Paola tenía 36 años y 3 hijos. Después de pelear mucho había logrado que Gonzalo Lizarralde , progenitor de su hija más pequeña – Martina – la reconociera. El 17 de septiembre de 2014 él fue a su casa con la excusa de entregarle la primera cuota alimentaria. Pao bajó con Martina en brazos, dejó la comida en el fuego, el teléfono sobre la mesa y a sus dos hijos mayores en el departamento -claramente pensaba volver a subir inmediatamente- pero eso no sucedió: Lizarralde la mató, intentó matar a Martina (de 18 meses en ese momento) y las arrojó a ambas a una alcantarilla. Semejante brutalidad y la lucha incansable de su hermana Maru, de la familia y de Juntas y a la Izquierda y el MST, inició una enorme movilización en Córdoba que fue precursora del movimiento Ni Una Menos en todo el país.
Enfrentarse contra todos
Desde el primer momento en que Maru se entera de que Pao había desaparecido junto con Martina, se puso al frente de la búsqueda, reclamando que la policía y la justicia actuaran. Las respuestas desnudaban el machismo de estas instituciones que decían que tenían que esperar 48 horas antes de buscarla, porque debía haberse ido con algún novio y que ya iba a volver.
Nuestra organización, junto con Maru, sus amigos y familiares, nos pusimos a la cabeza de exigir que las busquen desde el minuto cero: cortamos la calle frente a la comisaría y la fiscalía, llamamos a todos los medios, convocamos enormes movilizaciones, volanteamos en plazas y parques con la foto de Pao y Martina para que todos se enteraran de su desaparición y colaboraran con la búsqueda. Y así fue, la solidaridad popular fue emocionante, contrastando con la desidia de los funcionarios.
Pao y Martina estuvieron desaparecidas 80 horas y finalmente fueron encontradas por un transeúnte, que estaba alertado por la enorme difusión que se le había dado al caso. Una vez más, la policía y la justicia se demostraron inútiles para resolver nuestros reclamos, no así la sociedad, que con su solidaridad nos permitió encontrar a Martina con vida. Una bebé de 18 meses herida gravemente, logró sobrevivir casi 3 días y medio en una alcantarilla, su vida es, desde ese día el motivo para nunca claudicar en esta lucha por justicia y también para que nunca más suceda algo semejante.
El día después de encontrarlas, mientras Martina peleaba por su vida en el Hospital de Niños, decenas de miles de cordobesas y cordobeses desbordamos las calles y nos apostamos frente a Tribunales para exigir justicia. Luciana Echevarría se dirigió a la multitud diciendo: “Está en nosotras no hacer que esto sea sólo una despedida para Paola, porque están nuestros derechos, nuestras vidas en juego. Esto le podría haber pasado a cualquiera, a nuestra hermana, a nuestra hija, a nuestras madres. Entonces nos tenemos que comprometer a seguir, a seguir esta lucha”.
Y así fue, asumimos el compromiso e instalamos el debate en toda la sociedad: la violencia de género no es un problema privado, es social y como tal debe ser abordado con políticas públicas. Así, a la vez que luchábamos para llevar a juicio a Lizarralde, elaboramos junto a muchas otras familiares de víctimas de femicidio un proyecto para aumentar el presupuesto destinado a la atención de la violencia de género, con la creación de casas refugio y programas para la inserción laboral, que la Legislatura sistemáticamente se negó a tratar hasta el día de hoy.
Perpetua por femicida
El 23 de septiembre de 2015 logramos sentar en el banquillo de los acusados a Lizarralde. En octubre el tribunal de la Cámara undécima del crimen de Córdoba, compuesto por Susana Frascaroli, Daniel Ferrer Vieyra y Graciela Bordoy, condenó a Gonzalo Lizarralde a prisión perpetua por el homicidio de Paola Acosta y la tentativa de homicidio de Martina, pero rechazó el agravante por violencia de género. El argumento principal para rechazarlo fue que “no existió una relación desigual de poder” porque Paola era “una mujer fuerte y decidida”. Es decir, en esta interpretación para ser considerada víctima de violencia de género es condición no haber levantado jamás la voz por tus derechos.
Semejante barbaridad no quedó impune, nosotras nos habíamos comprometido a luchar hasta el final y eso incluía que se reconociera a las cosas por su nombre. Por eso apelamos el fallo y finalmente el 9 de marzo de 2017, un día después del Primer Paro Internacional de Mujeres, el Tribunal Superior de Justicia de la provincia tuvo que reconocer que este caso era un femicidio y ratificó la condena a perpetua de Lizarralde. Incluso, sentó las bases para que los juicios posteriores a este fallo reconozcan a la violencia de género y apliquen el agravante en las condenas.
Nada va a volver a ser igual
Desde aquel día, hasta hoy las movilizaciones contra la violencia de género crecieron, se fundó el movimiento Ni una Menos, conquistamos el derecho al aborto y recorrimos un enorme camino. La pelea por Justicia para Pao desnudó la responsabilidad del Estado domo perpetuador de la violencia machista y también permitió que tomáramos consciencia de lo enorme de nuestras fuerzas: cuando estamos juntas y organizadas logramos torcerles el brazo.
En momentos como este, con un gobierno reaccionario, que niega la violencia de género mientras alienta estereotipos violentos y desfinancia todos los programas de asistencia, se vuelve imprescindible retomar estas experiencias de lucha que nos trajeron hasta acá. Porque somos conscientes de que, como dijo Simone de Beauvoir “bastará una crisis política, económica o religiosa para que los derechos de las mujeres vuelvan a ser cuestionados” entonces, hoy más que nunca tenemos que levantar en alto la bandera de Pao que es la bandera por todos nuestros derechos hasta que el mundo sea definitivamente como soñamos. Paola Acosta ¡PRESENTE!
Viki Caldera