Otro múltiple femicidio, entre otros delitos, esta vez en Córdoba, ejecutado por un integrante de las fuerzas de “Varones Unidos”. El odio a las mujeres como plafón, el femicidio como la síntesis. Seguimos siendo nosotras a las que matan. Es necesario pasarnos todos los pueblos hasta que dejen de hacerlo.
Los hechos hasta el momento
El sábado 11 de octubre, en el barrio Villa Rivera Indarte, en Córdoba, Pablo Laurta, uruguayo de 39 años radicado en Argentina, ingresó a la vivienda de su expareja Luna Giardina (26) y su madre Mariel Zamudio (54). Ambas mujeres fueron asesinadas a balazos con una pistola calibre 380, arma que se secuestró en poder de Laurta al momento de su detención. El fiscal Gerardo Reyes, de la Fiscalía de Instrucción de Violencia Familiar y de Género, imputó al hombre por doble homicidio agravado por el contexto de violencia de género (femicidio) y uso de arma de fuego, además de secuestro del hijo de la pareja, Pedro, de 5 años. El caso había activado el protocolo nacional de Alerta Sofía y una orden de captura internacional a través de Interpol, ante la posibilidad de que el hombre intentara huir del país. Laurta intentó escapar con el niño en un Toyota Corolla contratado vía una aplicación, vehículo cuyo conductor, permanece desaparecido. El auto apareció incendiado el 9 de octubre cerca de la ruta de las Altas Cumbres; la hipótesis es que Laurta mató al remisero para apropiarse del rodado y encubrir su rastro. Laurta fue detenido el domingo 12 de octubre en un de Gualeguaychú, Entre Ríos. El menor fue rescatado sano y salvo, quedando a cargo de una tía materna. La investigación, revela tres denuncias previas por violencia familiar contra Laurta en Córdoba: la última en enero de 2025, y una de 2022 en Uruguay donde Luna Giardina detallaba intentos de asfixia, control sobre su cuerpo, redes sociales y trabajo, y obligaba a relaciones sexuales no consentidas. Luna Giardina portaba un botón antipánico, pero no alcanzó a activarlo.
Además, la Justicia indaga posibles vínculos de Laurta con un incendio en la iglesia evangélica “Nuevo Amanecer con Jesús”, a seis cuadras del doble femicidio. El incendio, ocurrido el mismo sábado por la mañana, causó la muerte de dos niñas uruguayas de 1 y 5 años, residentes en el templo como parte de una delegación de Canelones, Uruguay, y heridas a dos mujeres. Laurta, oriundo de Montevideo y con nexos en círculos evangélicos uruguayos, frecuentaba comunidades similares.
Quien es el hombre de “Varones Unidos”
Laurta, egresado de periodismo y gerencia en la Universidad ORT de Uruguay y socio desde 2010 en una empresa de marketing digital, usaba su perfil profesional para militancia antifeminista. Fundador y administrador de “Varones Unidos”, un sitio web y red social creada en 2014 en Montevideo que se presenta como defensor de “derechos masculinos” pero que difunde odio contra el feminismo, Laurta publicaba textos negando la violencia de género. El posteo fijado en la cuenta de X (ex Twitter) de la agrupación era un artículo de su autoría: “Cómo la justicia feminista de Córdoba legitimó el secuestro internacional de un niño desde Uruguay”, donde invertía los hechos y acusaba a Giardina y Zamudio de “secuestro coactivo, extorsión y apropiación de bienes”, ignorando las denuncias en su contra. La cuenta fue suspendida por violar las políticas de odio de la plataforma. “Varones Unidos” dedicó meses a documentar el litigio por la tenencia de Pedro desde la perspectiva de Laurta, describiendo a las víctimas como “manipuladoras” con “celos enfermizos” y “hipersexualidad compulsiva”, y acusando a la abuela de “explotación sexual infantil” en la infancia de su hija.
El sitio, a su vez, promueve la femineidad como “complemento natural de la esencia masculina” y la familia tradicional como ámbito de “unión y cooperación entre sexos”, enmarcando reclamos de mujeres como “falsas denuncias” para destruir hombres. Dando cuenta, de que estas ideas no sólo son “marco teórico” de reaccionarios y oportunistas, sino verdaderos guiones sociales de conducta y violencia machista.


