El presidente argentino viajó a La Paz para asistir a la asunción de Rodrigo Paz Pereira, el nuevo mandatario boliviano. La visita se inscribe en su estrategia de alineamiento con gobiernos de derecha en América Latina y evidencia la falta de una política exterior autónoma.
El viento los amontona
El presidente Javier Milei viajó este sábado a Bolivia para participar del acto de asunción de Rodrigo Paz Pereira, quien asumirá el gobierno tras derrotar al Movimiento al Socialismo (MAS) en el balotaje del 19 de octubre. El mandatario argentino estuvo acompañado por su hermana y secretaria general de la Presidencia, Karina Milei, y el canciller Pablo Quirno.
Desde el oficialismo presentaron la visita como un gesto “institucional” y de “cooperación bilateral”, pero en los hechos se trata de un nuevo movimiento de alineamiento político e ideológico con los sectores de derecha en la región. Paz Pereira, de perfil liberal y promercado, prometió reformas de apertura económica, desregulación y reducción del gasto estatal, un programa que guarda evidentes similitudes con el de Milei en Argentina.
Lejos de priorizar una agenda regional basada en la integración latinoamericana y el fortalecimiento de la soberanía económica, Milei continúa desplegando una política exterior subordinada a sus afinidades ideológicas y al eje Washington–Tel Aviv, al tiempo que mantiene un discurso de confrontación con los demás gobiernos del continente.
El viaje a La Paz se suma a la reciente visita del mandatario argentino a Estados Unidos para reunirse con Donald Trump, en un intento de consolidar su imagen como referente de la “nueva derecha global”. Estos gestos, más que estrategias diplomáticas, buscan reforzar una narrativa política interna que presenta a Milei como parte de una cruzada internacional “contra el socialismo”, mientras la crisis social y económica en Argentina se agrava.
En Bolivia, la asunción de Paz Pereira marca el fin de casi dos décadas de hegemonía del MAS, pero también abre un nuevo ciclo de ajuste y liberalización económica, con el aval de los organismos financieros internacionales y el beneplácito de los gobiernos conservadores de la región.
Así, la presencia de Milei en el acto no puede leerse como una simple formalidad diplomática, sino como una señal política de respaldo a un proyecto de restauración neoliberal en el continente, que busca reconfigurar las relaciones de poder en América Latina en favor de las élites empresariales y del capital extranjero.
Mientras en Argentina crecen la pobreza, la precarización y el descontento social, el gobierno insiste en una agenda internacional que nada tiene que ver con las necesidades del pueblo trabajador, y mucho con sus vínculos ideológicos y financieros.


