“No estamos poniendo plata”. Bessent y la ayuda que no fue

La declaración del secretario del Tesoro estadounidense, Scott Bessent, en la cadena CNBC, no podría haber sido más clara: “We’re giving them a swap line, we are not putting money into Argentina” (Le estamos dando una línea de swap, no estamos poniendo dinero en Argentina). Con esta frase, el funcionario de la administración de Trump demolió el relato de un salvataje económico que el gobierno de Javier Milei venía construyendo como su último caballito de batalla.

La aclaración, realizada mientras el gobierno estadounidense enfrenta su propio shutdown y creciente presiones internas, deja al descubierto la naturaleza de un apoyo que dista mucho de ser una solución milagrosa que festejaban los libertarios.

Las palabras de Bessent no son casuales. Surgen en un contexto donde los senadores demócratas estadounidenses han presentado una carta, exigiendo frenar cualquier plan de asistencia financiera a Argentina. Los demócratas exigen que se priorice a las familias norteamericanas. El funcionario del Tesoro, se vio forzado a salir a aclarar ante su audiencia que no habrá préstamos directo, no habrá compra de bonos argentino, no habrá crédito stand-by del Fondo de Estabilización Cambiaria. Solo queda sobre la mesa una línea de swap por unos U$S20.000 millones, un instrumento que dista mucho de ser la salvación esperada por el oficialismo.

Para tener una idea, un swap, es un intercambio temporal de monedas entre bancos centrales. Lejos de ser dinero fresco que ingrese a las arcas del Estado, funciona como una línea de crédito, que se activa bajo condiciones específicas y debe ser devuelta en plazos determinados. Lo ofrecido por Bessent, es un parche financiero que, que dista de resolver los problemas estructurales, es más, hipoteca aún más la soberanía económica del país.

Las palabras del secretario del Tesoro estadounidense, rápidamente hicieron ruido. El impacto en los mercados locales fue inmediato. Mientras el gobierno intentaba sostener el relato del éxito diplomático, los números mostraban otra realidad. En el día de ayer, miércoles 1 de octubre, previo a las declaraciones de Bessent, la cartera de Economía volvió a los nervios. El riesgo país escaló, el dólar mayorista subió $50 llegando a los $1425 y el Central tuvo que quemar U$S400 millones de sus reservas para contener el tipo de cambio. Cada indicador económico desmiente el cuento del éxito y muestra la fragilidad extrema de este programa económico, el cual, con las recientes declaraciones pueden volver a golpear violentamente en el mercado.

La reunión de Washington

La próxima reunión entre Milei y Trump en la Casa Blanca, pactada para el 14 de octubre, tiene un aspecto dramático para el libertario. A penas doce días de las elecciones legislativas, el viaje presidencial se vuelve, de manera muy clara, una carrera desesperada por obtener algún tipo de oxígeno político. Por el lado norteamericano, Trump busca blindar a uno de sus pocos aliados ideológicos en la región, un “faro” como lo describió el propio Bessent, en un momento donde su administración enfrenta problemas internos. Para Milei, en cambio, se trata de una jugada vital para intentar revertir lo que todas las encuestas muestran como una elección complicada para el oficialismo.

La coordinación entre ambos equipos es evidente. Bessent reveló haber mantenido una “llamada muy positiva” con el ministro Luis Caputo, y anunció que un equipo económico argentino viajará a Washington en los próximos días para “avanzar significativamente en nuestras discusiones en persona.

Esta sincronización muestra el nivel de dependencia que el gobierno libertario ha desarrollado respecto a las decisiones que se toman al otro lado del hemisferio. Lo que se evidencia es una relación de acatamiento, donde las políticas económicas se discuten primero en Washington y luego se implementan en Buenos Aires.

La crisis que no cesa

Mientras el gobierno busca oxígeno financiero en el exterior, la crisis interna no da tregua. El caso Espert, con sus revelaciones sobre narcofinanciamiento a través de Fred Machado, sigue sumando capítulos que debilitan la ya erosionada credibilidad oficial. Los US$200.000 que llegaron a la campaña del funcionario libertario no son un dato menor, sino la expresión de una penetración del narcotráfico en las altas esferas del poder que el oficialismo intenta minimizar como “chimentos de peluquería“.

Al mismo tiempo, las medidas económicas siguen mostrando su carácter regresivo. La eliminación de retenciones a las cerealeras multinacionales significó un regalo de US$1.500 millones en apenas tres días a empresas como Bunge y Cargill, mientras la pobreza infantil alcanza el 45.4% según los últimos datos del Indec. Cada medida confirma que, la pobreza no es error de gestión, es un objetivo de los intereses que encarna este gobierno.

Frente a este escenario de crisis terminal, desde la izquierda planteamos con claridad, que la única salida posible no debe significar un mayor sometimiento y entrega. Para terminar con esta dinámica, no hay que pagar ni un solo peso de la deuda externa, para que todos esos fondos se destinen a salarios, educación y salud pública. Además, hay que realizar una ruptura total con el FMI y todos los organismos de crédito internacional que han sido instrumentos del saqueo colonial.

Los repudios callejeros en Ushuaia y Lomas, no son hechos aislados, sino expresión de un descontento que crece al ritmo del ajuste. La construcción de una alternativa clasista por fuera de la burocracia sindical de la CGT se hace cada vez más urgente.  La unidad de acción que confluya las luchas, en un plan de lucha nacional es el camino para enfrentar a un gobierno narco, corrupto, ajustador y entreguista que se encuentra en su peor momento.

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