la combativa movida, así como en todo el interior del país lo fueron nuestras referentes, militantes y simpatizantes en nutridas columnas.
Ahora, no aflojar
Si la Campaña hubiera seguido el rumbo que planteamos desde el primer momento, defendiendo el proyecto colectivo y enfrentando con firmeza la objeción de conciencia, apoyándose en la marea verde y a la vez impulsándola, seguramente hubiéramos logrado una mejor ley.
Más allá del balance, ahora se viene el turno del Senado y ya sabemos que no podemos tener ni la más mínima confianza en esos dinosaurios. Por eso es clave movilizar el 17 y sobre todo el 29 para presionar y garantizar la aprobación de ley. No podemos descartar maniobras de último momento ni tampoco jugar al empate para que desempate Cristina, un oportunismo peligroso que pondría en riesgo la ley.
Hemos salido de este primer round muy fortalecides, ya que tuvimos razón en la perspectiva. Por eso muchas de los cientos de pibas independientes que el 10 y 11 en Congreso cantaron y bailaron con nosotres ya se están incorporando a militar a Juntas y el MST y nos van a acompañar en el acto de este sábado 19 en Plaza de Mayo.
Todo un sector de la vanguardia de la marea verde empalma con nuestras ideas y propuestas porque sabe que la pelea va más allá del aborto legal sin restricciones. Saben que debemos lograr separar Iglesia y Estado, anular sus subsidios y unir todas las luchas contra este sistema capitalista y patriarcal. Porque mientras haya capitalismo, y más si está en crisis total, como ahora, van a atacar todos nuestros derechos, incluso los de género. Y por eso, como dice nuestra canción, “al patriarcado lo tiraremos junto con el capital”.