Casa Rosada. Llaryora le toca la puerta a los pituquitos de Recoleta

El gobernador de Córdoba, Martín Llaryora, llegó a la Casa Rosada con un objetivo claro de asegurar fondos para una provincia asfixiada por la falta de transferencias nacionales y las restricciones presupuestarias. La visita, presentada oficialmente como una “reunión de trabajo”, esconde un trasfondo político marcado por la necesidad de recomponer vínculos con el nuevo poder central y garantizar la gobernabilidad en un contexto económico adverso.

El anfitrión del encuentro fue el futuro ministro del Interior, Diego Santilli, con quien Llaryora mantiene una relación de amistad desde los años 90. Esa cercanía personal, ahora convertida en una herramienta política, podría abrirle al cordobés una vía de diálogo privilegiada con la administración nacional. Sin embargo, puertas adentro, la movida genera suspicacias y muchos interpretan el acercamiento como un gesto de pragmatismo que roza la dependencia política.

Córdoba enfrenta un escenario complejo. Con una caída sostenida en la recaudación y un freno en las obras nacionales, el gobierno provincial necesita recursos frescos para sostener su gestión. Llaryora busca obtener compromisos concretos del Ejecutivo nacional, pero las señales que llegan desde Buenos Aires son más simbólicas que materiales.

La Casa Rosada, por su parte, también juega su partida. El gobierno nacional necesita del apoyo de gobernadores dialoguistas para avanzar en el Congreso con su agenda de reformas laborales y fiscales. Llaryora aparece como una pieza útil en ese tablero, un aliado potencial que puede aportar gobernabilidad a cambio de asistencia económica.

Mientras tanto, en Córdoba, el mandatario intenta equilibrar su perfil de gestor provincial con su ambición de proyección nacional. La estrategia es clara: mostrarse dialoguista ante el gobierno central sin romper con el electorado cordobés, históricamente refractario al poder porteño. El desafío será no quedar atrapado entre las urgencias financieras y las conveniencias políticas.

La visita a la Casa Rosada, más que una reunión de cortesía, exhibe las tensiones de un país donde los recursos federales se administran con lógica política. Llaryora fue en busca de ayuda, pero también de relevancia. Luego del fracaso para instalar a Provincias Unidas como alternativa, otra vez, vuelven a ser cómplices del plan motosierra.

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