Mientras el Gobierno celebra “orden fiscal” y una supuesta baja nominal de la inflación, la realidad cotidiana de millones de familias muestra el reverso del modelo: la morosidad en los créditos se disparó y expone el deterioro de los ingresos frente a tasas impagables. El endeudamiento crece, los salarios no alcanzan y el ajuste recae, una vez más, sobre quienes menos tienen.
Un país endeudado: las familias al límite
La morosidad de las familias casi se triplicó en un año, según datos del Banco Central. El índice pasó de niveles históricamente bajos a convertirse en el más alto en 15 años, un salto que refleja la profundidad del deterioro económico de los hogares en medio del programa de ajuste.
Lejos de ser un fenómeno aislado, el incremento está directamente vinculado con un cuadro que se repite en todo el país: tasas de interés que rozan la usura y salarios que corren muy por detrás de los precios y del costo de endeudarse. Con un Costo Financiero Total que supera ampliamente el 100% anual en muchos bancos, el crédito dejó de ser una herramienta de consumo y se transformó en una trampa.
Tasas que suben, salarios que caen
Los ingresos reales continúan perdiendo contra la inflación y contra la política de tasas del Gobierno. La caída del salario real, consolidada tras meses de recesión y paritarias a la baja, empuja a miles de familias a estirar la tarjeta de crédito o pedir préstamos personales para cubrir gastos básicos.
Pero ese mismo Estado que promete “libertad financiera” habilita un sistema donde endeudarse sale cada vez más caro, y donde la brecha entre lo que ganan los hogares y lo que deben pagar se hace inmanejable. El resultado previsible es más morosidad, más exclusión y más concentración del ingreso en manos del sistema financiero.
El ajuste que no aparece en los discursos
La narrativa oficial insiste en hablar de “recuperación”, “orden” y “responsabilidad fiscal”. Pero mientras tanto, la morosidad crece, el consumo cae, la pobreza avanza y llas familias destinan un porcentaje creciente de sus ingresos solo a pagar deudas.
La política económica del Gobierno empuja a millones a una situación límite donde cumplir con las obligaciones financieras es casi imposible. La “estabilidad” que celebran los mercados tiene un costo social que se oculta en el descalce brutal entre tasas usurarias e ingresos de miseria.
Un modelo para pocos
El aumento explosivo de la morosidad no es una falla del sistema: es una consecuencia directa del modelo económico. La transferencia de recursos desde los trabajadores hacia el sector financiero se profundiza, mientras la economía real se achica y el Estado se retira de sus responsabilidades.
La crisis del endeudamiento familiar es el síntoma más claro de un país en el que la prioridad no es la vida de las mayorías, sino el equilibrio fiscal a cualquier costo. Las familias quedan atrapadas entre salarios que no alcanzan y tasas imposibles, mientras el Gobierno mira hacia otro lado.

