El fin de año argentino se tiñó de verde. Una conquista histórica de la movilización feminista y disidente, aunque retaceada desde el poder político. Las contradicciones de la Campaña Nacional por el Derecho al Aborto. Nuestro protagonismo y cómo seguirla para ir por más.
Cele Fierro y Pablo Vasco
“Se vota en el Senado, se define en las calles” dijimos desde antes. Y así fue. El histórico logro de la ley de aborto es mérito esencial de la movilización popular de pañuelo verde, cuyo epicentro es Buenos Aires pero que tiene alcance nacional e impacto continental y mundial. Es esa fuerza imparable y conmovedora de miles y miles y miles de pibas y no tan pibas la clave que permitió que la votación en esa cueva de dinosaurios llamada Senado fuera de 38 a favor, 29 en contra y una abstención.
Es sin duda nuestra marea verde la que puso el tema en la agenda política, la que conquistó la media sanción en 2018, la que llevó a Alberto Fernández a tener que incluirlo en su campaña y luego a presentar su demorado proyecto, y la que ahora terminó ganando la pulseada más allá de todas las maniobras y presiones en contra. Fuera del Congreso, la masividad verde contrastó con la escasez celeste, demostrando que el derecho al aborto tiene mucho mayor consenso social. El resultado de la aprobación es bien claro: el movimiento de mujeres y disidencias sale fortalecido para seguir avanzando.
Desde ya, el gobierno nacional, el peronismo en general y el kirchnerismo en particular intentan capitalizar políticamente este gran avance. Pero no les es fácil, primero porque se sabe que en sus 12 años en el poder el gobierno K siempre cajoneó el proyecto de ley; segundo porque se sabe de la buena relación gobierno-Iglesia; tercero porque se sabe que el proyecto de Alberto era limitado y que al pasar por ambas cámaras lo fueron limitando aún más; y cuarto porque también se sabe que Cristina no hizo nada por la ley. Como lo reconoce hasta el diario oficialista Página 12, “cerca del presidente… consideran que CFK no se ocupó especialmente de convencer a senadores y senadoras celestes o dubitativos”[1].
Menos sabido, pero hay que decirlo, el gobierno usó el tema aborto para tratar de ocultar que el mismo día hacía aprobar en Diputados el ajustazo a las jubilaciones que le ordenó el FMI.
A llorar, a la Iglesia
Si hubo una victoria es porque hay derrotados. ¡Y claro que los hay! Primero en la lista, el reverendo Papa argentino Bergoglio y la Iglesia Católica Apostólica Romana, ésa que se quiere meter en nuestras camas pero cada vez pierde más puntos. No le alcanzaron sus cartas, las misas y telefonazos de sus obispos, los escraches “pro-vida”, las presiones en sus colegios. Es más: esta derrota contundente aleja la posibilidad de la visita papal al país en 2021. Y lo mismo vale para sus socios de las iglesias evangélicas y para las Amalia Granata, las Viviana Canosa y demás figurones y plumíferos celestes, que dijeron y escribieron barbaridades dignas de la Edad Media. ¡Que se la banquen! La maternidad debe ser deseada o no ser. Y las niñas deben ser niñas y no madres.
También son perdedores los políticos celestes, que proliferan en todos los bloques salvo, honrosamente, en los partidos que integramos el FIT Unidad. En el caso concreto del Frente de Todos, y sobre esto invitamos a reflexionar las compañeras que se referencian en ese espacio, el brindis oficial verde-celeste de fin de año en Olivos confirma que allí siguen pesando y actuando los dinosaurios, empezando por su jefe de bloque en el Senado, José Mayans, a quien ni siquiera lo desplazan del cargo sino que lo ratifican.
Más que nunca, a todos ellos les cabe el refrán popular: ¡a llorar, a la Iglesia! ¡Basta de oscurantismo y de hipocresía patriarcal!
En la ley, tristes retrocesos
Que la flamante ley de IVE sea una conquista histórica en materia de ampliación de derechos no niega las limitaciones que le fue imponiendo el poder político institucional: gobierno y Congreso.
El proyecto del presidente ya era más retaceado que la media sanción de 2018, porque incluía dos limitaciones importantes: la objeción de conciencia individual y la penalización para quien aborte y para quien le practique el aborto después de la semana 14 por fuera de los dos casos en que se permite la ILE (violación y peligro para la vida o la salud integral de la persona gestante).
En Diputados, con la excusa de ganar votos en el Senado, le agregaron el tercer recorte: empeoraron la objeción individual al elevarla a objeción institucional de hecho para clínicas privadas y obras sociales, que ahora sólo deberán “derivar” la práctica a un establecimiento que la garantice.
