Matar de hambre. La solución final del genocidio sionista

Este artículo fue publicado originalmente en la revista impresa mensual Alternativa Socialista, en su edición Nº860.

Por: Viki Caldera

Desde el 2 de marzo Israel cerró todos los pasos de ayuda humanitaria a Gaza, privando de alimentos al conjunto de la población -2,1 millones de personas-. En este tiempo ya son casi 200 las personas que murieron de hambre y, como consecuencia de esta medida aberrante, corre riesgo la vida de más de 100 mil niños, incluidos 40 mil bebés. Además, son 1900 los que han muerto buscando comida, la mayoría de ellos asesinados en los puestos de la Fundación Humanitaria de Gaza, una organización controlada por Israel que funciona como cebo. Según datos de la ONU, un cuarto de la población padece hambre catastrófica, mientras que el resto sufre niveles de hambre de emergencia. La hambruna como arma, calculada y deliberada, es un rasgo fascista, uno de los tantos que caracteriza al Estado sionista de Israel.

Del Hungerplan al bloqueo alimentario israelí

Una cucharada de lentejas diaria. Eso es todo lo que comen desde hace días los palestinos en Gaza. No hay leche de fórmula para los bebés, ni suplementos alimentarios para quienes ya están desnutridos, ni harina, ni nada. El bloqueo impide el ingreso de ayuda humanitaria y 60 mil camiones llenos de mercadería se agolpan en el perímetro de Gaza, controlado por miembros de las Fuerzas de Defensa Israelí (FDI) armados hasta los dientes.

Los 400 puestos de ayuda humanitaria que antes funcionaban desaparecieron y fueron reemplazados por 4 puestos controlados por la Fundación Humanitaria de Gaza, un grupo de organizaciones privadas todas creadas hace muy poco, cuyo capital inicial se desconoce, pero que el 26 de junio- un mes después del inicio de sus operaciones- recibió 30 millones de dólares directamente de la administración de Trump, sin que esta partida pasara por el Congreso de EEUU. Está comprobado además que los 4 puestos funcionan en áreas militares construidas por Israel y que el largo recorrido que deben realizar los civiles palestinos atravesando zonas peligrosas y devastadas es estrictamente controlado por tanques y fuerzas de seguridad israelíes, que arremeten contra ellos brutalmente. Y cuando logran llegar, la distribución es descripta como un “sálvese quien pueda”. En muchos casos la entrega dura menos de 20 minutos y en otros se declara finalizada antes del horario de apertura. Una verdadera canallada.

En declaraciones a la BBC, el Secretario General del Consejo Noruego para los Refugiados, Jan Egeland, afirmó que la GHF (por sus siglas en inglés) está “militarizada, privatizada, politizada y no se ajusta a la neutralidad” y “los responsables de la organización son militares: ex miembros de la CIA y ex militares”. Su rol lejos de la ayuda humanitaria es colaborar con el plan israelí del éxodo masivo de palestinos de Gaza.

El hambre es un problema estructural en Palestina desde la Nakba y la invasión israelí a sus territorios, que ejerce hace 77 años un control brutal sobre la vida de la población palestina. Más cerca en el tiempo, en el documento Líneas Rojas del Estado israelí se evidencia el plan de hambre puesto en marcha en 2007, luego del triunfo de Hamas en las elecciones, para llevar a la economía gazatí al colapso, bloqueándola y garantizando una ración mínima de 2279 calorías por persona (aunque en la práctica fue mucho menos), como una forma de castigo colectivo en esa enorme prisión a cielo abierto que es Gaza.

Pero el mecanismo actual implica un salto cualitativo. El experto en hambrunas Alex de Waal califica el hecho como “el caso de hambruna más minuciosamente diseñada y controlada desde la Segunda Guerra Mundial”. Hay en esto un objetivo: encarar la solución final para la causa palestina, esto es, llevar al extremo el plan de limpieza étnica que ya tiene 77 años y que Netanyahu, con la ayuda de Trump y la derecha mundial, quiere completar, eliminando hasta el último palestino de su tierra, tal como en el siglo pasado pretendieran hacer los nazis con los judíos.

En efecto, no es casual que la utilización del hambre como arma haya sido también una estrategia que Hitler y el nazismo aplicaron tanto en los campos de concentración como en otras partes, con consecuencias catastróficas para la humanidad. Solo en el gueto de Varsovia 80 mil personas murieron de hambre y más de 500 mil en Auschwitz.

El Hungerplan (Plan de hambre en alemán) diseñado en 1941 por Herbert Backe, Secretario de Estado del Ministerio de Agricultura, implicaba apropiarse de todos los alimentos de la URSS para abastecer al ejército alemán y su población civil, matando de hambre a unos 30 millones de soviéticos, cercando las ciudades para que la población no reciba ningún alimento.

