Se cumple un nuevo aniversario del cordobazo. Han pasado 55 años de esa enorme gesta obrera, popular y de la juventud que marcó una época y dejó enseñanzas profundas. Las cuales son muy útiles en esta actualidad de crisis capitalista, gobierno liberfacho y necesidad urgente de construir nuevas direcciones antiburocráticas y clasistas en la clase obrera y una opción política de poder desde la izquierda anticapitalista y socialista. Para recordar este impresionante hecho histórico que en su momento conmovió al país, recurrimos en este caso a dos trabajos profundos y muy valiosos, que tiempo atrás elaboró para Periodismo de Izquierda nuestro querido compañero Carlos Carcione, dirigente nacional del MST fallecido hace poco tiempo y de quien hoy queremos rescatar una de las tantas contribuciones que hizo. Compartimos entonces estos textos desarrollados en dos partes por el autor, en homenaje a los protagonistas del cordobazo y como un aporte para todas y todos nuestros lectores.
1º parte: El Cordobazo. La rebelión que se propuso cambiar la historia
Ese día de 1969 se abría camino una búsqueda de la clase obrera, del movimiento estudiantil e importantes sectores populares que muy pronto terminarían con la dictadura militar de la llamada Revolución Argentina. El paro nacional que le dio origen, que en Córdoba fue activo, enfrentaba medidas económicas reaccionarias del ministro Krieger Vasena, hombre mimado por el FMI. Pero se convirtió en un levantamiento político que en el mediano plazo terminó con el General Onganía y pateó el tablero diseñado para el país por las burguesías locales y el imperialismo. Las clases dominantes, aterrorizadas buscaron como último recurso a Perón, otro general al que habían volteado casi 15 años antes. Ese periodo abierto por el Cordobazo que es de una intensa y apasionante lucha de clases, fue cerrado por la contrarrevolución que impuso la Dictadura del 76. Sin embargo es un episodio de la historia del movimiento de masas argentino que encierra importantes claves de ensayo revolucionario.
El contexto
Un año antes estallaba el Mayo Francés, un levantamiento estudiantil y obrero que se extendió por el mundo. Esa onda expansiva provocó levantamientos de los trabajadores y los pueblos en países capitalistas centrales como Italia entre otros y también en otros dominados por la contrarrevolucionaria burocracia Soviética como la Primavera de Praga en Checoslovaquia. Mientras que en Asia tomaba impulso la guerra de liberación vietnamita y se desarrollaba de manera mucho más contradictoria la Revolución Cultural China. En Latinoamérica todavía se sentía el impacto de la onda provocada por la Revolución Cubana. Montada en estos procesos y luchas una generación se lanzaba a cambiar el mundo.
Con las características clásicas de los procesos políticos insurreccionales, el periodo encierra como método de lucha una combinación de paros, huelgas generales políticas, movilización de calle y duros enfrentamientos con las fuerzas represivas. Estos procesos van construyendo también en las calles un programa revolucionario. Unas exigencias que anudaban desde reivindicaciones económicas hasta consignas de gobierno obrero y popular tomaban cuerpo en ese movimiento de masas.
El Cordobazo es, con sus propias características, parte inseparable de esta situación mundial. En el país el ascenso estudiantil y de los trabajadores se había iniciado antes. El Tucumanazo, y el primer Rosariazo sucedieron por reivindicaciones similares al estallido cordobés pero previo a este, anticipaban lo que vendría. En Corrientes puede identificarse el comienzo del desenlace de la acumulación de tensiones que derivarían en estas acciones, cuando como resultado de la represión a una movilización estudiantil caía asesinado el 15 de mayo el joven Juan José Cabral que cursaba Medicina en la Universidad Nacional del Nordeste. Los quince días siguientes se desarrollan el primer Rosariazo y el primer Cordobazo. Iniciaba así esta etapa de la lucha de clases en el país.
