viernes, 22 noviembre 2024 - 03:28

Día mundial de los humedales. Reflexiones ecosocialistas

En nuestro país ocupan el 20% del territorio y a pesar de ser ecosistemas únicos y de suma importancia para la vida humana y animal, son destruidos, incendiados y rifados a los especulares inmobiliarios. A continuación, algunas reflexiones desde la perspectiva ecosocialista.

Tras la firma de la Convención sobre los Humedales de Importancia Internacional, conocida como Ramsar, el 2 de febrero de 1971 en Irán, se conmemora el día mundial de los humedales por ser considerados ecosistemas únicos y de un valor vital para la subsistencia humana y animal en el planeta.

Desde su surgimiento la Convención ha ido creciendo en número de países miembros. Su base ha sido y es la de establecer un acuerdo internacional que promueva la conservación y el uso racional de los humedales. Según han dado a conocer, se estima que en los últimos 300 años han desaparecido el 87% de los humedales a nivel global, con pérdidas del 35% desde 1970.

Los humedales son considerados enormes oasis de biodiversidad y ecosistemas únicos. El agua proporciona alimento, refugio, fertilidad para la flora y la fauna del lugar incluyendo la especie humana. Se sabe que son sumideros de dióxido de carbono, es decir, absorben parte de este gas nocivo para la vida en el planeta tierra.

Además, contribuyen a la estabilización de costas, protección contra tormentas y control de inundaciones, dan sustento a más del 40% de las especies del mundo y el 12% de todas las especies animales se hallan en los humedales de agua dulce.

Argentina es miembro de la Convención desde el año 1991 y actualmente ha declarado 23 humedales de importancia internacional, considerados oasis de biodiversidad. Sin embargo, los humedales no son cuidados. La lógica de la rentabilidad y la ganancia que estructuran al actual sistema de producción capitalista, en el cual nuestro país está inserto, ponen cada vez más en riesgo a los humedales y al mundo tal como lo conocemos.

Que arda el capitalismo, no nuestros humedales

En la Argentina el área con humedales alcanza los 600.000 km2, es decir, un 21,5% del territorio nacional. La mayoría se concentra en la llanura chaco-pampeana y en la Cuenca del Plata. El bañado La Estrella en Formosa, Esteros del Iberá en la provincia de Corrientes, y las Lagunas de Chascomús en la provincia de Buenos Aires son los de mayor extensión y representatividad del país.

El año 2020 puso en evidencia que estos ecosistemas están en serio peligro, incluso algunos al borde de desaparecer. Algunos de ellos fueron incendiados, secados y otros contaminados por una misma matriz: el extractivismo[1].

La lógica extractivista que se ha instalado con fuerza desde mediados de los noventa en nuestro país no se detuvo en tiempos de pandemia y cuarentena, por el contrario, se profundizó. Los incendios intencionales en el Delta del Paraná arrasaron con más de 500 mil hectáreas a los cuales se les debe sumar los Esteros del Iberá y los anuncios de secado de un nuevo sector de los Bajos Submeridionales para la siembra, un verdadero ecocidio.

El humo de los incendios en las islas y los humedales del litoral fueron noticia mundial y los pedidos de acciones concretas para protegerlos fueron tendencias durante meses en las redes sociales. La movilización y la creación de asambleas han sido el motor que han obligado a que las autoridades nacionales y provinciales comiencen a tomar cartas sin desearlo por completo.

En nuestro país el avance de las fronteras del agronegocio pone en riesgo de extinción a cientos de humedales. Impulsado desde las propias entrañas del poder político nacional, el agronegocio es una de las prácticas extractivistas más privilegiadas en nuestro país y con aval presidencial desde hace años.

La necesidad de acumular divisas para el pago de una deuda externa ilegal e ilegítima deja un saldo desolador para la flora y la fauna del noroeste argentino y los mismos síntomas se expresan en el sur y el oeste del país, amenazados por las megamineras.

