El gobierno agotó las reservas para intervenir en el mercado y ahora apuesta todo al auxilio de EE. UU. A cambio, más ajuste y dependencia. Mientras tanto, suben las tasas, se profundiza la recesión y crece la presión sobre los bolsillos populares.
Fragilidad económica
El Tesoro nacional se quedó sin reservas en dólares para intervenir en el mercado y contener la presión cambiaria. La maniobra de vender divisas, que buscaba sostener al tipo de cambio oficial, se agotó rápidamente. Ahora, con el “poder de fuego” liquidado, el costo se traslada al conjunto de la economía: suba de tasas, recesión más profunda y la amenaza de un nuevo salto del dólar.
Según los datos oficiales, el Tesoro dispone de apenas u$s300 millones para sostener la paridad dentro de la banda cambiaria. El dólar oficial cerró el miércoles en $1.410,60 para la compra y $1.462,70 para la venta, mientras que las reservas brutas internacionales cayeron u$s136 millones, quedando en u$s42.066 millones. Números que muestran la extrema fragilidad del esquema.
Las tasas en pesos ya superan el 5 % mensual en algunos instrumentos. Ese rendimiento “atractivo” para los especuladores es, en la práctica, un mazazo para la producción: el crédito se vuelve inaccesible, las pymes no pueden financiarse y el consumo se desploma. En nombre de calmar al “mercado”, se multiplica el ajuste que golpea al pueblo trabajador.
Mientras tanto, el gobierno se aferra a la promesa de un auxilio financiero desde EE. UU.. Una ayuda que no solo es incierta, sino que, de concretarse, estará atada a condiciones políticas y económicas que profundizarán la dependencia. Washington no regala nada: cada dólar prestado significa más reformas antiobreras, más entrega y más sometimiento.
Lo que la prensa oficialista presenta como un problema técnico —“tasas altas” o “falta de poder de fuego”— en realidad desnuda la lógica de este modelo que busca transferir recursos hacia los especuladores y descargar la crisis sobre las mayorías populares. El salario real sigue pulverizado, la pobreza crece y la inflación amenaza con volver a dispararse.
La salida no puede ser esperar el manotazo de auxilio de Estados Unidos. La verdadera alternativa pasa por romper con el esquema del ajuste, dejar de pagar la deuda externa y volcar esas divisas al desarrollo nacional, con un plan económico puesto al servicio de las necesidades sociales y no de la especulación financiera.
Porque no hay auxilio yanqui que salve al pueblo: solo la organización y la lucha desde abajo pueden abrir otro camino.