La alianza obrera estudiantil
El asesinato de Máximo Mena desata el Cordobazo. El obrero mecánico y también estudiante marchaba con la columna de los trabajadores de IKA Renault donde trabajaba, intentando ingresar al centro de la ciudad. Mena es símbolo, pero la chispa que encendió el estallido fue la represión. Las fuerzas represivas intentaban impedir el ingreso de las distintas columnas obreras que se movilizaban al centro. La movilización se abrió camino por distintos barrios y enfrentó decididamente a la policía que en estos enfrentamientos fue derrotada. Siguió luego el llamado del gobernador Cavallero y de la dictadura habilitando la intervención del Ejército. La resistencia se mantuvo durante todo ese día y durante la noche se localizaba en el estudiantil Barrio Clínicas resistiendo hasta la mañana siguiente. Apoyados por la solidaridad activa de la población los manifestantes enfrentaron decididamente a las fuerzas armadas, el costo en vidas fue alto, sin embargo instaló una semilla de vacilación en los mandos militares, como reflejan distintos medios, el General Eliodoro Sánchez Lahoz, jefe del III Cuerpo de Ejército dijo: «Me pareció ser el jefe de un ejército británico durante las invasiones inglesas. La gente tiraba de todo desde sus balcones y azoteas».
La alianza entre los trabajadores y los estudiantes expresada en las manifestaciones, la resistencia a la represión y la batalla del Barrio Clínicas, se convirtió en la referencia para la vanguardia de esa época, marcando todo el periodo.
Las disputas políticas en la vanguardia
Al tiempo que desarrollaba el proceso de ascenso de las luchas que se mantuvo con diferentes formas y ritmos durante todo el periodo abierto por el Cordobazo, se incubaba también tanto en el movimiento obrero como en el estudiantil el fenómeno del surgimiento de una nueva dirección política y sindical para el movimiento de masas. Las jornadas del 29 y 30 de mayo del ’69 al igual que los otros Azos de ese momento probaban la eficacia de la lucha en las calles y con los métodos de la clase obrera, convirtiéndose en verdaderas acciones históricas independientes. Avanzaba una disputa por la superación de las viejas burocracias sindicales, y políticas de los trabajadores y la juventud.
El propio paro nacional convocado el 30 de mayo del 69 por la CGT nacional, que en Córdoba fue adelantado para el 29 y de manera activa, con abandono de trabajo y movilización, mostraba a la cabeza del mismo dos tipos de dirigentes sindicales, Agustín Tosco, el Secretario General de Luz y Fuerza un dirigente no peronista y con inclinaciones de izquierda, y Elpidio Torres un clásico dirigente sindical peronista, el tercero de ellos Atilio López dirigente de los trabajadores de la UTA que luego sería vice gobernador de la provincia, era apoyado por el peronismo de izquierda. Por otro lado hacían sus primeras armas nuevos delegados de base que representaban un sector más clasista y combativo de los que hacían parte compañeros más radicalizados políticamente y que tuvieron más protagonismo en el segundo Cordobazo, conocido también como Vivorazo, entre los que destacaba José Francisco Páez.
Tosco encarnaba el llamado sindicalismo de liberación mientras que Páez junto a otros importantes referentes expresaban a la corriente clasista, que con el método de la democracia obrera buscaban constantemente la coordinación de las luchas que las centrales sindicales nacionales conducidas por la burocracia peronista se negaban a unir. Estas disputas en el seno del movimiento de masas se expresaban también en la política.
Mientras el sindicalismo de liberación se concentraba en lo que ocurría en sus propios gremios y se abstenía de dar la batalla política para no enfrentar a Perón, siguiendo en esto la táctica del PRT-ERP de no participar de las elecciones que entre otras conquistas había arrancado los Azos, y la burocracia sindical se jugaba su propia sobrevivencia al apoyo de líder recuperado por la movilización, la Tendencia que respondía a Montoneros se colgaba de las fórmulas de gobernadores del Frente Justicialista apoyando una política de conciliación con la burguesía. Por su parte el sector clasista evolucionó a dar la batalla política, incluso en el terreno electoral, así Páez integro la fórmula presidencial del Partido Socialista de los Trabajadores enfrentando en septiembre de 1973 al propio Perón.
El Cordobazo como acción independiente de los trabajadores y el movimiento de masas marcó su impronta en todo el periodo siguiente. Abrió la posibilidad de recambio de la vieja dirección de la clase obrera y planteo la necesidad urgente de construir una dirección política revolucionaria que orientara a los trabajadores a conquistar los reclamos que estos cantaron en las calles en esas jornadas, «y luche, luche, luche, no deje de luchar por un gobierno obrero y popular». Así se planteó la osadía de cambiar la historia.
