Cambios en la forma de medir inflación, pobreza e ingresos alimentan sospechas sobre la transparencia del INDEC. Especialistas advierten que las estadísticas oficiales no reflejan la realidad cotidiana de millones de argentinos.
En medio de un ajuste económico que golpea con fuerza a los sectores populares, las estadísticas oficiales del INDEC vuelven a quedar en el centro de la polémica. Informes recientes, como el del Centro de Economía Política Argentina (CEPA) y análisis de especialistas ponen en duda la consistencia metodológica de las mediciones de inflación, pobreza y salarios, al señalar que los datos difundidos por el organismo se encuentran muy lejos de lo que se vive en los hogares.
La discusión no es nueva, pero cobra renovada relevancia en un contexto en el que el Gobierno utiliza los indicadores oficiales como prueba de éxito de su programa económico, mientras crecen el deterioro del poder adquisitivo, el empleo precario y la demanda social.
Inflación “a la baja”, góndolas por las nubes
Uno de los principales focos de crítica apunta a la medición de la inflación. Economistas advierten que las ponderaciones utilizadas por el INDEC en el índice de precios subestiman el impacto real del aumento de alimentos, tarifas y servicios esenciales, rubros que explican la mayor parte del gasto de los sectores trabajadores.
“El problema no es solo cuánto da la inflación, sino qué precios se miden y a quién representan”, señalan desde ámbitos académicos. Mientras el índice oficial muestra desaceleración, en los barrios el ajuste se traduce en changuitos cada vez más chicos y salarios que no alcanzan.
Pobreza: menos pobres en el papel, más ajuste en la calle
Las cifras oficiales de reducción de la pobreza también fueron cuestionadas por universidades y centros de estudios sociales. Según estos análisis, buena parte de la baja registrada se explica por modificaciones técnicas en la captación de ingresos y no por una mejora sustancial de las condiciones de vida.
Organizaciones sociales y sindicales advierten que cambiar la regla no cambia la realidad: comedores desbordados, caída del consumo y más trabajadores pobres conviven con estadísticas que muestran un escenario más benigno del que se percibe cotidianamente.
Cambios metodológicos sin debate público
Otro punto sensible es la falta de discusión pública sobre los cambios introducidos en encuestas clave como la Encuesta Permanente de Hogares (EPH). Especialistas remarcan que cualquier modificación metodológica debería ser ampliamente comunicada y debatida, ya que impacta de forma directa en indicadores centrales para el diseño de políticas públicas.
El problema no es técnico sino político: las estadísticas no son neutrales y su uso puede servir tanto para visibilizar desigualdades como para ocultarlas detrás de promedios favorables.
Estadística pública y disputa de sentido
El debate sobre el INDEC excede los decimales. Se trata de qué modelo de país se busca legitimar y a quién representan los números oficiales. Cuando las estadísticas se alejan de la experiencia social concreta, se erosiona no solo la credibilidad del organismo, sino también la posibilidad de discutir políticas basadas en la realidad.
En un escenario de ajuste y recorte del gasto social, los cuestionamientos metodológicos al INDEC funcionan como una alerta: sin datos confiables y transparentes, la desigualdad se vuelve invisible y el ajuste se maquilla de éxito técnico.

