Toda una generación de jóvenes quedó marcada por los terribles hechos que sucedieron en Cromañón. Los recordamos para que nunca vuelva a pasar, para mantener a les pibes presentes y para seguir luchando por justicia. Este viernes 30 a las 18 horas venite al festival en el Obelisco en conmemoración a las víctimas.
El olvido es el disparo a la conciencia
El jueves 30 de diciembre del 2004 la banda de rock Callejeros preparaba su último show del año en el boliche República Cromañón ubicado en el barrio porteño de Once. Miles de jóvenes de Capital y el conurbano emprendieron viaje a la tarde para ir a ver a la banda a pesar de que hacía mucho calor. Ese día era el último de una serie de 3 recitales que Callejeros dió para despedir el año.
Cromañón estaba ubicado en un predio donde se realizaban distintas actividades comerciales perteneciente a Nueva Zarelux S.A, cuyo propietario real era Rafael Levy. Omar Chabán le alquilaba el boliche donde funcionaba Cromañón.
Pasadas las 19 horas, Raúl Villarreal -quien trabajaba para Chabán- da la orden de la apertura de las puertas. Dos horas más tarde sube al escenario la banda telonera Ojos Locos y comienza su show. La gente iba acomodándose de a poco. Cerca de las 22:30 se agotan las entradas, pero sigue ingresando gente. Durante el recital de Ojos Locos se prendieron algunas bengalas, cosa que era muy común en la época y en ese tipo de recitales. Para ese entonces ya había 4.000 personas dentro de un boliche en el que cabían apenas más de 1.000.
Minutos después, Chabán sube al escenario y pide por favor que no prendan bengalas porque se podría incendiar el lugar. Lo hizo dos veces, la segunda vez muy de mala manera e insultando al público. Chabán sabía lo que podía pasar porque Cromañón ya había tenido varios principios de incendio durante ese año. Uno de ellos había sido el sábado anterior durante un recital de La 25.
El boliche estaba explotado de gente, hacía muchísimo calor y moverse era muy difícil. Antes de las 23 horas, Callejeros sube al escenario.
Previo a empezar a tocar, Fontanet vuelve a pedirle al público que no prendan bengalas y da comienzo a su show. Durante el primer tema se encendieron 5 bengalas. Un muchacho -o un niño según algunos testimonios- se acercó con una candela que disparaba luces de colores al techo. Una de estas luces quedó incrustada en la media sombra del techo comenzando el incendio que rápidamente se propagó. Los músicos salieron por una puerta trasera. Varias personas intentaron apagar el incendio, pero los matafuegos no funcionaban. La fibra sintética del techo era de un material inflamable, el fuego llegó a los paneles acústicos de poliuretano y empezaron a caer gotas de plástico inflamable por todo el boliche. Además, el humo que desprendía la combustión empezó a generar los primeros síntomas de asfixia. El monóxido de carbono y cianuro que desprendían los materiales del boliche comenzaron a ser altamente letales.
La gente comenzó a intentar salir, pero 2 de las salidas de emergencia se encontraban cerradas y una de las puertas por donde se ingresaba también. Al poco tiempo se cortó la luz y entonces el humo, la oscuridad, el fuego y el amontonamiento hicieron casi imposible la salida. 194 personas murieron esa noche. Cientos de personas se desmayaron dentro del lugar y se despertaron afuera, en la calle o en el hospital. La mayoría de las personas que intentaron salir por las puertas de emergencia que estaban cerradas con candados murió o salió inconsciente.
Ni las bengalas, ni el rock and roll…
Durante años se ha hablado de Cromañón como una tragedia. Una tragedia es algo que no puede evitarse, que ocurre por mala fortuna o por azar. Cromañón no es una tragedia, no solo tiene culpables claros y responsables con nombre y apellido, sino también que es consecuencia de la corrupción que es inevitable dentro del sistema capitalista. Lo que ocurrió esa noche no fue causa del azar ni fue un hecho aislado. Fue un crimen social.
