Perú. La Generación Z en las calles: un nuevo capítulo en la lucha contra el régimen podrido del 93

El 20 y 21 de septiembre, miles de jóvenes en todo el país, convocados en su mayoría por colectivos estudiantiles, barriales y feministas que se identifican como parte de la llamada Generación Z, irrumpieron en las calles con fuerza renovada. Estas movilizaciones, lejos de ser una expresión aislada, muestran que el descontento popular no ha sido derrotado pese a la represión, y que las nuevas generaciones están asumiendo el protagonismo en la lucha contra el régimen corrupto heredero de la Constitución fujimorista de 1993.

Uno de los elementos más peculiares de la convocatoria fue el papel decisivo de TikTok y otras redes sociales, donde la juventud encontró un canal de difusión masiva fuera de los medios tradicionales, que suelen silenciar o criminalizar las protestas. Con mensajes creativos, videos virales y llamados directos, los jóvenes lograron articular una convocatoria nacional en pocos días. Además, la participación de streamers y creadores de contenido —muchos de los cuales transmitieron en vivo desde las marchas— permitió romper el cerco mediático y mostrar al mundo la magnitud de la movilización, evidenciando la fuerza de una juventud que ya no depende de los viejos aparatos de organización, sino que construye sus propios métodos de comunicación y acción política.

La respuesta del régimen fue la de siempre: represión desproporcionada y brutal. La Policía Nacional del Perú, siguiendo la línea criminal del gobierno de Boluarte, volvió a desplegar un arsenal de bombas lacrimógenas y perdigones, disparando directamente al cuerpo de los manifestantes, lo que dejó heridos y detenidos de manera arbitraria. El mensaje es claro: mientras el Congreso garantiza la impunidad a los genocidas del pasado y el Ejecutivo pacta con las mafias del presente, a la juventud que reclama justicia y dignidad se le responde con balas y gases. Esta violencia estatal no busca disuadir, sino aterrorizar, recordando a todos que el régimen solo se sostiene mediante la fuerza bruta.

Estas jornadas marcan un relevo generacional en la protesta social: se trata de jóvenes que no vivieron directamente los años del autoritarismo fujimorista ni las masacres recientes del gobierno de Dina Boluarte, pero que sienten en carne propia los efectos del desempleo, la precarización laboral, el racismo, el machismo y la falta de futuro que este sistema les ofrece. Su irrupción confirma que las calles siguen siendo el espacio central de disputa política, en un contexto en el que el Ejecutivo y el Congreso han perdido toda legitimidad y en el que las elecciones de 2026 no representan ninguna salida para las mayorías.

La Generación Z en el Perú está dando muestras de politización acelerada, tomando referentes de las luchas globales —inspirados en el llamado Código Nepal y el uso de la bandera de la serie One Piece— pero ligándolos a las condiciones concretas del país: la represión, la corrupción endémica, la exclusión social. Con ello, introducen un aire fresco que sacude el inmovilismo de la vieja izquierda institucional, muchas veces atrapada en cálculos electorales o en pactos con sectores del régimen. Su acción tiene un carácter profundamente democrático y horizontal, lo que les permite conectar rápidamente con amplias capas de la juventud trabajadora, escolar y universitaria.

La perspectiva que se abre es estratégica. Estas movilizaciones, si logran consolidarse y ligarse orgánicamente a las luchas obreras, campesinas y populares, pueden convertirse en un motor fundamental para la construcción de una alternativa revolucionaria en el país. La Generación Z aporta energía, creatividad y audacia, pero necesita un programa claro que vaya más allá de la indignación y el rechazo al gobierno: la lucha por una Asamblea Constituyente libre y soberana, la disolución del Congreso, la caída del régimen y la construcción de un gobierno de trabajadores y trabajadoras. Esa es la tarea histórica que puede dar dirección a su fuerza.

No se trata de idealizar ni de esperar que la juventud, por sí sola, transforme la sociedad. El desafío es mayor: unir esa potencia juvenil con el poder organizado de la clase trabajadora y los sectores explotados. Solo así se podrá avanzar hacia una verdadera alternativa socialista que no repita los callejones sin salida del reformismo. La chispa que encendió la Generación Z en septiembre debe convertirse en llama revolucionaria, capaz de arrastrar consigo a todo el pueblo hacia la conquista de un nuevo Perú.

¡Que la voz de la Generación Z se convierta en fuerza organizada!

¡Abajo el régimen corrupto del 93 y su gobierno asesino!

¡Por un gobierno obrero y popular que abra paso al socialismo!

Por Alternativa Socialista Perú

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