Milei en su laberinto. Para el presidente el problema no son los corruptos, es la oposición

En una entrevista, que dejó en claro la situación por la que atraviesa el gobierno, el presidente, Javier Milei, intentó explicar el momento de debilidad por el que viene transitando el oficialismo. La estrepitosa caída del 8,2% en el índice de Confianza en su gobierno medido por la Universidad de Torcuato Di Tella, hizo encender varias alarmas.

En el programa de Antonio Laje, el presidente, lejos de asumir responsabilidades, le atribuyó el desplome de confianza a una “fuerte desaceleración económica” causada, según su relato, por un “grupo de forajidos que quieren romper todo” en el Congreso. Estas palabras buscan ocultar el fracaso estructural de un plan económico que hoy muestra sus límites en cada variable clave: reservas en rojo, dólar descontrolado y una recesión galopante.

Frente a los escándalos de corrupción que sacuden a su gobierno, Milei optó por un desprecio más cínico. Las graves acusaciones sobre el desvío de fondos en ANDIS; donde su hermana Karina Milei aparece vinculada a un esquema de retornos del 3%, fueron calificadas como “chimento de peluquería”. Con igual desdén trató las evidencias documentales que vinculan a su candidato más importante para las elecciones de medio término, José Luis Espert, con el narcotraficante Fred Machado, de quien habría recibido 200.000 dólares según documentos de la justicia de Texas. Para Milei, todo sería parte de una “operación” de la oposición, negando así lo que las pruebas muestran a las claras, un gobierno manchado por la corrupción y el narcofianciamiento.

El descontento social, sin embargo, no se deja ocultar con teorías conspirativa. Los repudios callejeros que obligan a Milei a cancelar su acto en Ushuaia –sumándose a los ya ocurridos en Lomas de Zamora, Moreno y Junín– reflejan el hartazgo creciente. Frente a esto, el presidente responde con el mismo guion gastado: acusa a los “violentos” de la oposición, incapaz de reconocer que lo que expulsan las calles es el hambre y la desesperación de los trabajadores sometidos a un ajuste, casi sin precedentes.

En la misma entrevista, Milei se refirió a las elecciones de octubre. Sobre esto, intenta minimizar la paliza recibida el pasado 7 de septiembre en la provincia de Buenos Aires, argumentando que “las elecciones distritales no son un buen predictor de las nacionales”. No puede ocultar un escenario, donde por lo menos en las encuestas, los números son totalmente desfavorables.

El salvataje trumpista, presentado como logro histórico, no logra disimular la dependencia extrema del gobierno. Cuando Milei afirma que “en caso de que la Argenitna necesite los fondos, Estados unidos nos los da”, está admitiendo la condición de colonia que su gobierno quiere profundizar. Lejos de garantizar estabilidad, este intento de respiro financiero (que todavía no se refleja en los mercados) fortalece la entrega de soberanía a cambio de migajas que ni siquiera alcanzan para contener la hemorragia cambiaria.

La desesperada búsqueda de oxígeno político lo lleva ahora a recomponer la relación con Mauricio Macri, en un reconocimiento implícito de que sin el apoyo del establishment tradicional su supervivencia se vuelve inviable. Este acercamiento expone la fragilidad de un proyecto que llegó al poder denunciando la casta y hoy debe negociar con sus representantes para mantenerse a flote.

Lo que Milei no quiere demostrar es que la crisis refleja el colapso de un modelo que sacrifica a los trabajadores en función de garantizar las ganancias de unos pocos. Mientras las familias no llegan a fin de mes, las fábricas cierran y los salarios se desploman, su gobierno se dedica a negar lo evidente o culpar a fantasmas. El verdadero “esquema destructivo” no está en el Congreso o en las calles, sino en las políticas que el libertario impulsa, beneficiando a los sectores más concentrados de la economía (el caso de las cerealeras hace poco, es un ejemplo claro), mientras condena a millones a la pobreza.

Frente a esta crisis terminal, la salida no está en realineamientos palaciegos ni en nuevos salvatajes imperialistas. La única solución real comienza por la movilización que exija el fin del ajuste, la ruptura con el FMI y el final de este gobierno de corruptos, narcos, ajustadores y entregadores. Cada repudio en las calles, cada lucha sectorial, deben unirse para barrer con este régimen de hambre y entrega.

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