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Luego del último triunfo electoral de Donald Trump cobró auge en Estados Unidos el movimiento 4B, una postura feminista radical procedente de Corea del Sur. La sigla de este movimiento es la abreviación de cuatro expresiones coreanas: bihon, bichulsan, biyeonae, bisekseu. Su traducción al español significan “no casarse”, “no tener hijos”, “no salir con alguien” y “no tener sexo con hombres”. Compartimos aquí las primeras impresiones sobre este fenómeno, ensayando algunas lecturas desde un punto de vista feminista, socialista e internacionalista.
Surge el 4B
La victoria republicana se produjo en medio de un retroceso conservador en materia de derechos sociales elementales, entre ellos los derechos sexuales y reproductivos. En respuesta, miles de mujeres se sumaron al Movimiento 4B, una iniciativa feminista radical iniciada en Corea del Sur que cobró fuerza en Estados Unidos a través de las redes sociales y de las manifestaciones callejeras, como afirmación de resistencia ante el avance de la ultraderecha y sus políticas retrógradas.
En Corea del Sur, dicho movimiento tuvo su explosión entre 2015 y 2016, cuando una mujer fue brutalmente asesinada cerca de una estación de metro en Seúl. Su agresor dijo que la mató porque se sentía “ignorado por las mujeres”, provocando una ola de indignación que más tarde se amplió para incluir discusiones sobre violencia de género, pornografía de venganza y delitos sexuales digitales, en un país donde las mujeres sufren múltiples sometimientos en torno al cuerpo, la belleza, el ejercicio de roles tradicionales y estereotipados y el matrimonio temprano. Luego, en 2021, el presidente Yoon Suk-yeol declaró que el feminismo estaba “bloqueando las relaciones sanas entre hombres y mujeres”, como si esas relaciones pudieran existir en contextos de violencia de género y opresión.
En Estados unidos se dice que hoy el movimiento 4B podría llegar a tener hasta 50.000 participantes activas, aunque las cifras exactas son difíciles de precisar debido a su fluida presencia online y offline. Lo cierto, es que a diferencia de los Incels y libertarios de diverso ropaje, se trata de un movimiento que sí pone el cuerpo, que no se esconde tras una pantalla, que se manifiesta en las calles y que llama a la acción, denunciando al actual gobierno.
Breanne Fahs, profesora de Estudios de la Mujer y de Género en la Universidad Estatal de Arizona, dijo que el 4B estaba “en todas partes” en Estados Unidos en este momento, a medida que más mujeres jóvenes crecen temerosas sobre sus derechos reproductivos después de las elecciones. “Están recurriendo a nuevas formas de afirmar su agencia y reclamar una sensación de control sobre sus cuerpos”, dijo a The Washington Post.
El fantasma de Roe contra Wade en el país del Me Too
La creciente preocupación de las estadounidenses se remonta al historial de Trump en materia de derechos reproductivos. La decisión del Tribunal Supremo de 2022 de anular Roe contra Wade, poniendo fin a casi cinco décadas de protección constitucional del derecho al aborto, se produjo después de que la administración Trump nombrara a tres jueces conservadores para el tribunal e inclinara su balanza. Así es como Trump se aseguró sus influencias para la revocación de las protecciones del derecho al aborto. El fallo finalmente trasladó la potestad de regular el aborto a los estados individuales, dando lugar a amplias restricciones. A su vez, Trump fue hallado culpable de abuso sexual.
Estos elementos son suficientes para considerar que más allá de su postura radical y contundente, este movimiento al día de hoy poco tiene que ver con las RadFem que conocemos de Argentina o con las TERF. Estas últimas resurgieron en pleno auge feminista, como reacción al interior del movimiento contra los avances del transfeminismo, un paradigma que supera al de biología para pensar la condición femenina.
Muy a diferencia, el 4B toma bases objetivas de la realidad social, en pleno avance de las nuevas ultraderechas, constituyendo una respuesta radical ante una ultraderecha que también es radical. En ese sentido, más allá de las valoraciones que luego desarrollaremos, es importante interpretar su insurgencia en el marco de los códigos actuales de polarización asimétrica, los nuevos modos de hacer política -donde a veces gana el algoritmo- y las formas virales de llamar rápidamente la atención. Quienes reparan únicamente en que este discurso radical feminista es responsable de generar una división entre hombres y mujeres, tal como sostuvo el presidente coreano, quizá deban pensar un poco más el interjuego entre los actores en cuestión. Un ejemplo:
Nick Fuentes, un comentarista de extrema derecha conocido por promover la retórica de la supremacía blanca, celebró la victoria de Trump en X, escribiendo: “Sólo me gustaría aprovechar la oportunidad para agradecer a los hombres por salvar a este país de perras estúpidas que querían destruir el mundo para mantener el aborto”, así como “Tu cuerpo, mi elección. Para siempre”.
Tal como se observa en las estadísticas de los países burgueses-democráticos, la brecha de género va adquiriendo cada vez más un componente electoral. Y esto es un motivo de análisis que debemos tomar en profundidad. En la mayoría de los países en los que existen elecciones, se están manifestando tendencias generales en las que las mujeres mayoritariamente votan listas progresistas y los varones a las opciones más conservadoras o de derecha. Por supuesto que se trata de tendencias, no de datos absolutos, pero es importante analizar quiénes se benefician de ellas y cómo las utilizan.
Porque justamente son los ultra derechistas y conservadores los que agitan virulentamente a través de sus distintos espacios de visibilidad, llamando a un frente conservador a los varones que se sienten damnificados por las ideas feministas.
