A partir de la publicación de los balances del Banco Central, se reveló una operación que parecería confirmar el tremendo negocio realizado por los Estados Unidos con la excusa del “salvataje” financiero.
En las últimas semanas, el Tesoro de los Estados Unidos, a través del secretario Scott Bessent, habría realizado una jugada financiera que le repartió ganancias estimadas en al menos un 10%, utilizando como moneda de cambio la estabilidad cambiaria argentina en vísperas de las elecciones legislativas. La operación, que involucró a bancos internacionales como Santender, Citi y JP Morgan, deja en claro la verdadera naturaleza de la ayuda norteamericana, donde para los jerarcas del capital especulativo, Argentina se convierte en el paño de apuestas para la timba financiera.
El mecanismo funciona como una bicicleta financiera de alta complejidad. En primer lugar, el Tesoro estadounidense inyectó dólares en el mercado local durante las semanas previas a las elecciones, lo que buscó contener el precio del dólar y generar una imagen de estabilidad que beneficiaba al oficialismo (existió cierta estabilidad, pero hay que recordar que el dólar llegó al valor de la banda superior en ese momento). Estos dólares fueron utilizados para comprar pesos a un precio bajo, aprovechando la tensión cambiaria. Bessent habría utilizado los bancos antes mencionados para adquirir letras en pesos del BCRA por aproximadamente 3 billones de pesos, equivalentes entonces a unos 2.100 millones de dólares.
La clave del negocio estuvo en el momento elegido para desarmar la posición. Según los balances del BCRA, entre el 23 y el 31 de octubre, el stock de letras en pesos se desplomó desde los 3 billones hasta apenas 274.000 millones de pesos. Esto indicaría que Bessent, habría vendido masivamente estos instrumentos, justo después de las elecciones, cuando el panorama político ya estaba definido. Si la información de los balances del Central se termina de blanquear, la operatoria le habría permitido recomprar dólares a un tipo de cambio más favorable, generando una ganancia que los operadores del mercado estiman en alrededor del 10%.
Esta ganancia no cayó del cielo. Es el resultado de una operación cuidadosamente orquestada que utilizó como variable de ajuste la economía de un país entero. Mientras Bessent celebraba en sus redes sociales que el “puente económico argentino ahora genera ganancias para el pueblo estadounidense”, en Argentina la deuda de esos dólares quedó a cargo del Banco Central, que deberá pagar una tasa de interés que se mantiene en secreto.
La transformación de esta operatoria en deuda es tal vez el aspecto más obsceno de esta timba. Los pesos que obtuvo el Tesoro estadounidense mediante la venta de sus letras, aunque todavía sin confirmar, ahora aparecen reconvertidos en un préstamo del Tesoro de Estados Unidos al BCRA por unos 2.100 millones de dólares. De acuerdo a algunas consultoras financieras, esta deuda podría a llegar a formar parte del swap de monedas anunciado el 20 de octubre por 20.000 millones de dólares, cuyas condiciones reales se mantienen en la más absoluta opacidad.
Por ahora, el costo de la apuesta para la Argentina sigue siendo un misterio. No se conoce la tasa de interés exacta que deberá pagar el BCRA, ni los plazos de vencimiento, ni las condiciones de repago. Lo que sí queda claro es que el Tesoro de estadounidense obtuvo una ganancia segura, con riesgo mínimo.
Toda esta ingeniería de la especulación financiera, no puede desvincularse del contexto político. El viaje número 14 de Javier Milei a Estados Unidos, muestra el grado, casi absurdo, de dependencia que el gobierno argentino ha adquirido con respecto a Washington. El vínculo de subordinación es total, donde la Casa Rosada termina financiando las ganancias de la Casa Blanca y el Tesoro norteamericano.
Bessent, un experto en operaciones financieras, capaz de quebrar la estabilidad cambiaria de algunos países (lo hizo en Inglaterra con la libra esterlina en los ’90), en esta oportunidad no solo intervino en el mercado cambiario argentino en un momento electoral clave, sino que además lo hizo obteniendo sustanciales ganancias para su país. Esta operatoria consolida a Estados Unidos como el actor fundamental en las decisiones económicas argentinas, reduciendo la soberanía casi que a una mera formalidad. Mientras el Tesoro estadounidense cuenta sus ganancias, el BCRA argentino suma una deuda más a su ya abultado pasivo, en condiciones que se niegan a transparentar. Esta asimetría define el carácter de una relación donde Argentina siempre termina perdiendo.
El tamaño de todo este negocio, lleva a hacerse una pregunta, casi que ingenua y cuya respuesta la mayoría se imaginan: ¿Hasta qué punto el gobierno argentino estuvo al tanto de estos movimientos? La sincronización entre la apuesta financiera y el calendario electoral resulta demasiado perfecta para ser una casualidad. Lo cierto es que, más allá de las explicaciones que puedan darse, los números del BCRA hablan por sí solos y pintan un panorama muy frágil para la ya debilitada autonomía económica del país.
Toda esta usura proveniente de lo más podrido del capital especulativo, solo puede terminar con medidas profundamente radicales y totalmente opuestas a la lógica del capital. Estos acuerdos lesivos, como el swap o las líneas de créditos privadas, como las prometidas por el salvataje trumpista, se tienen que terminar. Al igual que con el FMI, hay que romper todo tipo de relación con las operatorias que ejecutan los mandamases norteamericanos.
Por otro lado, para evitar que utilicen a la Argentina como un casino, tenemos que nacionalizar la banca y el comercio exterior. Necesitamos la expropiación sin indemnización de todo el sistema bancario y las empresas importadoras y exportadoras, para ponerlos bajo control democrático de los trabajadores. Así, el crédito y los dólares se destinarán a reactivar la industria nacional, generar empleo y resolver los problemas urgentes de la población, no a enriquecer a los especuladores.
La segunda parte del mandato de Milei busca todo lo contrario, donde el país sea una colonia yanqui y los trabajadores sufran las consecuencias de las reformas exigidas por el gran capital. Para enfrentar estos embates y terminar de echar a los vivos como Bessent, tenemos que prepararnos para la lucha contra las promesas de ajuste que el gobierno quiere implementar a partir de diciembre. Mientras no se enfrente estas avanzadas y no se ponga en pie una alternativa política, que busque construir una economía a favor de las mayorías y no de unos pocos, la línea libertaria es la que se mantendrá, o sea, las deudas son nuestras y las ganancias son de los Bessent.