Aunque no lograron aplicarlo en su totalidad, fue parte de este plan el exterminio de 1,3 millones de prisioneros de guerra soviéticos condenados a la hambruna en campos sin acceso a nada y el sitio a la ciudad de Leningrado -hoy San Petersburgo- que se extendió durante casi 900 días y provocó la muerte de un millón de personas (un tercio de los habitantes de la ciudad), la mayoría de las cuales perecieron de hambre y frío y otras tantas por los bombardeos.

A partir de la experiencia nazi, Rafael Lemkin acuña el concepto de genocidio para describir la atrocidad que hasta el momento no tenía nombre y en sus escritos hace especial hincapié en la política de restricción alimentaria como un arma para el sometimiento del grupo al que se pretende eliminar.

De Varsovia a Gaza

Siguiendo con Lemkin, en su caracterización del genocidio incluyó no solo los asesinatos manifiestos sino cualquier otro medio encubierto que afecte la salud, la alimentación, la vida familiar y el cuidado de los niños. Un ejemplo claro de esto fue el gueto de Varsovia, donde a partir de la invasión nazi a Polonia se recluyó en un territorio ínfimo a unos 400 mil judíos, cercados por un muro, con una ración limitada de alimentos que no excedían las 184 calorías diarias y sin acceso a medicinas. Si intentaban escapar eran fusilados.

Gaza funciona igual: está cercada por muros y alambres de púa, quienes están ahí lo están por pertenecer a una etnia determinada. No tienen acceso a comida ni a medicación. Y sus captores los mantienen bajo asedio permanente, bombardeando sus hospitales, ambulancias y camiones de bomberos. Desde octubre de 2023 a hoy Israel perpetró 697 ataques deliberados contra objetivos sanitarios. El 94% de los hospitales fueron destruidos o dañados y quedan habilitadas menos de 2000 camas para toda la población. Más de 1000 trabajadores de la salud fueron asesinados. El colapso sanitario en el gueto de Gaza es total.

Otro blanco predilecto es la prensa, justamente para evitar que se propague a nivel masivo la realidad del genocidio. Por eso Israel ha matado casi 300 periodistas con ataques específicamente dirigidos a aniquilarlos. Mientras escribimos este artículo nos enteramos que Israel asesinó al equipo periodístico de la cadena Al Jazeera en Gaza, bombardeando su carpa ubicada en una zona claramente identificada para periodistas, lo que refuerza la certeza de que los mataron para silenciarlos, justo cuando Israel pretende ingresar a Gaza a asesinar a civiles famélicos.

También tuvo amplia difusión el asesinato de Odeh Hadalin, colaborador del documental No Other Land, en manos de un colono israelí en Cisjordania, lo que evidencia que la persecución y aniquilamiento de palestinos por parte del sionismo no se limita a la Franja de Gaza.

La persecusión y criminalización a quienes denuncian el genocidio es también brutal y mundial, ejemplo de esto es el ensañamiento de la DAIA con nuestro compañero Alejandro Bodart, quien enfrentó un juicio por posicionarse contra la masacre perpetrada por el sionismo sobre el pueblo palestino, y aunque fue absuelto vuelven a insitir apelando el fallo.

De Goebbels a Netanyahu

La contracara del exterminio de la prensa crítica es la promoción de una prensa adicta, que no cuestiona absolutamente nada y se dedica a difundir las ideas que convalidan el genocidio. Mientras se acusa de antisemita, se censura y criminaliza a cualquiera que denuncie las barbaridades cometidas por Israel, se propagan todo tipo de falsedades que buscan justificar la masacre: desde que las ambulancias, hospitales y otros blancos civiles son tapaderas de Hamas hasta que la crisis alimentaria es porque Hamas se roba la comida. Fue un caso de resonancia mundial la falsa noticia de los bebés decapitados, que difundieron diversos medios de la prensa global, incluyendo por supuesto a los medios locales propagandistas de Milei.

Estos medios se utilizan para difundir propaganda que socava la condición humana de aquellos a los que ataca. Buscan deshumanizar a los palestinos para que su eliminación no resulte insoportable, sino hasta deseable. Esto no inicia en octubre de 2023. Sus orígenes están en la creación del propio Estado de Israel que para existir requiere indefectiblemente de la expulsión de los palestinos de sus tierras. Para negarle sus sueños, expectativas y vidas los convirtieron en menos que nada, en efecto los negaron. De hecho, una de las frases fundantes del sionismo es “pueblo sin tierra, para tierra sin pueblo”, es decir la negación absoluta de la existencia del pueblo palestino. Son innumerables las citas de los máximos exponentes del sionismo ratificando esta deshumanización. Tomamos sólo algunas que lo evidencian: Menájem Beguín, ex primer ministro israelí afirmaba “los palestinos son bestias que caminan en dos piernas”. Más recientemente Sergio Pikholtz, ex vicepresidente de la DAIA publicó: “no hay civiles inocentes en Gaza, tal vez solo los niños menores de 4 años”.