En ese contexto urge pensar dentro del feminismo las estrategias: ¿De qué nos sirve que cada vez más y más varones se sumen al coro de la ultraderecha? ¿Hay forma de evitarlo? ¿Las propuestas feministas radicales colaboran en esa dirección o los empujan al terreno del enemigo? Como feministas, luego de largas y durísimas luchas, es hora de sacar nuestras conclusiones.
Algunas lecturas críticas
Este tipo de acciones de rechazo al encuentro sexual con hombres han sido un instrumento de presión y negociación desde la antigüedad, como demuestra Lisístrata, la obra de Aristófanes que habla de una huelga de mujeres, (representada por primera vez en el año 411 a.C) que puso fin a una guerra liderada por hombres. También las mujeres de pueblos originarios, ante la invasión colonial optaron por este tipo de medidas de fuerza.
Hoy, ¿se trata del retorno de métodos antiguos ante una sociedad que retrocede en el plano civilizatorio? Admitamos que a nivel comunicativo la huelga sexual es muy potente, y el feminismo que no incomoda es marketing: si nos estamos relacionando sexualmente de esta forma tan desigual, bajo estas estructuras, hacer una llamada de atención y decir que hasta que no cambien las reglas del juego, no vamos a seguir jugando, desde ya es algo lícito. Pero lamentablemente, a nuestro entender, ello no logra conmover o modificar esas estructuras.
El Movimiento 4B es un fenómeno complejo y desafiante, con el cual tenemos grandes diferencias y que debe ser analizado desde una perspectiva crítica y a su vez respetuosa, sobre todo hoy ante los avances violentos del conservadurismo en el mundo. Ante ello, una de las preguntas que surge es qué ocurre si el feminismo se llena de mandatos sobre el cuerpo, pues estas “huelgas” sugieren que el sexo es algo que solo disfrutan los hombres, deslizando a su vez la idea de que lo más valiosos que las mujeres podemos retener es nuestro sexo y nuestra capacidad reproductiva, y sobrevalorando una determinada orientación o practica sexual. Lo que al fin de cuentas termina reforzando estereotipos sobre los roles de género y las relaciones sexuales.
En ese sentido, su foco exclusivo está puesto en la acción individual y en la elección personal, sin considerar suficientemente las estructuras económicas y sociales que perpetúan la opresión de las mujeres, y el tejido institucional que las sostienen, reproducen y legitiman.
No alcanza con “renunciar”; seguimos insistiendo que es necesaria una transformación social más amplia, y ello incluye cuestionar y subvertir las normas de género que las sustentan. Pero además, construir un feminismo de clase que no solo cuestione al patriarcado sino el capitalismo. Y en ese sentido que sepa trabajar con todas las condiciones e identidades de género, sin excluir a las masculinidades del debate, para que junto a la clase trabajadora podamos luchar por las causas de fondo.
En ese punto, el movimiento 4B es una reacción – en la era de las reacciones- que no va lo suficientemente lejos en su crítica a la sociedad patriarcal y el peso que esto significa para las mujeres, pero también para los varones que, en el ejercicio de la hegemonía, tropiezan con sus propios pasos. A modo de ejemplo, tal es el caso del llamado a las mujeres “a las glorias del hogar”, reflejado en el movimiento reaccionario tradwife, que viraliza videos de mujeres blancas que se la pasan todo el día cocinando y limpiando para sus esposos. Ante ello, la primera pregunta que surge es con qué salarios piensan esos varones mantener a sus mujeres en sus casas. Sus utopías conservadoras son impracticables en el mundo actual.
Una vez dicho esto, es necesario reconocer que la incomprensión de las ideas feministas por buena parte de los varones debería ser un motivo de preocupación de los feminismos. Si bien no es justo que se nos culpe de ello, -mucho menos cuando hemos enfrentado miles de campañas reaccionarias-, tampoco colabora en nada la propuesta feminista radical basada en el rechazo. Pues expulsados de los espacios de debate, así es como muchos varones terminan “abrazando” las ideas ultra conservadoras (con las cuáles también terminarán tropezando).
Desde Juntas y a la izquierda defendemos la decisión de que cada quien haga con su cuerpo su deseo, a la par que advertimos los riesgos del feminismo centrado en propuestas de acción individual, sobre todo cuando estas propuestas adormecen la capacidad del movimiento de tejer alianzas con otros sectores cuyos derechos también se hallan vulnerados.
En otro orden, tampoco creemos que este sea el momento de salir a marcar el “carácter colonial” del feminismo anglosajón (lo que no quiere decir que este no exista) e ignorar movimientos como el 4B, por más ajenos que nos resulten. El feminismo de la cuarta ola es internacionalista, y más que diferencias, busca alianzas con los feminismos de otros países, porque sabemos que este mundo en crisis recrudece las violencia contra nosotras y necesitamos actuar de manera articulada. Por eso vemos importante analizar estos fenómenos, tratar de entender a qué responden y a su vez repensar nuestros posicionamientos. Seguimos insistiendo en que los problemas de las mujeres no son problemas al margen de la historia, que no pueden ser pensados sin el entrecruzamiento con las desigualdades de clase y de poder, ni combatidos sin la acción conjunta con otras fuerzas sociales y políticas.
La lucha feminista contra las ultraderechas no es solo una lucha por la supervivencia, sino que también es una lucha política, ideológica, estratégica, y como tal, no se da por fuera de la lucha de clases y de las luchas por la defensa de nuestros territorios, nuestros derechos y de la vida.