El presidente argentino viajó a EE. UU. para entrevistarse con Donald Trump tras asegurar el apoyo financiero bajo supervisión externa. La reunión anticipa una reafirmación de alineamiento ideológico, dependencia económica y subordinación política.
Rindiendo tributo
El viaje de Javier Milei a Washington se da en un contexto de respaldo reciente de EE. UU. en materia financiera para sostener la economía argentina. El gobierno dejó trascender que habrá anuncios durante la reunión con Trump, que podrían reforzar un “salvataje” oficialista.
Durante el encuentro, Milei buscará sacarse fotos con Trump, intercambiar discursos y capitalizar simbólicamente el respaldo internacional. El montaje mediático pretende proyectar una legitimidad externa al modelo que en suelo argentino genera resistencia creciente.
Antes de partir, Milei aseguró que “nos van a salir los dólares por las orejas” gracias a recursos naturales como minería, petróleo o litio, y prometió que el modelo no se alterará pese a eventuales resultados electorales negativos. Casi como un eslogan de campaña, plantea que la economía puede sostenerse con la explotación intensiva de recursos estratégicos.
Subordinación y ajuste en bandeja
El respaldo de Trump no es un acto desinteresado: viene con condiciones de alineamiento geopolítico, apertura económica y vigilancia externa. La foto entre mandatarios simboliza más que amistad: representa una confirmación del rumbo liberal bajo tutela extranjera.
Mientras los presidentes se saludan, los costos de esta subordinación recaerán en los sectores populares. Habrá más ajuste, deterioro de derechos y reforzamiento del modelo extractivista.
No hay aliados que no exijan lealtades. Que Milei use a Trump como escudo internacional no evita que la crisis siga golpeando puertas adentro. Frente a la entrega diplomática, la resistencia popular cobra más sentido que nunca: la soberanía no se entrega, se defiende desde abajo.