El 19 y 20 de diciembre de 2001 estalló una semiinsurrección de masas que derrotó un Estado de sitio y en diez días derrumbó 4 presidentes. Demolió completamente la ideología de los pusilánimes para los que nunca están dadas las relaciones de fuerza. Se suspendieron unilateralmente los pagos de la deuda externa y se produjo un quiebre en el sistema político. “El país ya no volverá a ser igual”1 .
Durante las jornadas del 19 y 20 de diciembre de 2001 el país estalló en una rebelión de masas cuyas consecuencias en el sistema político, aunque atenuadas, se mantienen. Entre esos días y el fin de ese año se produjo un vacío de poder que se llevó puesto a 4 presidentes, y enterró hasta hoy uno de los pilares del bipartidismo que sostuvo el régimen burgués argentino desde la caída de la dictadura genocida: la UCR. La rebelión arrancó la suspensión unilateral de los pagos de la deuda externa, la liquidación de la convertibilidad que hundió y desmanteló al país durante la década del 90, el apoyo social a los desocupados por la crisis económica, entre muchas otras conquistas colaterales.
El movimiento de masas mantuvo por más de diez meses consecutivos una movilización constante y dio los primeros pasos para su autoorganización en las asambleas barriales. Los políticos tradicionales, los exministros y ministros y otros funcionarios identificados como corruptos, sufrieron durante meses la agresión de ciudadanos crispados por el desastre que habían provocado y debieron ser protegidos por la policía. A lo largo de dos años el Congreso tuvo que funcionar vallado, para separar a diputados y senadores de la furia popular. Se recuperaron empresas cerradas, se ocuparon edificios y predios, muchos de ellos bancos quebrados poco antes, que dieron cobijo a iniciativas culturales, sociales y socioeconómicas. Se desarrollaron iniciativas de lucha solidaria de vecinos, contra despidos y otros abusos patronales.
Las calles de Buenos Aires y de otras importantes ciudades del país recibieron una especie de turismo político social de investigadores y militantes que llegaban a ver el fenómeno. Una década después de ocurridos los hechos, en el 2011, en medio de la ola de indignación que recorría el sur de Europa y el norte de África, se podría escuchar en esas calles el “que se vayan todos” nacido del Argentinazo. Mientras sectores de la izquierda de esos países estudiaban el proceso.
El Estado de sitio y el estallido
El estallido de los días 19 y 20 se veía venir. El contexto era de una profunda crisis económica y política del gobierno de De La Rúa. Con acusaciones de corrupción hacia el Congreso, de su propio vicepresidente, Chacho Álvarez, que finalmente renuncia a su cargo. Con una fuerte presión del Fondo Monetario Internacional para profundizar el ajuste y sacar las leyes contrarreformas pendientes como la ley de flexibilización laboral, entre otras, y con un creciente proceso de movilización social de gran parte de los distintos sectores de la sociedad. Concentraciones de ahorristas frente a los bancos, corte de rutas y calles por parte del movimiento de desocupados que luego se convertiría en un potente movimiento piquetero. Y luchas parciales por gremio, como docentes y estatales, y generales del movimiento de trabajadores.
A todo este contexto se sumaron a partir de la segunda semana de ese diciembre una escalada de saqueos en supermercados y establecimientos comerciales de venta de alimentos. Incluso se generaliza el método de interrumpir la circulación de mercancías por las rutas tomando los camiones y expropiando su contenido. El 13 de diciembre se desarrolla una huelga general con movilización a Plaza de Mayo del Movimiento de Trabajadores Argentinos, conducidos por el colectivero Palacios y el camionero Hugo Moyano. Una huelga convocada por una parte minoritaria de los sindicatos pero que paralizó el país. Desde ese día hasta el 19 fueron creciendo los saqueos, desbordando el supuesto control de los intendentes del conurbano, que además se multiplicaron por centenares en todo el país.
Cuando el 19 por la mañana se esperaban saqueos en la capital del país, y se producían duros enfrentamientos en la ciudad de La Plata entre trabajadores estatales, docentes y la policía, se hacía evidente que la tensión crecía. Por la tarde en un discurso por televisión en cadena nacional el presidente De La Rúa anuncia la declaración del Estado de sitio pasando por encima del Congreso. Ese anuncio fue encender la mecha que provocaría el estallido.
Esa tarde, luego de la declaración del Estado de sitio, la tensión se notaba en la ciudad, el MST que se había mantenido en alerta todo el día, desarrolló una movilización de repudio al anuncio de De La Rúa recorriendo todo el centro porteño. En las veredas y desde los balcones y ventanas de los edificios céntricos la marcha era aplaudida y alentada por los vecinos, mientras otros se acercaban y ofrecían agua a los que manifestaban.
Al caer la noche y ceder un poco el calor, la población salió a la calle desafiando el Estado de sitio y comenzó a dirigirse a la Plaza de Mayo, por centenares de miles, que llenaron varias veces la plaza. Allí comenzaron los enfrentamientos. En la madrugada se producía el primer asesinato de los 39 manifestantes asesinados y 250 heridos en los enfrentamientos, que entre el 19 y el 20 puso el pueblo. También en la madrugada del 20 renunciaba el ministro de economía, Cavallo, pero ya no era suficiente. Durante todo el día 20 se desarrollaron enfrentamientos entre manifestantes y las fuerzas represivas hasta que al principio de la tarde se conoce la renuncia del presidente, que tiene que retirarse de la casa de gobierno en helicóptero, y comienza el festejo popular.
Debates y traiciones
Después del 13 de diciembre la primera en borrarse siguiendo la máxima peronista de desensillar hasta que aclare fue la burocracia sindical, incluida la que posaba de más combativa que había convocado el paro nacional el mismo 13. Pero la centroizquierda, la CTA y un sector de la izquierda estalinista el PPT-PCR, llamó abiertamente a no movilizar el 19 para no hacerle el juego a la derecha, aceptando de hecho la declaración del Estado de sitio. Solo se integraron bastante después a las asambleas barriales para intentar desviar su política y los permanentes llamados a la movilización que estas hacían.
La caracterización del MSTç de que se venía el estallido, expresada en la portada de nuestro periódico previo al 19 y siguiendo a Lenin y Trotsky, de que se estaba produciendo una revolución parecida a la rusa de 1905 o febrero de 1917, nos llevó a participar con todo, tensando al partido y empleando todas nuestras fuerzas y recursos. Y a plantear nuestra política con esa fuerza y convicción en las asambleas.
Luego de una primera vacilación el resto de las fuerzas trotskistas participaron de las jornadas y de las Asambleas. Pero el hecho de que despreciaran el carácter popular de la rebelión los llevo a plantear políticas democratizantes como la posición del PO, entonces dirigido por Altamira, que en una sesión de la legislatura porteña llegó a plantear un gobierno provisional de todos los bloques legislativos allí representados, es decir con radicales y peronistas.
Los debates en las asambleas y en la interbarrial de Parque Centenario fueron construyendo un programa de gobierno que contenía una serie de consignas de carácter anticapitalista que contemplaban entre muchas otras el no pago de la deuda externa y estaban anudadas por el planteo de un gobierno de trabajadores y las asambleas.
Los que comenzaron el 19 y 20 fueron tiempos tumultuosos y creativos, donde el movimiento de masas probó sus fuerzas, e hizo un enorme aprendizaje. Un verdadero ensayo general.
- La revolución de las cacerolas. Correspondencia Internacional, Alejandro Bodart.