El Fondo Monetario Internacional manifestó un contundente mensaje de advertencia al gobierno de Javier Milei, en el que, tras una fachada de elogios generales por la victoria electoral y cuestiones macroeconómicas, dejó en claro que la cuestión central y no negociables es el dramático nivel de las reservas internacionales.
A través de su vocera, Julie Kozack, el organismo manifestó su preocupación por el incumplimiento de una de las metas clave del acuerdo firmado en abril y presionó para que se acelere la acumulación de divisas, un punto que choca directamente con el modelo de bandas cambiarias defendido por el ministro Luis Caputo. Las declaraciones de la vocera, a pesar de estar cuidadosamente formuladas, no hacen más que reflejar las exigencias unificadas del establishment financiero global, que incluyen al gobierno de Estados Unidos, grandes bancos y fondos de inversión, quienes observan con impaciencia la incapacidad del Banco Central de salir del rojo profundo en el que se encuentra.
Durante su conferencia de prensa semana en Washington, Kozack realizó lo mismo que viene haciendo cada vez que le preguntan por la situación de Argentina. Por un lado, dedicó un segmento a felicitar la gestión de Milei, destacando que “las autoridades continúan tomando medidas para fortalecer la estabilidad macroeconómica y abordar las distorsiones económicas”. Señaló que la inflación anual ha disminuido “drásticamente” y que el marco de políticas “está sirviendo como ancla en torno a las expectativas de inflación”. Incluso proyectó un crecimiento del 4.5% para la economía argentina en 2025, atribuyéndolo a la resiliencia en “los sectores de la energía, la minería y la agricultura”.
Sin embargo, estas palabras solo sirven como fuegos de artificio para ocultar la verdadera razón de su intervención, la cuestión que mantiene en alerta al organismo de crédito internacional. “Desafíos importantes persisten en Argentina”, afirmó y acto seguido lanzó directamente que, “la reciente mejora en las condiciones del mercado es una ventana de oportunidad para que las autoridades fortalezcan las políticas macroeconómicas, afiancen la estabilidad y aceleren la acumulación de reservas”.
La vocera fue determinante al referirse al esquema cambiario, un tema que toca la médula del modelo económico. “La elección del régimen cambiario corresponde a las autoridades del país”, declaró, en una aparente muestra de respeto a la soberanía nacional que es inmediatamente contradicha por la condición que impone. “Nuestra opinión en el FMI es que el régimen elegido debe ser coherente con el fortalecimiento de las reservas internacionales y la estabilidad externa”. Estos tecnicismos, contradicen la postura de Caputo, quien horas antes, en la conferencia de la UIA, había defendido la continuidad de las bandas de flotación.
El Fondo no exige la adopción de un régimen específico, pero dejó muy claro que el actual sirve, solo si logra el resultado fundamental: engrosar las arcas del BCRA. Al ser consultada específicamente sobre si el gobierno argentino cumplirá con la meta de reservas para diciembre, Kozack evitó hacer cualquier tipo de afirmación. “Sería prematuro para mí comentar si el objetivo se cumplirá en el futuro”, admitió, dejando flotando la amenaza de un nuevo incumplimiento.
Actualmente, las reservas del Banco central se encuentran en números rojos, con un balance negativo que supera los U$S11.000 millones. El programa acordado con el FMI exige que para diciembre el gobierno incorpore U$S9.000 millones de dólares para alcanzar un nivel de U$S3.300 millones. Este objetivo aparece como una meta casi inalcanzable en el corto plazo, el cual no podría alcanzarse ni con el salvataje armado por la administración de Trump, a través del secretario del Tesoro, Scott Bessent.
Kozack reconoció este apoyo norteamericano, señalando que “ha ayudado a estabilizar los mercados en Argentina y complementa el programa respaldado por el FMI”, pero, al mismo tiempo señaló que sigue siendo insuficiente para solucionar el problema de las reservas. La realidad es que el gobierno se encamina a una nueva revisión de metas en diciembre, casi que, con las manos vacías, forzando a pedir por segunda vez un waiver o perdón por su fracaso en cumplir un objetivo central, tal como ya ocurrió en la última revisión de agosto.
En definitiva, mientras Caputo insiste en un modelo de bandas que según él está “bien calibrado”, las presiones para abandonarlo o modificarlo se acumulan desde todos los sectores de la economía. Por un lado, el capital especulativo internacional y fondos de inversión. Por el otro, ex ministros que fueron íconos del neoliberalismo, como Domingo Cavallo, quien señala, también, la imposibilidad de sostener el esquema sin reservas. Hoy, el FMI, a través de su vocera, terminó dándole la razón a Cavallo. Estos cruces ya no son solo una discusión técnica entre economistas, sino una exigencia concreta de los acreedores que sostienen financieramente al gobierno.
Toda esta discusión, se puede reducir a que mecanismo de ajuste es más eficiente para garantizar el pago de una deuda odiosa, fraudulenta e ilegítima. Todo este pasivo, contraído en su mayoría durante la gestión de Mauricio Macri, avalado por el gobierno de los Fernández y potenciada con Milei, tiene un denominador común llamado Luis Caputo. El mismo que firmó el acuerdo con el FMI en el 2019, es el que sigue al mando de dicha estafa.
Por último, lo central de esta discusión es comprender hacia qué sectores está orientada. En el caso de que el gobierno pueda cumplir con la exigencia del Fondo Monetario, haría que esos recursos se destinen a engrosar las cuentas de los acreedores internacionales, profundizando un ciclo de dependencia y entrega. La única salida soberana frente a este callejón sin salida es la ruptura inmediata de las negociaciones con el FMI y la auditoría de una deuda que el pueblo trabajador no tiene por qué pagar. Los recursos de la Argentina deben utilizarse para resolver los problemas de fondo de su gente, no para sostener la estafa de un organismo que solo trae más pobreza y ajuste.