2º parte: Cordobazo. Clasismo, experiencia y claves
El Cordobazo abre el camino para el intento de superación de la dirección burocrática peronista del movimiento obrero argentino. El paro general nacional del día 30 de mayo de 1969, que en Córdoba fue adelantado para las 11 del 29 y de manera activa, fue lo que desencadenó el levantamiento obrero, estudiantil, popular que impulsó el proceso que llevó a la caída de la dictadura de Onganía. Pero también aceleró la visibilidad de un sector de la dirigencia obrera emergente y más relacionada con la base de los trabajadores, crítica de la burocracia peronista. La figura más conocida de esta experiencia que cruzó la escena de los años siguientes fue Agustín Tosco, protagonista indiscutible de las jornadas de mayo del 69 y dirigente del sindicato de Luz y Fuerza de Córdoba. Pero el proceso además da pie para el surgimiento del clasismo. Mientras que el «Gringo» Tosco expresaba una corriente conocida como sindicalismo de liberación y en relación a los gremios de Córdoba integraba el grupo de los «independientes» para diferenciarse de los dos sectores en que estaba dividido el sindicalismo peronista (ortodoxos y legalistas), por otra parte emergía el verdadero clasismo. En él destacaban dirigentes de grandes fábricas políticamente relacionados y en algunos casos militantes de la izquierda revolucionaria, un ejemplo de esta corriente dentro del clasismo la representaba José Francisco «El Petizo» Páez, dirigente del Sitrac-Sitam y uno de los más destacados cuadros obreros del Vivorazo, más conocido como segundo Cordobazo y referente del clasismo que se extendería por todo el país.
El golpe gorila y la crisis del sindicalismo peronista
El Cordobazo no solo abre paso a la caída de la dictadura de Onganía, también liquida el sistema político que se instala con la Libertadora. En el movimiento obrero toma impulso un proceso que se venía desarrollando en la década anterior. El golpe gorila del 55 contra el gobierno de Perón casi inmediatamente interviene los sindicatos y la CGT y en un sentido libera fuerzas en la base de los trabajadores y en sus organizaciones de empresa.
Una de las principales tareas de Perón desde la Secretaría de Trabajo, incluso antes de ser presidente, es construir una relación con las cúpulas sindicales para integrarlas al Estado. Así una vez en la presidencia, se apropia del Partido Laborista un partido construido sobre la base de los sindicatos que fueron protagonistas del 17 de Octubre y mete preso a Cipriano Reyes, el dirigente sindical de la carne que conducía ese partido y fue parte esencial de aquella histórica movilización. Las prebendas, una ley de asociaciones profesionales que reduce drásticamente la democracia obrera y asegura una organización vertical de los sindicatos, la perpetuación sin límite de los dirigentes al frente de las organizaciones, y la cooptación de los mismos por parte de las instituciones del Estado, fueron las herramientas de Perón para intentar controlar al movimiento obrero.
Pero la «Libertadora» (después de las vacilaciones iniciales de Leonardi y una vez destituido por Aramburu) interviene la CGT y gran parte de los sindicatos, provocando la división de la dirigencia sindical entre Legalistas y Ortodoxos y abriendo espacio en las empresas para la aparición de una nueva generación de dirigentes más pegados a su base, que fueron los que encabezaron las huelgas contra la dictadura y las acciones de la llamada Resistencia.
En Córdoba entre los legalistas se encontraban Atilio López y Elpidio Torres, El primero se hizo cargo de la CGT cordobesa a finales de los 50, y el segundo fue junto a Tosco uno de los dirigentes de la huelga general activa que derivó en el Cordobazo. Mientras que por la base iba madurando el sector que se convertiría en el clasismo cordobés.
Pero al mismo tiempo una experiencia impulsada por necesidad de los empresarios de multinacionales que buscaban instalarse en la provincia, y amparados por los gobiernos locales que respondían a la Libertadora creó sindicatos de fábrica. Estos aunque inicialmente fueron conducidos por un sindicalismo amarillo burocrático y traidor, al calor de las luchas fueron suplantados por una nueva dirección que daría origen al clasismo.
