En diálogo con Radio Mitre, el embajador argentino en Estados Unidos, Alec oxenford, confirmó que el acuerdo comercial entre ambos países está “prácticamente cerrado”. Con estas declaraciones se generan más interrogantes que certezas sobre un tratado que se negocia en el más absoluto secreto. De acuerdo a las palabras del diplomático, solo restaría definir “el momento adecuado entre las partes para ponerle un moño y comunicarlo”. La poca transparencia que rodea estas negociaciones es preocupante, sobre todo por las posibles consecuencias en materia de soberanía.
Oxenford no dio ningún tipo de detalle específico bajo el argumento de un “acuerdo de confidencialidad”. La opacidad con la que se manejan estas negociaciones resulta por lo menos alarmante, entendiendo que esto se trata de un convenio que marcará el rumbo de las relaciones comerciales argentinas. El embajador se limitó a afirmar que las novedades vendrán “muy pronto” y que será algo que nos “marcará positivamente durante mucho tiempo”. Como todos los acuerdos de este gobierno, no existe ningún tipo de información concreta que permita evaluar los reales beneficios para el país.
Por otro lado, resultan aún más inquietantes las declaraciones realizadas sobre el swap de monedas por 20.000 millones de dólares. Oxenford ya afirmó que este mecanismo “ya impactó” en la economía argentina, aunque no realizó definiciones sobre la naturaleza de ese impacto. Tampoco explicó los costos que tendrá para el país ese tipo de endeudamiento encubierto. Las declaraciones del embajador solo terminan de esclarecer que la dependencia financiera con los Estados Unidos se profundiza cotidianamente.
Las visitas al país gobernado por Trump, en este entramado de entrega no paran de realizarse. El viaje del canciller Pablo Quirno a Washington, durante este miércoles, apunta a cerrar los últimos detalles de este acuerdo. Este convenio se negocia en un contexto donde el gobierno ha incrementado notablemente su dependencia de Washington. El salvataje financiero del tesoro estadounidense, los negocios de Scott Bessent y ahora este tratado comercial, forman parte de una misma estrategia de subordinación. Lejos de representar una oportunidad para el desarrollo del país, todas estas fórmulas parecen consolidar un modelo de inserción internacional subordinado a los intereses del Norte.
Sin transparencia, sin debate público, no es posible evaluar el signo que tendrá este acuerdo sobre los sectores productivos. Observando la naturaleza y el camino tomado por este gobierno en estos dos años de gestión, como todo acuerdo asimétrico, simplemente se abrirán las puertas a una mayor intervención del mercado norteamericano, lo que generarán consecuencias terribles para la economía de los trabajadores y en el sector productivo del país.
Como lo hicieron con el blanqueo de capitales, con el acuerdo con el FMI, o con el reciente salvataje financiero, el gobierno, nuevamente, intenta presentar este tipo de negociaciones como un éxito rotundo. Un acuerdo comercial que realmente beneficiara al país no necesitaría negociarse en secreto. La vaguedad que rodea estas tratativas sugiere que hay aspectos que no resistirían la opinión de las mayorías.
Mientras el canciller viaja a Washington para ultimar detalles, los trabajadores tendríamos que conocer qué se está negociando. La soberanía comercial no puede ser moneda de cambio en operaciones opacas que comprometen el futuro del país. El secretismo que rodea este acuerdo espurio revela su verdadero carácter entreguista del gobierno.

