La presión del FMI a Caputo. La disputa por los dólares y la soga al cuello de la deuda

Desde las oficinas de Washington, donde se digita el destino de las economías dependientes como la nuestra, llegó un nuevo mensaje que contradice el clima de euforia financiera que el oficialismo intenta vender puertas adentro.

La vocera del Fondo Monetario Internacional, Julie Kozack, fue la encargada de poner sobre la mesa las exigencias del organismo de crédito, marcando un contrapunto evidente con la estrategia que viene desplegando el equipo económico de Luis Caputo. El problema no es otro que la acumulación de reservas, ese monto de dólares que el Fondo exige para garantizarse el cobro de la deuda fraudulenta, y que el gobierno libertario se niega a priorizar en pos de mantener artificialmente baja la inflación y planchado el tipo de cambio. A pesar de las exigencias, Kozack también dejó en claro la agenda de exigencias venideras: más presión, más ajuste y la incertidumbre de si habrá un waiver (perdón) o un castigo en la próxima revisión de diciembre.

En su conferencia de prensa habitual, la funcionaria del organismo fue tajante al señalar que las políticas monetarias y cambiarias de la Argentina deberán respaldar una trayectoria más ambiciosa de acumulación de reservas para crear amortiguadores adecuados para la Argentina”. En esta ocasión, sin ningún tipo de felicitaciones por el ajuste fiscal brutal que recayó sobre jubilados y trabajadores, el FMI advirtió que cumplir con el objetivo de reservas para fin de año será un desafío, una forma de decir que no hay chances virtuales de que el gobierno cumpla con esta meta.

Kozack, también insistió en que sigue siendo esencial que las autoridades realicen un esfuerzo concertado en el futuro para construir las reservas internacionales, dejando en claro que la estabilidad macroeconómica que pregona el gobierno es, a los ojos del capital financiero internacional, todavía frágil e insuficiente si no hay dólares suficientes en las arcas del Banco Central.

Incertidumbre y más exigencias de ajuste

Seguido a estas declaraciones, la vocera se negó a confirmar si el organismo otorgará un nuevo waiver o perdón por el incumplimiento de las metas. Ante la pregunta de los medios, se limitó a decir que no iba a especular en esta etapa y que esto se considerará en conversaciones para la próxima revisión. Esta negativa a dar garantías puede suponerse como una especie de presión política para que el gobierno acelere con las reformas estructurales pendientes.

A pesar de que el FMI celebró los avances en la reducción de la inflación y el déficit, Kozack remarcó la necesidad de continuar por el sendero de este tipo de políticas para concretar y mantener la estabilidad. Específicamente, el Fondo exige por más reformas destinadas a mejorar la eficiencia y equidad del sistema tributario, junto con la continuación de los controles y reformas del gasto, incluyendo subsidios, además de pedir explícitamente mayores esfuerzos para mejorar la flexibilidad del mercado laboral. Es decir, el Fondo pide más precarización y más ajuste como condición para seguir sosteniendo el respirador artificial del programa.

El capital financiero desnuda la fragilidad

Esta exigencia de acumulación de reservas choca de frente con la realidad de los números del Banco Central. Hace tiempo que la política de Caputo viene siendo cuestionada no solo por oposición política, sino por los propios representantes del capital financiero global. Un reciente informe del banco Barclays desnuda la fragilidad del esquema: las reservas netas, excluyendo los desembolsos del FMI, son hoy más bajas que cuando Milei asumió el gobierno. Según este análisis, las reservas netas se encuentran en terreno negativo por unos U$S16.000 millones, ubicándose U$S13.000 millones por debajo de la meta revisada. Lo más grave que señala el informe es que la liquidez de la que se jacta el gobierno está construida sobre el uso de los encajes de los depósitos en dólares de los ahorristas, una maniobra de alto riesgo que expone el sistema financiero a una corrida ante cualquier shock de confianza. Incluso, advierten que la deuda en su moneda extranjera ha aumentado, impulsada por la emisión de bonos BOPREAL y los repos bancarios, desmintiendo el relato del desendeudamiento.

A esa catarata de críticas se suman voces como la del fondo de inversión Pimco o el propio, Domingo Cavallo, ídolo de la juventud del presidente, quienes advierten que sin acumulación de reservas es imposible levantar el cepo o volver a los mercados voluntarios de deuda. Todos estos actores, desde su perspectiva atada sus intereses de clase, coinciden en que el gobierno está quemando las naves para sostener una estabilidad cambiaria ficticia.