En ese sentido, es necesario volver a poner la mirada sobre el dictamen unificado para la ley de humedales que se aprobó el 21 de noviembre del 2020 en la comisión ambiental de Diputados y que ahora resta ser aprobado en cuatro más.

La presión de las movilizaciones de miles y miles sobre el puente Rosario-Victoria y sus réplicas en decenas de ciudades del país fueron las que obligaron a que se debata por tercera vez un proyecto de ley de humedales. 

Pero se trata de una legislación que llegó tarde y con limitaciones en torno a la posibilidad de participación de los ciudadanos de los territorios más afectados, mediante una comisión con carácter consultivo y no resolutivo, con un fondo presupuestario muy bajo, y sin un sentido de prohibición de la actividad extractivista o especulativa sobre los humedales. Una de las primeras tareas que tenemos como movimiento socioambiental este año, es luchar para conseguir que el proyecto finalmente se debata y se vote este 2021, señalando esas limitaciones para que salga una la ley que de verdad proteja los humedales.

El futuro debe ser nuestro

Si algo nos permite una conmemoración es reflexionar, si nos damos esa oportunidad. El actual estado de situación de crisis económica, social y ambiental requiere indagar, inventar y construir diferentes tácticas para hacer el pasaje del caos, desorden y desigualdad (capitalismo) a un mundo con plena democracia, planificación y de iguales (ecosocialismo).

El viejo Marx señaló que la dinámica del capital consiste apelar a salir de sus crisis más potentes explotando las dos fuentes de riqueza social: la fuerza de las y los trabajadores y la naturaleza. Los síntomas se expresan de diferentes modos y el peligro de extinción de los humedales es sin dudas uno de ellos.

La potencia del activismo ambiental que crece es otro síntoma de la crisis, es la expresión consciente que buscar preservar el planeta y hace el pasaje. Se resigna a que unos pocos sigan haciendo negocios a costas del ambiente y de nuestras vidas.

En ese sentido, el filósofo francés Mark Alizart, nos dice queTenemos que volver a tomarnos el mundo como los sans-culottes se tomaron la Bastilla, como los insurgentes de 1917 se tomaron el Palacio de Invierno, puesto que este mundo es nuestro, nos pertenece y es porque nos lo han robado que no se hace justicia”. Una lección que debería estructurar nuestro activismo ambientalista y político.

Desde la Red Ecosocialista sostenemos que nos adentramos en la fase en la que la destrucción de los ecosistemas es política de Estado y que ya no se puede ocultar, la fake new sobre el calentamiento global tiene menor resultado y un dato clave: los extractivistas no recapacitan[2]. Los efectos del calentamiento global se expresan en el aumento de la temperatura terrestre, la defensa de la industria carbonífera, en grandes inundaciones, incendios intencionales, los pueblos envenenados, poblaciones que ven obligadas a dejar sus territorios, etc.

Es el momento de comenzar a extender las confluencias entre las diferentes corrientes del movimiento ambiental en un proyecto político de país y de mundo. Las diferencias ideológicas y de tradiciones deberían ser herramientas puestas en función de construir el puente a una sociedad de iguales, a un mundo sin extractivismo, con democracia real y una producción orientada a la producción de bienes socialmente necesarios.

Es necesario afianzar el trabajo colectivo y político en las calles contra los que le han declarado la guerra al ambiente. El futuro será nuestro solamente si luchamos con rabia hasta vencer, si construimos poder para darle otro sentido a nuestra vida cotidiana y al mundo en general, y para ello nuestra mayor fortaleza será unir la lucha ambiental con la de las y los trabajadores y el pueblo, las calles serán testigo de ello.


[1] https://mst.org.ar/2020/08/11/proyecto-extractivista-o-ecosocialismo/

[2] https://mst.org.ar/2020/09/30/debates-en-el-movimiento-socioambiental-el-extractivismo-no-recapacita/

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