Guillermo Saccomanno inauguro la feria del libro con un discurso disruptivo, incomodo y explosivo que dejo perplejo a mas de un oyente. Donde arremetió contra funcionarios, editores, empresarios papeleros, a la organización de la Feria y gobernantes.
“A algunos, no les va a gustar” comenzó diciendo Guillermo Saccomanno, en su discurso de apertura de la 46° edición de la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires, titulado “Un oficio terrestre”.
Saccomanno es un escritor, guionista de historietas y ensayista, aunque etiquetarlo bajo algún nombre le quita merito a su labor con la escritura. Invitado, por su prestigio, a dar el discurso de apertura, sorprendió a muchos con el enfoque del mismo. Incomodo a algunos, hizo pensar a otros, pero nadie pudo quedar indiferente ante tamaño discurso que hizo repensar a todes, desde la forma de promoción de la cultura, hasta las desigualdades mas brutales de un capitalismo en descomposición. Nada complaciente, con una cuidadosa elaboración que expuso los temas políticos que orbitan alrededor del libro y que pocas veces o nunca se mencionan.
El primer eje de su discurso lo dedico a exponer el problema de la falta de papel que afecta a muchos países. Exponiendo que esta industria del país es oligopólica, cotiza en dólares, tiene inflación y ningún tipo de regulación de parte del estado. ”la familia Blaquier/Arrieta, una de las más ricas del país, apellidos vinculados con la última dictadura en crímenes de lesa humanidad, además de relacionados con la Sociedad Rural, escenario en el que hoy estamos. La otra empresa es Celulosa Argentina. Su directivo es el terrateniente y miembro de la Unión Industrial José Urtubey, conectado con la causa Panamá Papers.(..)Un editor independiente proponía como solución la intervención del Estado. Por ejemplo, la creación de una papelera del Estado. Pero, por supuesto, como no ocurrió en el escándalo Vicentin, es improbable que suceda su intervención. Sería un hallazgo, en la crisis que atravesamos, crear una papelera con participación del Estado, que nuclee a los cartoneros y a las cooperativas.”
Siguió su discurso expresando su contexto, como creció al calor de la literatura, con una enorme biblioteca en su casa, con los escritores por los que fue signada su infancia, adolescencia y adultez. Como su padre, también escritor y perseguido, le dio las herramientas para hacer de los libros su refugio de expresión y de ideas. “Desde esta construcción de mi escritura hablo esta noche” fueron las palabras que antecedieron a una serie de fuertes criticas a la organización del evento, donde al correr de sus palabras disminuían notablemente la cantidad de aplausos, mientras algunos presentes, notablemente intervenidos por estas palabras, decidían abandonar el recinto. “La Feria –dijo- siempre me generó tensión. Y no sólo porque uno se topa con un injuriante pabellón Martínez de Hoz, que homenajea al esclavista y saqueador de tierras indígenas, antepasado del tristemente célebre economista de la última dictadura. Decir Feria implica decir comercio. Esta es una Feria de la industria, y no de la cultura aunque la misma se adjudique este rol. En todo caso, es representativa de una manera de entender la cultura como comercio en la que el autor, que es el actor principal del libro, como creador, cobra apenas el 10% del precio de tapa de un ejemplar. En esta Feria se han escuchado y se siguen escuchando discursos bien intencionados acerca de la función del libro, de su trascendencia, su empleo como objeto tanto de placer como de herramienta educativa. En fin, discursos que pronto habrán de ser olvidados.”
Y agregó: “Cuando fui convocado planteé dos cosas: leer los discursos de quienes me antecedieron y el pago de honorarios. Sólo pude leer, gracias a la inquietud de Ezequiel Martínez, a los últimos cuatro o cinco discursos. La organización de la Feria, presumo, no conserva los anteriores, lo que puede interpretarse como desidia hacia lo que esas voces reclamaron en cada oportunidad. Con respecto a mis honorarios, a Ezequiel, además de honesto periodista cultural, hijo de un gran escritor, no puso reparo. Es más, coincidió en que se trataba, sin vueltas, de trabajo intelectual. Y como tal debía ser remunerado, aunque hasta ahora, como tradición, este trabajo hubiera sido, gratuito. No creo que mencionar el dinero en una celebración comercial sea de mal gusto. ¿Acaso hay un afuera de la cultura de la plusvalía?”
Luego arremetió contra las editoriales, contando su experiencia personal, donde dice haber tenido que demandar a varias de las mismas. La posición que estas tienen frente a los autores, es en su mayoría el intento por adueñarse del trabajo intelectual, quedándose con los derechos que pertenecen a los autores para seguir comerciando. Lo disparejo de la relación ante los autores y las editoriales “nos sentamos en desventaja a ofrecer nuestra sangre, no otra cosa es la tinta”.
En tanto Saccomanno, volvió a poner el centro en el debate sobre el pago del “trabajo intelectual” donde nos obliga a pensar, que tan poca importancia se le da al trabajo cultural y a su remuneración. Lo vemos hoy en día, con la lucha que atraviesa a los fondos específicos a la cultura, que buscan recortar en los subsidios a sectores específicos que fomentan la cultura.
