El Ministerio de Economía enfrenta un calendario de vencimientos en pesos extremadamente exigente para comienzos de 2026, producto de una estrategia de endeudamiento de corto plazo que privilegió la calma financiera inmediata por sobre la sustentabilidad económica. Mientras el relato oficial celebra el “orden fiscal”, crece el riesgo de una nueva presión sobre el mercado y, en última instancia, sobre el bolsillo popular.
Una bomba de tiempo en pesos
El arranque de 2026 aparece marcado por un volumen inédito de vencimientos de deuda en pesos, concentrados en los primeros meses del año. Se trata de compromisos asumidos mayormente durante 2024 y 2025, cuando el Gobierno optó por financiarse con instrumentos de corto plazo, tasas elevadas y fuerte indexación, en un contexto de ajuste brutal del gasto público y licuación de ingresos. El monto llegaría a los $87 billones.
Lejos de resolver el problema estructural de la deuda, la estrategia oficial trasladó el riesgo hacia adelante, acumulando vencimientos que ahora configuran un escenario financiero frágil y altamente dependiente del humor del mercado.
El “éxito” financiero que se paga después
Desde el Palacio de Hacienda se insiste en presentar las licitaciones exitosas como una señal de confianza. Sin embargo, ese supuesto respaldo del mercado se construyó a costa de condiciones cada vez más exigentes para el Estado, con bonos atados a inflación, dólar o tasas reales positivas que garantizan ganancias a los grandes tenedores de deuda.
El resultado es un esquema en el que el Estado queda atrapado en una lógica de refinanciación permanente, sin margen para políticas de desarrollo, inversión productiva o recomposición salarial. La deuda en pesos, lejos de ser una herramienta soberana, funciona como un mecanismo de transferencia de recursos hacia el sistema financiero.
Ajuste hoy, riesgo mañana
Mientras el Gobierno aplica un ajuste sin precedentes sobre jubilaciones, salarios y políticas sociales, el problema de fondo no desaparece: la bola de deuda sigue creciendo. El desafío que se avecina para 2026 abre interrogantes inquietantes: ¿más ajuste para garantizar pagos?, ¿nueva emisión encubierta?, ¿mayor dependencia del endeudamiento externo?
La experiencia reciente demuestra que cuando estos esquemas se tensan, la factura no la paga el mercado, sino la sociedad: con inflación, recesión, pérdida de empleo y deterioro de las condiciones de vida.
El escenario que se perfila expone la fragilidad del modelo económico, que reduce el rol del Estado a garante de pagos y sumisión a sus acreedores.