El clasismo
Entre tanto el sindicalismo de liberación, cuya figura más relevante fue Agustín Tosco, se limitaba desde el punto de vista sindical a defender su lugar en las propias organizaciones y desde su posición política alentaba la conciliación de clases. Esto último se expresó con claridad en el apoyo de Tosco, que conducía la CGT Cordobesa, a la formula Obregón Cano y Atilio López. El clasismo, por su parte, se transformó en un fenómeno nuevo que al contrario de conciliar con el sindicalismo peronista se presentaba como una posibilidad concreta de reemplazar a la vieja burocracia peronista tanto los ex legalistas como los ortodoxos.
El clasismo, que se hace visible con fuerza en el Vivorazo, muestra su fuerza a partir de dirigir los sindicatos de las grandes fábricas de Fiat en la provincia, el SiTraM (Fiat Materfer) y el SiTraC (Fiat Concord). Esta corriente contuvo a sindicatos, agrupaciones y comisiones internas que coincidían con su disputa antiburocrática y la democracia obrera como método.
Pero al mismo tiempo incluían en su programa la lucha contra la patronal y su Estado.
Gran parte de estas nuevas direcciones no solo eran clasistas sino que sostenían una mirada socialista. Se diferenciaban tanto del sindicalismo de liberación como de las izquierdas peronistas. Fundamentalmente porque además de su método y programa, no renunciaban, aunque con contradicciones y diferencias, a la lucha por la independencia política de la clase obrera.
Y mostraron desde el principio su determinación de lucha. Incluso inaugurando en esta etapa abierta con el Cordobazo las ocupaciones de fábrica, cuestionando no solo el control de la empresa sino su propiedad. Las del SiTraC y el SiTraM del clasismo cordobés fueron, tal vez, las experiencias más cercanas a sindicatos revolucionarios que conoció la historia de nuestra clase. En los 70 contribuyeron enormemente a que Córdoba fuera conocida por toda la vanguardia obrera mundial como la Turín Argentina (en alusión a las ocupaciones obreras y los comités obreros de fábrica en esa ciudad italiana en la década del 1920).
Las pruebas de fuego bajo el último gobierno de Perón
En enero de 1971 la contraofensiva patronal contra los dirigentes del clasismo cordobés se expresó en el despido del Petiso Páez, de Gregorio Flores y dos delegados de base. La respuesta fue una nueva ocupación y el triunfo de la reincorporación de los despedidos. Fue un verano de lucha y movilizaciones que culminó en el segundo Cordobazo. Este se produjo en respuesta a las amenazas del gobernador Uriburu, que había sentenciado que había llegado para «cortarle la cabeza a la víbora marxista que anidaba en Córdoba». Y entonces se produjo el Vivorazo.
Pero el proyecto burgués para el país, que incluía la vuelta de Perón, no podía tolerar esa amenaza de sustitución de una dirección burocrática y venal por una nueva dirección, que como el clasismo, amenazaba con convertirse en un sindicalismo revolucionario. Por eso se producen las ocupaciones policiales de las fábricas, el despido masivo de más de 500 trabajadores, la ilegalización del SiTraC y el SiTraM, abriendo paso al golpe policial en la provincia impulsado por Perón ya en su última presidencia, conocido como el Navarrazo en 1974.
La vuelta de Perón, abrió un gran debate en la vanguardia obrera. Debate en el que un sector del clasismo paso la prueba. Hubo algunos que no quisieron dar la batalla política contra el peronismo, mientras otros como el Petizo Páez, continuó la disputa en el terreno político integrando la fórmula presidencial del PST que en septiembre del 73 enfrentó en soledad por parte de la izquierda a un peronismo que al contrario de lo que esperaban los trabajadores y el pueblo que habían conquistado su vuelta al poder, traería ataques al nivel de vida y a la Triple A. Años después al salir de la cárcel en que lo había metido Isabel Perón, Páez podrá afirmar que, para alcanzar la independencia política de las patronales de la clase obrera no alcanzaba solo con la lucha, era necesario además un partido revolucionario con influencia de masas dispuesto a ir hasta el final.