El panorama se oscurece aún más con la noticia de la cancelación de la visita de Scott Bessent a la Argentina. El secretario del Tesoro de los Estados Unidos, que aparecía como la gran esperanza del gobierno para conseguir un salvataje financiero gracias a Donald Trump, ha puesto en pausa su viaje en medio de rumores de tensiones geopolíticas, vinculadas a la relación de Argentina con China. Esto es la demostración de que la ayuda del imperialismo norteamericano nunca es gratis y que el alineamiento carnal no garantiza dólares frescos si no se cumple a rajatabla los mandatos de Washington.

Huir hacia adelante

Por el lado del gobierno, la respuesta de Luis Caputo ante este escenario, es la misma que siempre adopta este personaje y el gobierno, una huida hacia adelante. En su reciente presentación ante los empresarios del Consejo Interamericano de Comercio y Producción (CICyP), el ministro defendió con arrogancia su negativa a comprar reservas de manera agresiva. “No vamos a salir a comprar dólares como loquitos para tener un dólar alto y probarle al mundo que somos competitivos“, lanzó ante el círculo rojo, argumentando que la prioridad es mantener la desinflación.

Para Caputo, comprar dólares implicaría emitir pesos que luego deberían ser esterilizados, generando una bola de nieve de pasivos remunerados o, en su defecto, convalidar una mayor inflación, lo cual destruiría el único activo político que el gobierno ostenta desde su desembarco en poder ante su base electoral.

El titular de Hacienda apuesta todas sus fichas a un escenario optimista para el 2026, confiando en una cosecha récord y en la entrada de divisas provenientes de un nuevo blanqueo de capitales, que ahora busca extenderse mediante un perdón fiscal encubierto en el proyecto de reforma laboral. Según sus cálculos hay unos U$S25.000 millones de dólares fuera del sistema que podrían ingresar si se genera la confianza necesaria. Sin embargo, esta apuesta es de un riesgo bastante extremo, tal vez del tipo al que hizo “el toto” en toda su carrera de inversor. El ministro se encuentra atrapado en una encerrona de su propia creación: si no compra reservas, el riesgo país se mantiene alto y el FMI presiona, cerrando la puerta al crédito internacional privado; pero si sale a comprar dólares para cumplir con el Fondo Monetario, el tipo de cambio sube, la inflación se dispara y el relato de la estabilidad se desmorona.

Bicicleta financiera y transferencia de recursos

En el medio de esta disyuntiva técnica, lo que se esconde es una fenomenal transferencia de recursos. La decisión de mantener el dólar barato y las tasas reales positivas en dólares ha permitido una bicicleta financiera histórica para los especuladores, mientras que la economía real se hunde en la recesión. Barclays lo dice de forma clara cuando señala que la actividad económica, excluyendo la intermediación financiera, está estancada. El gobierno decide sacrificar la actividad productiva y los salarios para garantizar las ganancias de los bancos y los fondos de inversión que juegan al carry trade. Por lo tanto, viendo este posicionamiento, la falta de reservas no es un error de cálculos, es la consecuencia directa de un modelo que prioriza la fuga y el pago de deuda por sobre cualquier otro tipo de necesidad.

La contradicción entre las exigencias del FMI y la política de Caputo, es en última instancia, una pelea entre socios sobre como exprimir mejor a la Argentina. Mientras discuten si el dólar está caro o barato, o si las reservas deben crecer más rápido, ambos coinciden en lo fundamental: el ajuste debe continuar, las reformas estructurales (laboral, previsional y tributaria) deben aprobarse y la deuda debe pagarse a costa del hambre de las mayorías. El gobierno prefiere no acumular reservas para mantener la ficción de la baja inflación a corto plazo, hipotecando el futuro ante los vencimientos de deuda que se cumulan para 2026 y 20274, que superan los 30.000 millones de dólares.

Romper con la dependencia y la deuda

Ante un panorama de dependencia absoluta y fragilidad extrema, queda claro que no hay salida favorable para los trabajadores dentro de los marcos de este régimen. La discusión sobre si cumplir o no la meta de las reservas es una trampa. La única forma de romper con este ciclo de endeudamiento perpetuo, saqueo de recursos y ajuste permanente es hacer un cambio radical de estas condiciones. Desde la izquierda planteamos que en fundamental desconocer el acuerdo con el FMI, suspender de inmediato los pagos de la deuda externa fraudulenta y volcar esos recursos a resolver las urgencias sociales. Pero para que eso sea sostenible, debe ir acompañado de medidas de fondo como la nacionalización de la banca y el comercio exterior, para terminar con la fuga de capitales y poner los dólares del país al servicio de un plan de desarrollo obrero y popular, y no de la timba financiera que hoy celebran Caputo y el FMI.

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