A 19 años de su segunda desaparición, Jorge Julio López continúa siendo una herida abierta que hackea el envoltorio de la democracia burguesa. Albañil, militante y sobreviviente de los centros clandestinos del “Circuito Camps”, López desapareció el 18 de septiembre de 2006, luego de brindar un testimonio clave contra el genocida Miguel Osvaldo Etchecolatz. Su ausencia no fue casual: fue una advertencia, una venganza y una muestra de que el aparato represivo no había sido desmantelado.
En 2025, su nombre sigue siendo incómodo para los fachos, para el PJ y para todas las instituciones tradicionales:
- En momentos de profunda crisis del gobierno ultraderechista de La Libertad Avanza, las dos desapariciones de López nos recuerdan que no alcanzan las reformas en el aparato represivo, la Justicia o en el modelo económico; hay que dar vuelta todo, sin dar ni un centímetro de oportunidad a los fachos para recomponerse.
- La política de diálogo con la ultraderecha, levantada por Kicillof la noche de la derrota de Milei en las elecciones bonaerenses, confirma una vez más que el PJ no es alternativa para superar a la ultraderecha; por el contrario, le brinda nuevas chances de tomar aire y gobernabilidad.
- Las instituciones de la democracia burguesa se vieron obligadas, tras la compuerta abierta por la caída de la dictadura y tras décadas de intensas luchas de los organismos de derechos humanos, a avanzar en los juicios de lesa-humanidad. Pero los gobiernos progresistas no avanzaron en su desmantelamiento y hoy, bajo la ultraderecha, se arman hasta los dientes para espiar y reprimir al pueblo trabajador.
- En la provincia de Buenos Aires esto no es tan distinto, ya que la bonaerense sigue aumentando su volúmen con nuevo equipamiento y más personal. Esto ha llevado a que los asesinatos en manos de miembros de la policía también aumenten, lo mismo que su implicación en el narcotráfico y otros crímenes organizados.
La causa judicial: 19 años de impunidad
La investigación sobre su desaparición permanece estancada. El expediente acumula más de 45 cuerpos y 50 anexos, pero no hay una sola pista firme. Rubén López, su hijo, lo resume con crudeza: “No hay respuesta. No se ha encontrado nada”. La complicidad de las fuerzas de seguridad, la inacción judicial y la falta de voluntad política atraviesan todos los gobiernos, desde los que se autoproclamaron progresistas hasta los que reivindican abiertamente el negacionismo.
El gesto de Etchecolatz en 2014, cuando mostró un papel con el nombre “Jorge Julio López” durante una audiencia judicial, sigue siendo una provocación sin explicación. El represor murió en 2022, llevándose secretos que el Estado nunca logró desentrañar.
Etchecolatz: el rostro del terror
Miguel Osvaldo Etchecolatz fue uno de los principales ejecutores del terrorismo de Estado en la provincia de Buenos Aires. Como mano derecha de Ramón Camps, dirigió centros clandestinos donde se cometieron torturas, asesinatos y desapariciones. En 2006, fue condenado a prisión perpetua gracias, en parte, al testimonio de López, quien relató con precisión los crímenes que presenció: “Etchecolatz me torturó personalmente. Vi cómo asesinaba a compañeros”.
La desaparición de López, ocurrida pocos días después de su declaración, fue un intento de sembrar el miedo entre quienes luchan por la memoria, la verdad y la justicia.
Desapariciones en democracia: una constante
El caso de Jorge Julio López no es un hecho aislado. En democracia, otras desapariciones vinculadas a la violencia institucional han sacudido a la provincia de Buenos Aires:
- Andrés Núñez (1990): detenido ilegalmente, torturado y asesinado por la policía. Su cuerpo apareció años después enterrado en una quinta.
- Miguel Bru (1993): estudiante de periodismo de la UNLP, desaparecido tras ser torturado por la policía. Nunca se encontró su cuerpo.
- Luciano Arruga (2009): detenido en Lomas del Mirador, su cuerpo fue hallado cinco años después como NN en el Cementerio de la Chacarita.
- Facundo Astudillo Castro (2020): desaparecido tras un control policial en Bahía Blanca. Su cuerpo apareció meses después en un cangrejal.
A estos nombres se suman otros como Johana Ramallo y Tehuel de la Torre, que también interpelan al Estado y su responsabilidad.

La verdad que incomoda
La desaparición de López expone los límites de la democracia burguesa y los avatares de las luchas por las libertades democráticas.
En Argentina, la movilización popular y el trabajo incansable junto a los organismos de derechos humanos lograron conquistas democráticas inéditas. Esas reservas se ponen en peligro todo el tiempo bajo el gobierno de la ultraderecha. Cuando gobierna el progresismo no impulsa cambios estructurales para terminar con la base facha y para poner la verdad y la justicia en manos del pueblo trabajador, alimentando futuras pendulaciones conservadoras. La debilidad actual del gobierno de Milei-Villarruel, nos brinda la oportunidad de darle contundentes golpes en las calles y reabrir el indispensable debate de con qué alternativa superar esta experiencia y conseguir un gobierno de los trabajadores y la izquierda.
Descargá acá el documento leído en la marcha unitaria