La comparación con animales, monstruos o salvajes. La asimilación de todo un pueblo como terrorista y peligroso. El llamado a eliminarlo de la faz de la Tierra como único medio para la concreción de los objetivos. Todo esto forma parte de la propaganda sionista desde la creación del Estado de Israel, recrudecida en los últimos tiempos.

Resultan claras las similitudes con la propaganda nazi encarada por Goebbels para deshumanizar a los judíos, comunistas, gitanos y todos aquellos que pudieran constituir un chivo expiatorio de las penurias alemanas, moldearlo como el enemigo y habilitar por lo tanto su exterminio. Al respecto, el propio Hitler decía en su libro Mi Lucha: “El fin de la propaganda no es la educación científica de cada cual, y sí llamar la atención de la masa sobre determinados hechos, necesidades, etcétera, cuya importancia sólo de esta forma entra en el círculo visual de la masa. El arte está exclusivamente en hacer esto de una manera tan perfecta que provoque la convicción de la realidad de un hecho, de la necesidad de un procedimiento, y de la justicia de algo necesario (…) Toda acción de propaganda tiene que ser necesariamente popular y adaptar su nivel intelectual a la capacidad receptiva del más limitado de aquellos a los cuales está destinada. De ahí que su grado netamente intelectual deberá regularse tanto más hacia abajo, y cuanto más grande sea el conjunto de la masa humana que ha de abarcarse (…) La capacidad receptiva de la gran masa es sumamente limitada y no menos pequeña su facultad de comprensión; en cambio, es enorme su falta de memoria. Teniendo en cuenta estos antecedentes, toda propaganda eficaz debe concretarse sólo a muy pocos puntos y saberlos explotar como apotegmas hasta que el último hijo del pueblo pueda formarse una idea de aquello que se persigue”.

Así, Goebbels diseñó un relato donde se asociaba a judíos, bolcheviques y demás componentes del “enemigo” como enfermos, animales, parásitos, monstruos. Ideas repetidas hasta el cansancio por la prensa, la cartelería, el cine, la radio, la televisión y todos los medios a su alcance.

Del Lebensraum al Gran Israel

Lebensraum (espacio vital en alemán) fue el término utilizado por el imperio alemán para alentar la colonización desde antes de la Primera Guerra Mundial, pero quien lo llevó a la práctica fue el régimen nazi. El eje de esta política era que una raza superior -según ellos la “raza aria”- necesitaba de un amplio espacio vital para su supervivencia y que los habitantes de estas tierras pertenecientes a razas inferiores, o en sus términos untermenschen (subhumanos) -rusos, ucranianos, polacos, checos y otras nacionalidades eslavas- debían ser expulsados o exterminados. Así Hitler invadió Polonia y más tarde los Estados Bálticos, Bielorrusia y Ucrania, aniquilando a la población y creando allí unidades administrativas con el objetivo de una futura colonización. La política expansionista era una clave del nazismo, que como vemos hundía sus raíces en el supremacismo y racismo que lo caracterizaban.

La constante expulsión del pueblo palestino de sus tierras desde la fundación del Estado de Israel hasta la actualidad muestra que el sionismo tiene también un objetivo expansionista que busca ocupar toda la tierra palestina, e incluso ir por más. Su eje, como bien sabemos, es el falso relato de la tierra prometida, que no es, ni más ni menos, que otra versión del racismo, pues desde esta concepción solo ellos tienen derecho a ocupar esas tierras y deben para eso oprimir, expulsar y exterminar a las otras nacionalidades/razas/religiones que no las “merecen”.

Desde los nefastos acuerdos de Oslo de 1993, que aceptaron la existencia de dos Estados -el palestino y el israelí-, Israel no ha hecho más que expandirse sobre el ya reducido territorio de Palestina, dejándolo acotado a su mínima expresión. Lo más reciente fue el anuncio del gobierno de Israel del establecimiento de 22 nuevos asentamientos israelíes en Cisjordania, donde se van a sumar miles de colonos a los más de 750 mil que ya ocupan tierras cisjordanas, incluyendo Jerusalén Este. A lo que se sumó la aprobación del plan para tomar el control total de Gaza.

En esta nueva avanzada contra el pueblo palestino, buscando la “solución final” muchos sionistas se ilusionan con la idea del Gran Israel promovida por su principal ideólogo Theodore Herzl, como un Estado judío que se extiende “desde el arroyo de Egipto hasta el Éufrates”. En recientes declaraciones Netanyahu afirmó que la suya es una misión histórica y espiritual muy vinculada a la Tierra Prometida y el Gran Israel, lo que provocó el repudio de varios países de la región por considerarlo una clara avanzada contra su soberanía.

