la Iniciativa para la integración de la infraestructura regional Sudamericana (IIRSA), un programa multinacional que se presenta como la solución para el desarrollo del continente, es, en realidad, la punta de lanza de un proyecto geopolítico de acumulación de capital que amenaza ecosistemas y comunidades.
Promovida por los gobiernos, teniendo al frente al gobierno de Lula/Frente Amplio, el sector privado y bancos multilaterales como el BNDES y el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), la IIRSA construye su visión de «progreso» sobre la devastación ambiental, la explotación de los recursos naturales y la imposición de un modelo extractivista, que destruye la existencia de pueblos originarios y poblaciones tradicionales.
Lo que se vende como «integración física» de América del Sur es en realidad la creación de corredores logísticos para la exportación de commodities.
El programa, que surgió en el año 2000, no busca un desarrollo que beneficie a los pueblos, sino un «regionalismo abierto» que busca reducir barreras para el comercio y garantizar el flujo de mercancías hacia el mercado global, sobre todo Asia y Europa.
Para los activistas que defienden un programa ecosocialista, la IIRSA no es un error de planificación, como afirman agrupaciones que defienden el «desarrollo sostenible» sino una estrategia deliberada para consolidar un modelo económico que subordina la naturaleza y las poblaciones al interés del capital.
El eje de la exploración: del Amazonas al Pacífico
Los «ejes de integración y desarrollo » de IIRSA revelan la lógica detrás del proyecto. No son solo rutas de transporte, sino venas de exploración que conectan áreas ricas en recursos naturales con los puertos de exportación de ubicación geográfica estratégica como el puerto de Santarém-PA.
- Eje Amazónico: prometiendo una «red eficiente de transporte», este eje conecta la Cuenca Amazónica con la costa del Pacífico, facilitando la expansión de la explotación de recursos y la escorrentía de productos agrícolas. Carreteras como la que conecta Brasil con Perú abren camino para el acaparamiento de tierras, la minería depredadora y la deforestación, en flagrante desprecio a la biodiversidad y a los derechos de los pueblos indígenas. Lo mismo ocurre con la carretera Cuiabá-Santarém (BR-163) que tiene una extensión total de aproximadamente 4.476 km, iniciándose en Teniente Portela (RS) y terminando en Santarém (PA), abarcando seis estados brasileños.
En este contexto de flujo de producción, el proyecto Ferrograón es un ferrocarril planificado de 933 km, con trazado entre Sinop, en Mato Grosso, y Miritituba, en Pará. Su objetivo es facilitar el transporte de la producción agrícola del Centro-Oeste brasileño hacia el puerto de Miritituba, una de las principales vías de exportación por el llamado Arco Norte.
Otro componente estratégico es la hidrovía del río Tapajós, que surge de la confluencia de los ríos Teles-Pires y Juruena. Estos ríos están ubicados estratégicamente en la interconexión de Mato Grosso, el mayor productor de granos de Brasil, con el Arco Norte.
El río Tapajós es fundamental para la transferencia de granos, principalmente de Mato Grosso, que siguen para transbordo en instalaciones portuarias en Santarém y Barcarena, en Pará, y Santana en el Estado de Amapá, región también donde se localiza el proyecto de exploración de petróleo en la margen Ecuatorial.
Es importante notar que la navegación comercial en el río Tapajós ya existe, actualmente, sólo en un trecho de aproximadamente 250 kilómetros, desde Itaituba hasta la desembocadura con el río Amazonas, en Santarém.
Es crucial resaltar que esta es una región de notable potencial hidroeléctrico y que, al mismo tiempo, alberga varias reservas indígenas, el acuífero Alter-do-suelo que es el mayor del mundo y unidades de conservación de la Amazonía.

El río Teles Pires, por ejemplo, ya posee emprendimientos hidroeléctricos en funcionamiento, pero que no cuentan con sistemas de transposición de desniveles para navegación. Además, se prevén otros proyectos energéticos para los ríos Juruena y Tapajós.
- Eje Interoceánico: este eje, que abarca Brasil, Paraguay, Argentina y Chile, es un ejemplo de la lógica capitalista de la IIRSA. Su función principal no es la integración de los pueblos, sino la incorporación de nuevas tierras a la agricultura de exportación y la producción de biocombustibles, reforzando la dependencia del continente del monocultivo y los mercados exteriores.
El financiamiento de proyectos como la construcción de centrales hidroeléctricas en Ecuador y Venezuela y de gasoductos en Argentina por el BNDES y otros bancos multilaterales evidencia que la prioridad es la viabilidad de obras que, históricamente, causan impactos sociales y ambientales irreversibles.
La narrativa de «desarrollo con calidad ambiental» es un barniz para ocultar el costo real de la iniciativa: la destrucción de ecosistemas vitales.
La falsa sostenibilidad
La IIRSA afirma basarse en principios de «sostenibilidad económica, social, ambiental y político – institucional». Sin embargo, el análisis crítico del proyecto señala las contradicciones:
La «sostenibilidad social» es una consecuencia del crecimiento económico, ignorando que ese crecimiento se da a costa de la explotación y la precarización de las comunidades.