En 1845, Engels definió los crímenes sociales. Explicaba que son crímenes cuyos autores permanecían ocultos, porque no eran individuos particulares sino la sociedad misma. Son las leyes fundamentales del capitalismo las que determinan la consumación de estos crímenes. Dentro de ellos se encuentran los que son producto de la falta de inversión y el recorte en costos en materia de seguridad, tal cual pasó en Cromañón. Además se supone que el Estado es quien establece las leyes y normas para evitar los “accidentes”; sin embargo, estas leyes responden a los intereses de la burguesía. Responden mejor a los intereses de generar más ganancias a los capitalistas que a garantizar la vida y la salud de la clase trabajadora.
En Cromañón hay culpables con nombre y apellido: Omar Chabán y cada uno de los dueños del local; Aníbal Ibarra, por quien personalmente se me revuelven las tripas cada vez que veo sus postulaciones como candidato dentro de las listas del peronismo,; y todos los funcionarios de gobierno de la Ciudad y del Poder Ejecutivo nacional con responsabilidad jurisdiccional. Todos estos individuos han respondido a una lógica de reproducción del sistema capitalista y su funcionamiento corrupto.
Desde el sábado 1 de enero la gente salió a movilizarse y a pedir justicia. Los medios de comunicación se dedicaron a instalar dos mensajes claros: que fue una tragedia y que la responsabilidad la tenían el rock y las bengalas. Familiares, víctimas, organismos de derechos humanos y distintos movimientos populares y partidos de izquierda fuimos partícipes de la lucha por el pedido de justicia y que los responsables paguen por lo que hicieron.
“[…] El 31 de diciembre Vilma Ripoll fue personalmente a solidarizarse y ponerse a disposición de los padres y familiares, que con tremendo dolor y desesperados buscaban información en el CGP 2. […] Al mismo tiempo, desde el MST señalamos con toda claridad la responsabilidad política directa del Estado por la masacre, en cabeza del jefe de gobierno porteño Aníbal Ibarra y de sus funcionarios, culpables de un criminal circuito de corrupción y recaudación, además del rol de la Policía Federal a través de comisarios, la connivencia de unos y otros con empresarios como Chabán y el silencio cómplice de Néstor Kirchner, aliado político de Ibarra […]” Pablo Vasco, dirigente del MST.
Gracias a la lucha incansable, heredera del argentinazo en 2001, se logró destituir a Ibarra a través del jucio político, aunque quedó absuelto del juicio penal y civil, y que Chabán sea condenado a 10 años de prisión y muera cumpliendo la condena. Pero también pagaron años de cárcel los músicos de Callejeros, debido a la necesidad que tuvo la burguesía por salvar a los políticos y empresarios y culpar a los artistas.
Fontanet junto al resto de los integrantes de la banda fueron condenados en 2011 por la Sala III de la Cámara de Casación, en un fallo de revisión de la sentencia absolutoria del Tribunal Oral Criminal del 24 de agosto de 2009, en el que se había condenado al dueño del boliche Cromañon, Omar Chabán; al ex subcomisario Carlos Díaz; a Raúl Villareal, colaborador de Chabán; al manager de la banda, Diego Argarañaz; y a dos ex funcionarios de control del gobierno porteño.
El peronismo no volvió a gobernar en CABA, pero el PRO comenzó una política que fue terrible para la música independiente: con la excusa de “la seguridad” se dedica hace años a cerrar y clausurar todo tipo de espacio cultural popular e independiente, haciendo que los únicos lugares donde se pueda consumir cultura sean en espacios manejados por grandes capitalistas y favoreciendo al monopolio. No combatió la corrupción en absoluto y dejó sin trabajo a toda una generación de músiques independientes y sin lugar a las expresiones de la cultura popular. Privatizar la cultura, la solución neoliberal.
No son ni los músicos ni el pibe que prendió la bengala los responsables. Es inminente seguir exigiendo justicia, seguir recordando a las víctimas y mantener viva la llama de la memoria para que nunca se repita. Pero también es inminente la lucha contra este sistema que es corrupto por naturaleza, no hay forma de luchar contra la corrupción sin luchar por cambiar el sistema capitalista por uno donde la vida importe más que la acumulación de ganancias.
- Fuente: “Culpable” – Gonzalo Sanz Cerbino