En el Senado apareció el cuarto obstáculo a la ley, siempre con la excusa de los votos: el compromiso del Ejecutivo de quitar de la reglamentación o por la vía de un veto parcial el concepto de integral a la salud. Para la OMS, correctamente la salud es integral: física, psíquica y social. Al sacar ese criterio se permite una nueva limitación al derecho al aborto, por detrás del fallo FAL y del protocolo nacional de ILE.
A su vez, sabemos que siempre de la ley a la realidad hay una distancia porque nunca se aplica tal como debería ser. Pasa con la ESI, con la ILE, con el artículo 14 bis de la Constitución y con toda norma que reconoce derechos. Ahora tenemos ley de aborto, pero falta que se promulgue, que se reglamente y, sobre todo, que se aplique. Como venimos diciendo, serán nuevas peleas a dar para vencer las presiones en contra. Sobre todo en las provincias y municipios donde hay más peso de la Iglesia y los antiderechos.
El rol de la Campaña
El gobierno fue limitando los alcances de la ley. Frente a ello, ¿había que resignarse a aceptarlo mansamente con tal de que se aprobara o en realidad había fuerza en la marea verde para lograr una ley muy superior a la actual?
Lamentablemente la conducción mayoritaria de la Campaña, ligada políticamente al gobierno, eligió el primer camino: no defender el proyecto que construimos colectivamente, no criticar el proyecto oficial, ceder una y otra vez al “posibilismo” y no confiar en la movilización. En paralelo, acentuó cada vez más sus métodos burocráticos contra quienes propusimos la otra opción: priorizar la fuerza de las calles por sobre el cabildo por arriba. Por eso buscó acallar a la izquierda, en especial a Juntas y el MST. Basta ver su croquis para la vigilia del 29 para entender su intento (fallido) de alejarnos todo lo posible del Congreso más allá de Rodríguez Peña, ya que por Callao resolvió unilateralmente ubicar a las agrupaciones sindicales y políticas peronistas.
La Campaña se construyó durante muchos años de manera plural y democrática. Eran características las radios abiertas, abiertas realmente a todas las voces. En los Encuentros de Mujeres la Campaña encabezaba las marchas disidentes ante la catedral de cada ciudad-sede. En las regionales de la Campaña, las articulantes se elegían y actuaban con criterio integrador y participativo. Las decisiones eran siempre por consenso, por más dificultoso que fuera.
Pero por influencia del gobierno y sus aliados esa Campaña ya no existe más: se adaptó a la institucionalidad del sistema. Por eso sostenemos que tiene responsabilidad política en haber cedido en esta lucha, cuando había condiciones suficientes para que con la marea verde lográramos una victoria más categórica y una mejor ley, sin objeciones ni limitaciones. Convocamos a todo el activismo verde a pensar sobre estas cuestiones y sacar conclusiones para las peleas que se vienen.
Nuestro protagonismo y cómo seguirla
Tras las jornadas extenuantes, a la hora de hacer el balance, sentimos una alegría y un orgullo desbordantes. En primer lugar obviamente por haber conquistado la ley, avance que nos pone manija para ir por más. Pero también por nuestra participación concreta como partido en esta batalla política y social tan significativa.
Tal como lo registraron todas las fotos y videos del país, Juntas y el MST estuvimos siempre en la primera línea de la lucha. No hay cómo ocultarlo. La propia transmisión televisiva oficial del Senado tuvo que mostrar nuestras banderas y pancartas durante toda la jornada. Tan es así que la propia Cristina mandó a la noche un enviado del Senado a decirnos que saquemos nuestra bandera de al lado del escenario de la Campaña porque era “muy visible”…
No pudieron con nosotres porque es un hecho objetivo: somos visibles porque nos ganamos ese lugar a fuerza de presencia, de militancia y de construcción. Porque estuvimos en Congreso y en todo el país desde la primera hora. Porque agitamos sin pausa casi un día entero, desde las 6 de la mañana del 29 hasta las 4 y pico del 30 cuando se votó. En definitiva, porque con cientos y cientos de compañeras y compañeres aportamos la columna más numerosa y combativa, no sólo de la izquierda sino de toda la movilización verde.
La alegría y el orgullo no nos confunden. No se trata de autobombo sino del fruto de una política consecuente, que es reconocida por un amplio sector del activismo verde y juvenil que nos considera una referencia. A todas ellas y elles les invitamos entonces a sumarse a la construcción de nuestro feminismo socialista, que no va a parar hasta lograr la separación de la Iglesia y el Estado y, más temprano que tarde, la derrota de este sistema capitalista y patriarcal para abrir paso a la única sociedad que va a garantizar la verdadera igualdad de género y social: el socialismo.
[1]Cómo vivió Alberto Fernández la aprobación de la ley de aborto, Página 12, 30/12/20.