Pablo Quirno y Marco Rubio
Tras una reunión entre el canciller Pablo Quirno y el secretario de Estado, Marco Rubio, Estados Unidos anunció un “Marco para un Acuerdo sobre Comercio e Inversión Recíprocos”. Un acuerdo, celebrado por todo el arco oficialista, que se negocio sin transparencia y consolida un modelo de subordinación a los intereses norteamericanos.
Durante la tarde de este jueves, la Casa Blanca publicó el anuncio que el gobierno de Javier Milei esperaba. En el marco de una reunión en Washington, entre el canciller Pablo Quirno y el secretario de Estado norteamericano, Marco Rubio, ambos gobiernos acordaron un marco comercial que sella la alianza estratégica, para los intereses del gobierno de Trump.
El comunicado oficial destaca una “visión común de libre empresa, iniciativa privada y mercados abiertos”, pero los detalles concretos se mantuvieron en un opaco secreto durante toda la negociación.
El acuerdo abarca una extensa lista de áreas que incluyen: aranceles, eliminación de barreras no arancelarias, propiedad intelectual, minerales críticos y acceso a mercados agrícolas. Según el texto difundido, la Argentina se compromete a otorgar “acceso preferencial” a una amplia gama de productos estadounidenses. Estos van desde medicamentos y químicos, hasta maquinaria, tecnología y vehículos. También se abre la puerta a la importación de ganado bovino vivo y productos avícolas de Estados Unidos. A cambio, el país obtendría la eliminación de aranceles sobre sobre “ciertos recursos naturales no disponibles” y artículos para uso farmacéutico.
El contenido del anuncio marca una asimetría totalmente insultante. Mientras que las concesiones argentinas son específicas e inmediatas, los beneficios locales aparecen como vagas promesas sujetas a futuras consideraciones. No hay que olvidar, que este pacto se negocia en un marco de casi una extrema dependencia financiera, con el salvataje del swap por U$S20.000 millones de dólares como cuestión de fondo.
Tal como lo había adelantado el embajador, Alec Oxenford las tratativas se manejaron bajo un estricto “acuerdo de confidencialidad”. Este secretismo, impidió cualquier debate público sobre un convenio que, si no se lo enfrenta, podrá marcar el rumbo de la economía durante décadas. Si verdaderamente el acuerdo beneficiaría a las mayorías, es lógico, que no necesitaría que las negociaciones se hagan con este nivel de ocultamiento.
Este tratado no es un hecho aislado. Es uno de los tantos elementos que este gobierno pone en la mesa de la entrega soberana. Con este movimiento se pretende consolidar un modelo de inserción internacional subordinado a los designios de Washington y sus grandes corporaciones.
Lejos de representar una oportunidad para el desarrollo nacional, este acuerdo espurio, atenta contra cualquier esbozo de producción local y de creación de puestos de trabajo. Ante semejante nivel de entrega, solo la movilización popular y la organización desde abajo, pueden impedir que el futuro de los trabajadores sea moneda de cambio en mesas de negociaciones secretas.
Se vuelve urgente prepararse para enfrentar esta contraofensiva de ajuste y entrega que prepara el gobierno libertario en su segunda parte del mandato. No solo este pacto es el que hay que salir a tirar. Hay que romper con cualquier acuerdo que tenga este nivel de coloniaje al que nos quieren someter. Esto va para los recientes negocios de Bessent, para la fraudulenta deuda externa, el acuerdo con el FMI o cualquier tipo de entrega de nuestro país a potencias imperialistas.