La «sostenibilidad ambiental» es un concepto vaciado, pues los proyectos que IIRSA considera prioritarios son los que causan los mayores impactos.
El intento de descalificar la oposición ambiental de los ecosocialistas a ese proyecto, sugiriendo que entidades del movimiento indígena, quilombola y de los movimientos sociales como movimiento de afectados por Represa (MAB), serían financiadas por gobiernos extranjeros para impedir el «desarrollo», es una táctica para silenciar las voces que cuestionan el modelo.
El activismo, que se manifiesta y se moviliza contra ese proyecto no es una maniobra política, sino la legítima defensa de los territorios y de los derechos de las poblaciones contra un proyecto que busca el saqueo de los recursos naturales de América del Sur.
La IIRSA, con su Comité de Dirección Ejecutiva y la coordinación Público-Privada, es la expresión máxima del neoliberalismo en forma de infraestructura, donde los intereses del capital se superponen, de forma sistemática, al bienestar de los pueblos y del planeta.
IIRSA punto por punto
1. El costo financiero oculto
- IIRSA, aunque se vende como una iniciativa de «desarrollo», oculta un alto costo. El programa de integración de infraestructura de América del Sur, moviliza miles de millones de dólares. Se señala que la promesa de «calidad ambiental y social» no se sostiene frente a los planes de construcción de megaproyectos.
- La IIRSA es financiada por instituciones multilaterales (BID, CAF, FONPLATA) y por el BNDES brasileño. La participación de estos bancos es crucial, ya que canalizan recursos hacia proyectos que refuerzan un modelo económico extractivo, priorizando las ganancias sobre la conservación.
2. El costo ecológico y la estructura de poder
- El proyecto financiado por el BNDES causa impactos ambientales significativos, como centrales hidroeléctricas en Ecuador y Venezuela, la construcción de nuevas carreteras en Paraguay y gasoductos en Argentina. Estos proyectos son presentados como una materialización del» desarrollo», con impactos irreversibles en ríos, en la vida acuática y en el ciclo hidrológico.
- Análisis apuntan que la IIRSA ignora o minimiza los impactos socioambientales de sus obras. La expansión de las carreteras, en lugar de ser un beneficio, se considera un factor que aumenta la presión sobre los bosques y la biodiversidad, además de invadir áreas de preservación y tierras indígenas sin la debida consulta previa (Convenio n 1 169 de la
Organización Internacional del Trabajo (OIT). Por lo tanto, IIRSA estaría fortaleciendo un modelo que prioriza la exportación de productos básicos.
- Los «ejes de integración y desarrollo» (como el eje del Amazonas y el eje Interoceánico) por ser fragmentados no integran a los pueblos, sino las áreas de producción de recursos naturales a los puertos de exportación.
- Los defensores de IIRSA señalan la construcción del complejo del Río Madeira como un ejemplo de desarrollo. Aunque el proyecto es defendido como vital para la generación de energía y el transporte, los ambientalistas señalan el enorme impacto ambiental y social.
- La estructura de la IIRSA (Comité de Dirección Ejecutiva, coordinación Público-Privada) tiene una forma de asegurar la viabilidad de proyectos que, en el fondo, priorizan los intereses del capital en detrimento de la sostenibilidad real. La IIRSA, bajo esa óptica, es un proyecto que impone una visión de «progreso» que América del Sur y sus pueblos pueden no ser capaces de soportar.
Nuestra política y orientación
La iniciativa para la integración de la infraestructura regional Sudamericana (IIRSA) será uno de los temas centrales de los debates en la COP 30, que tendrá lugar en Belém, en Pará, Amazonia brasileña. Conscientes de esta situación, los trabajadores urbanos, los campesinos, los pueblos de los ríos y los bosques se han organizado desde principios de año y prometen una fuerte movilización en la ciudad.
La manifestación tendrá lugar durante la realización de la Cumbre de los pueblos, evento que sirve como contrapunto a la COP 30. Sin embargo, por «injerencia del gobierno Lula/Frente Amplio», la Cumbre amenaza con cerrar sus debates incluso antes de la llegada de los jefes de Estado a Brasil.
El movimiento articula la creación de un manifiesto político, que de contenido sería una «Carta de los pueblos de la Ciudad, Del Campo, de las aguas y de la selva contra la deforestación de la Amazonía y los megaproyectos». El documento exigiría al gobierno brasileño:
- Apoyo a la agricultura familiar;
- el veto a la construcción de hidroeléctricas, hidrovías y al Ferrogrónla
- la preservación del acuífero de Alter do suelo
- la no explotación de Petróleo en el margen Ecuatorialla
- la demarcación de todas las tierras indígenas
- la protección de los defensores del medio ambiente y los derechos humanos.
La Liga Internacional Socialista (LIS) y la Revolución Socialista, su sección EN Brasil, defenderemos, durante las movilizaciones de la COP 30 (10 al 21 de noviembre) y de la Cumbre de los pueblos (12 al 16 de noviembre), un modelo de sociedad socialista en oposición al «modelo predatorio capitalista» y un programa ecosocialista que preserve el medio.
Por Douglas Diniz. Periodista, miembro de la dirección de la Revolução Socialista (RS) y de la Liga Internacional Socialista (LIS), Coordinador del portal Info.Revolução