No solo negocia con gobernadores. Santilli se reunió con Lamelas

Esta mañana, la Casa Rosada, hoy ya casi convertida en un anexo de la Casa Blanca, le dio la bienvenida a uno de los actores que opera como un verdadero auditor de la política interna del país. El ministro del Interior, Diego Santilli, recibió a Peter Lamelas, el flamante embajador de los Estados unidos. Bajo la excusa de una reunión de trabajo sobre la “agenda bilateral“, lo que ocurrió fue un acto de rendición de cuentas ante el representante de Donald Trump.

El comunicado oficial difundido tras el encuentro, con un nivel de cinismo sin igual, comenta que ambos funcionarios reafirmaron “los valores compartidos de libertad y progreso” como claves para la prosperidad. Cabe preguntarse de qué libertad hablan: ¿la libertad de las corporaciones norteamericanas para saquear nuestros recursos naturales sin restricciones? ¿O la libertad de los especuladores financieros para fugar capitales? Cuando hablan de “progreso”, se refieren exclusivamente a las ganancias de las multinacionales que Lamelas representa, a costa del retroceso y la miseria de las mayorías trabajadoras argentinas. También se mencionó el objetivo de buscar “nuevas oportunidades de cooperación mutua”, una forma de presentar la apertura indiscriminada de importaciones que destruirá lo que queda de la industria nacional.

Aunque desde el gobierno intentan bajarle el tono del acuerdo comercial diciendo que este “no tiene fecha” y que “se cerrará cuando se cierre” debido a cuestiones de agenda de los mandatarios, la realidad política es que la maquinaria de entrega ya está en marcha. La presencia de Lamelas en Balcarce 50, reuniéndose específicamente con el encargado de la relación con las provincias y el armado político territorial, confirma lo que el propio embajador adelantó sin pudor ante el Senado de su país: su misión no se limita a las relaciones diplomáticas formales, sino que busca intervenir activamente en el entramado político local para asegurar los intereses estratégicos de Washington.

El nexo con los gobernadores y el saqueo de recursos

La elección del Santilli como interlocutor no es para nada casual. El “Colo” hoy se ha convertido en el hombre del gobierno para negociar la gobernabilidad con los mandatarios provinciales. Es quien, casi con la billetera en la mano, se encarga de conseguir los votos en el Congreso para las leyes de ajuste a cambio de liberar partidas discrecionales o reactivar obras públicas puntuales.

Lamelas, un empresario médico con mentalidad de patrón de estancia, dejó en claro durante su audiencia de confirmación en julio que una de sus prioridades es “dialogar con los gobiernos provinciales”. Su excusa es la supuesta lucha contra la corrupción, pero el objetivo real es vetar cualquier acercamiento de las provincias con China y garantizar que el litio, el petróleo y los demás recursos estratégicos queden bajo la órbita exclusiva de las corporaciones norteamericanas.

En este esquema, Santilli es el nexo necesario para facilitar estos negocios. El gobierno libertario necesita sobrevivir al verano de las sesiones extraordinarias, donde se discutirán paquetes legislativos diseñados a medidas de las exigencias del FMI y del Departamento de Estado, como el Presupuesto 2026 de déficit cero, la reforma laboral que busca precarizar aún más la vida de los trabajadores y las reformas tributaria y penal. Para que estos proyectos pasen el filtro del Congreso, Santilli debe alinear a los gobernadores, muchos de los cuales ya han mostrado su disposición a venderse al mejor postor.

La reunión con Lamelas funciona, entonces, como una garantía de que esa alineación interna se corresponda con la alineación externa. Es decir, que los gobernadores no solo voten el ajuste de Milei, sino que también deban abrir sus territorios al saqueo de las empresas yanquis sin chistar.

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El cobro de la factura: sumisión comercial y geopolítica

Este encuentro se produce en un contexto de subordinación casi sin precedentes, marcado por el reciente anuncio del “Marco para un Acuerdo sobre Comercio e Inversión Recíprocos“. Este tratado, celebrado por Milei como un paso hacia la “grandeza”, es en realidad un pacto de rendición. El gobierno libertario ha aceptado desmantelar barrearas arancelarias, modificar leyes de patentes en beneficio de las farmacéuticas norteamericanas y aceptan estándares regulatorios extranjeros que destruirán lo que queda del aparato productivo nacional y las economías regionales. Este acuerdo, es lisa y llanamente la formalización del pacto colonial donde Argentina entrega el mercado y los recursos y Estados Unidos se lleva las ganancias.

La injerencia de Lamelas y la firma de acuerdos lesivos son el precio que Milei está pagando por el salvataje financiero recibido antes de las elecciones legislativas. La ayuda de la secretaria del tesoro, Scott Bessent, y el respaldo explícito de Trump, fueron determinantes para que el gobierno pudiera llegar a octubre con una relativa estabilidad cambiaria y financiera. Pero casi como una regla de la historia, el imperialismo no hace caridad; el imperialismo invierte y cobra sus intereses políticos. Lamelas, yendo a Casa Rosada, le está llevando la factura al gobierno para que la pague con soberanía.

Esta deuda política explica, también, el alineamiento automático de la Cancillería argentina con las aventuras geopolíticas de Trump en la región. Las presiones para que Argentina se sume a las provocaciones militares en el Mar Caribe y a las nuevas amenazas contra Venezuela son parte del mismo paquete.

Milei no solo ha atado la suerte de la economía argentina al dólar, sino que subordinó la política exterior y de defensa a los caprichos de un ultraderechista que busca recuperar el control de su patio trasero frente al avance de las potencias imperialistas que le disputan su hegemonía.

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Un virrey para monitorear el ajuste

El perfil de Peter Lamelas le viene como anillo al dedo a esta etapa de negociaciones. No es un diplomático de carrera, es directamente un operador político e ideológico. Sus advertencias sobre la necesidad de vigilar los movimientos de la izquierda en Argentina demuestran que su agenda incluye el monitoreo de la conflictividad social. Estados Unidos sabe que las reformas estructurales que en parte ellos exigen (laboral, previsional y tributaria) generarán resistencia en las calles. Por eso, necesitan un gobierno alineado y con capacidad de represión y control político.

La reunión de hoy en la Casa Rosada es la puesta en escena de esta relación carnal (mayor a las de los ‘90) y desigual. Mientras Santilli le rinde cuentas al enviado de Washington sobre como avanza la compra de voluntades en el Congreso y en las provincias, la gente sufre las consecuencias de un modelo económico que transfiere ingresos de los trabajadores a los grupos concentrados y al capital financiero internacional.

Frente a este escenario de entrega indiscriminada, donde el gobierno libertario actúa como una administración colonial, queda claro que la única salida es la ruptura con este entramado de dependencia. Repudiar la presencia de Lamelas y rechazar el acuerdo comercial con Estados Unidos son tareas urgentes para defender nuestra soberanía. Esto no solo se trató de una reunión protocolar; esto se trató del futuro de nuestros recursos y de nuestros derechos, que están siendo negociados en un despacho de la Rosada bajo la atenta mirada de los mandamases del imperialismo norteamericano.

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