No es un loco suelto:
Laurta no es un actor aislado. Como presentador en actos del ultraderechista Agustín Laje —junto a Nicolás Márquez—, filmó videos donde ambos saludaban a “Varones Unidos” como una “cruzada” contra el feminismo. En 2016, organizó la presentación de su libro “El libro negro de la nueva izquierda” en el Palacio Legislativo de Uruguay, donde se presentó como integrante de la agrupación para “generar conciencia sobre las vulneraciones a los derechos humanos de la población masculina”. En 2018, repitió en el Palacio Ejecutivo, interactuando directamente con Laje y Márquez como “amigos” en la lucha contra la “misandria” y la “justicia feminista”. En 2021, convocó debates virtuales con Laje. Sus redes mostraban apoyo a Donald Trump, Javier Milei y Johnny Depp, idolatrado como víctima de “falsas denuncias” en su caso con Amber Heard.
Estos nexos no son casuales: forman una red transnacional de discursos que legitiman la violencia patriarcal. No son loquitos sueltos, aunque su condición patológica es innegable (hasta el más básico de los delirios está impregnado de las categorías sociohistóricas que subjetivan a estos varones para el ejercicio de la violencia). Los discursos políticos que niegan los derechos básicos de las mujeres y de lxs niñxs son la investidura perfecta para quienes buscan justificación, encubrimiento e impunidad. La trama anti-derechos es su guión. El sistema capitalista patriarcal es su escenario. No hay niveles de análisis separados entre lo que estos discursos producen y lo que los sujetos hacen. Son lo que militan. Lo personal es político, y en este caso, letal.
Estos violentos como Laurta son síntomas de un capitalismo patriarcal que sostiene la desigualdad de género como pilar de explotación. El antifeminismo de Laje y sus acólitos —con guiños a Trump, Bolsonaro y Milei— se alinea con agendas neoliberales que recortan fondos para políticas contra la violencia: en Argentina, el presupuesto para la Ley 26.485 de Protección Integral contra la Violencia hacia las Mujeres se redujo un 30% en 2024, según datos del Observatorio de Femicidios “Adriana Marisel Zambrano”. Mientras, estos grupos distraen con “problemáticas masculinas” inventadas, como el “suicidio masculino” o la “pérdida de paternidad”, ignorando que el 85% de las denuncias por violencia doméstica en América Latina son verídicas y subestimadas, según ONU Mujeres.
En nuestro país, el Registro Nacional de Femicidios ya contabiliza 278 casos en 2025, uno cada 30 horas, y cuántos más se gestan en la sombra de foros como “Varones Unidos”. Estos discursos promueven la idea de “falsas denuncias” como arma feminista para “destruir familias”, restando credibilidad a víctimas reales y otorgando impunidad a agresores. En el caso de Laurta, tres denuncias ignoradas permitieron que escalara a femicidio y secuestro. No es coincidencia: el patriarcado, entrelazado con el capital, explota cuerpos femeninos como mano de obra reproductiva barata y desechable. Varones de clase media como él, amenazados por la igualdad —custodia compartida efectiva, cuota alimentaria, restricción de vínculos en caso de violencia, acceso a justicia—, se victimizan para mantener el poder.
Estos grupos antifeministas prosperan en sociedades donde la masculinidad hegemónica ve en la lucha por la igualdad de derechos, una amenaza a su dominio. Promueven una “familia tradicional” que encubre la sumisión femenina, debilitando leyes como la Micaela o la ESI, y alineándose con recortes presupuestarios que cierran refugios. La detención de Laurta es un paso, pero insuficiente: exigimos indagar sus nexos con Laje, Márquez y redes ultraderechistas; desmantelar “Varones Unidos” como espacio de incitación al odio, prohibido por la Ley 27.077 contra la discriminación digital; y fortalecer políticas públicas con presupuesto real: más fondos para refugios autónomos, capacitación judicial en perspectiva de género y educación laica desde la infancia. Pedro, el hijo secuestrado, hoy de 6 años cumplidos en aislamiento traumático, no puede crecer en un mundo donde el asesinato de su madre se justifique como “cruzada”. No son anomalías; son productos de un sistema que los arma para matar. Como feministas socialistas, denunciamos esta maquinaria y luchamos por desarmarla. Por Luna, Mariel y todas las invisibilizadas: la impunidad termina con la organización colectiva.