Es también parte de este expansionismo imperialista y racista la promoción de Trump de un video realizado con IA donde imagina a la Franja de Gaza como un complejo turístico donde él, Netanyahu y Elon Musk disfrutan, mientras el desarrollismo inmobiliario se expande. Los colonos israelíes que organizan cruceros para ver los bombardeos a Gaza, festejan la iniciativa de Trump de construir grandes torres en Gaza en las que proyectan vivir ellos “volviendo a su tierra prometida”.

Además de expoliar los bienes comunes en las tierras palestinas, Israel pretende avanzar en el saqueo a escala mundial, por ejemplo con su empresa estatal de agua -Mekorot- que juega un papel espantoso al limitar el acceso al agua de la población palestina y promueve acuerdos en nuestro país para gestionar el recurso hídrico. El primer paso lo dió de la mano de Wado de Pedro -Ministro del Interior de Alberto Fernández– firmando el Plan Maestro para el Sector Hídrico a partir del cual 5 provincias argentinas firmaron convenios con Mekorot. Ahora, a partir de la privatización de AySA, la empresa del apartheid del agua está interesada en comprarla.

Del nazismo al sionismo

El sionismo comparte con el nazismo una base filosófica común: la idea supremacista, ya que tanto unos como otros se consideran un grupo racial exclusivo y superior. De hecho el propio sionismo considera a los judios como inasimilables a las sociedades no judías, lo que justifica el establecimiento de un Estado judío. Pero no es lo único que comparten, también tienen una historia en común, son parte de ésta los acuerdos entre el sionismo y el nazismo para concretar la ida de los judíos de Europa hacia la tierra palestina. El Acuerdo de Haavara (1933) firmado entre la Federación Sionista de Alemania y la Alemania Nazi – que aportó grandes cantidades de dinero al régimen nazi a la vez que bloqueó el boicot que se estaba organizando a lo largo y ancho del mundo-, como la visita en el mismo año de Leopold von Mildenstein a las colonias sionistas en Palestina, la que culminaría con extensos artículos pro sionistas publicados en el periódico de Goebbels Der Angriff, y una vergonzosa medalla conmemorativa con la esvástica en una cara y la estrella de David en la otra, son algunas pruebas de este vínculo. Pero, sin dudas, lo que más los asemeja es el genocidio brutal que uno y otro han cometido y que hemos desarrollado en estas páginas.

Netanyahu es hoy el principal enemigo de la humanidad, él y todos sus cómplices están provocando una catástrofe que ya lleva más de 60 mil muertos, la mayoría de ellos mujeres y niños. Es una vergüenza la posición del gobierno de Milei apoyando esta barbarie e invitando al mayor criminal de guerra de este siglo a pisar nuestro país. Es nuestro deber moral rechazar esta visita y organizar una enorme malvenida que esté a la altura de la causa histórica y de la valentía del heroíco pueblo palestino que hace 77 años resiste y que mientras quede al menos un palestino vivo no se rendirá jamás.

Notas finales

Hasta acá hemos tratado de reflejar con datos documentados la evidencia más que elocuente sobre el carácter fascista del Estado sionista de Israel y la masacre genocida que perpetra sobre el pueblo palestino. Marcando que, aunque no son lo mismo, tiene muchas similitudes con el nazismo. Lo hicimos tratando de dejar de lado la bronca irremediable que nos embarga, la angustia profunda que sentimos y el dolor espantoso de ser testigos de un nuevo Holocausto. No queremos mentirte, la lectura de cada material para este artículo debió ser interrumpida en más de una oportunidad porque las lágrimas no nos permitían seguir.

Si a vos, como a nosotros, esto te provocó la misma bronca, dolor y angustia, propias de nuestra humanidad, te invitamos a organizarlas juntos. Les debemos al pueblo palestino y especialmente a las infancias palestinas que el mundo en el que crezcan no sea este infierno de asedio, violencia y muerte al que están siendo sometidos hoy. Cada vez más personas a lo
largo y ancho del mundo se movilizan y exigen el fin del genocidio y levantan la voz contra el Estado sionista de Israel y sus cómplices. Son miles los judíos que gritan “no en nuestro nombre” y rechazan la política del sionismo. A ellos y a todos los pueblos del mundo los llamamos a levantarse contra esta barbarie. Palestina es una causa de la humanidad, tenemos una deuda enorme con este pueblo, y no podemos menos que luchar incansablemente hasta terminar con el Estado fascista que los aniquila y construir una Palestina libre del río al mar, laica, democrática. Una Palestina socialista.

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