El quehacer cotidiano del sistema capitalista nos impone ciertas pautas que intenta convertir en sentido común ciertas cosas, intenta achacar en las cabezas imponiendo la idea de que el trabajo intelectual y cultural no debe ser remunerado. Ninguno duda que si llama a un albañil, este debe ser remunerado por su trabajo, por el tiempo que dedico construyendo una casa o todo el tiempo previo que le permitió adquirir los conocimientos para hacerlo. Pero si se pone en tela de juicio si un escritor da un discurso. ¿Acaso cuanto tiempo le toma escribirlo, pensarlo y plasmarlo?¿Cuanto conocimiento previo y años de estudio y lectura llevan al prestigio de ser invitados a disertar en estos eventos?
Ante las los sentimientos encontrados frente a la Feria eligió “ahondar la tensión”. “Es decir -agregó-, elijo la sinceridad. Más tarde, a través de algunos amigos, algunos editores, y no daré nombres, supe de quienes se opusieron al pago. Su argumento consistía en que pronunciar este discurso significaba un prestigio. Me imaginé en el supermercado tratando de convencer al chino de que iba a pagar la compra con prestigio. Entre quienes cuestionaban el pago de honorarios no faltó quien planteara que, de pagar, la cifra dependería de la extensión del discurso. Me pregunté a cuánto podría reducirse la suma si yo decidía resolver el discurso, en modo patafísico, con un aforismo. Además, convinieron esos editores, si se me pagaba, se establecía un antecedente que perjudicaba los intereses de la Feria. ¿Qué los sorprendía? Es que
quienes me precedieron en este lugar, comprometidos con la defensa del libro, nunca habían cobrado. El uso que de estas figuras hizo la Feria en función de su propio prestigio ha sido mala fe ideológica y no sé obviar. Por tanto, soy el primer escritor que cobra por este trabajo.”
No cabe duda que en su discurso, Saccomanno, no escatimo en criticas a la organización y menos aun en recursos para incomodar a muchos “progres” que vieron como cada palabra calaba profundo en sus contradicciones. Mas aún cuando comenzó a referirse en la situación actual que atraviesa el país, con mas de 40% de pobreza y la relación directa que esto tiene con el rol de dicha feria ¿Pues acaso a que publico apunta entonces? Pibes que no tienen para comer, familias que son sometidas al hambre y la marginalidad ¿Pueden acceder a los libros?¿Pueden acceder fácilmente a conocimientos, cuando no pueden acceder a un plato de comida? Creo que se resume simplemente en la frase “Con hambre no se puede pensar”
Retomando la discusión sobre la crisis del papel, puso sobre la mesa que no podía obviarse “el crimen impune de las políticas extractivas que sustenta el estado y contribuye al desastre de la naturaleza” Profundizando sobre la actual situación que atraviesa el mundo, donde los fugitivos por los cambios de clima, superan a millones a los que escapan de las guerras, con al menos dieciséis conflictos bélicos en curso.
Acompañados de la denuncia a la persecución que sufren los pueblos originarios, que se expresan en los asesinatos de Santiago Maldonado y Rafael Nahuel. “La teoría literaria, sostiene el marxista irlandés Terry Eagleton, es, ni más ni menos, que teoría política. Leída desde esta perspectiva, desde sus orígenes, nuestra literatura está signada por la violencia política: el indio, la mujer y el inmigrante son las víctimas y han sido y siguen siendo muchas veces escamoteadas. Toda nuestra literatura, incluso aquella que se define como de evasión, aunque se haga la otaria, también tiene que ver con la violencia política.” Así como también, la denuncia incesante a los gobiernos, sobre sus políticas en materia de educación y como estas son insuficientes o nulas para hacer de la literatura y los libros una herramienta, así como también la precariedad a les docentes. “No creo necesario extenderme abarcando la situación siempre precaria de los docentes en el país donde fue asesinado el maestro Fuentealba y en los últimos años otros maestros murieron por la explosión de las garrafas en escuelas convertidas en comederos”
Para ir concluyendo su discurso, apunto contra el lugar donde se realiza esta feria, símbolo de los sectores oligarcas y mas derechizados del país como lo es la Sociedad Rural, a la cual le pagan millones y millones por usar esas instalaciones. “Quiero, en este relato, plantear otra pregunta: si este es el cuadro de situación de la Feria, que no es nuevo, en medio de esta crisis económica que depreda nuestro país, ¿quiénes son los lectores que llegan al libro sino los de una clase media pauperizada siempre y cuando no gasten demasiado en la gaseosa y los panchos?”
Esta disertación no paso desapercibida y nos obliga a pensar y repensar el rol que cumplen estos espacios, desde que lugar están enfocados y cual es nuestro rol como socialistas para dar respuesta a los problemas sociales con un enfoque distinto, una mirada mas amplia y que pueda ir mas allá. Es por esto que siempre nos plantamos en defensa de la cultura, la importancia y lo intrínsecamente ligadas que están a la educación y a la sociedad como parte de una demanda por una mejor calidad de vida.
Para concluir decido quedarme con una frase que utilizó sobre el final de su discurso, una frase que representa el rol que cumplimos quienes escribimos, lo que hacemos desde un cuento, una novela, una poesía, una nota periodista o un discurso. “La vida es breve, uno escribe contra la fugacidad. Escribir es el intento muchas veces frustrado de capturar instantes de belleza, registrarlos para que sobrevivan a pesar de la finitud. Se escribe en soledad, pero no ajeno a las contradicciones de lo social.”
Nahuel Schiavoni