viernes, 22 noviembre 2024 - 19:54

Derrame de Shell en Magdalena. 25 años entre la desidia estatal y la impunidad empresarial

“Con petróleo matan la vida, con agua se lavan las manos”

El 15 de enero de 1999, la barcaza portacontenedores Sea Paraná, de bandera alemana, chocó contra el buque cisterna Estrella Pampeana, de bandera liberiana, al servicio de la empresa Shell, a 5 km de la costa del balneario Magdalena. 

5 mil fueron los metros cúbicos de petróleo que se derramaron producto de aquel choque, dejando una mancha de 10 km cuadrados que para el 17 de enero ya empapaba la costa, adentrándose por arroyos y humedales, incluso por la zona de la Reserva de Biosfera del Parque Costero del Sur. Fue un verdadero desastre ambiental.

El derrame de Magdalena fue el mayor vertido de hidrocarburos en aguas dulces de la historia a nivel mundial. Por ese desastre ambiental no se impuso penalidad alguna desde los Estados nacional y provincial ni ninguna condena judicial firme. Como era de esperarse, apenas sucedió el incidente se desplegaron gran cantidad de recursos en pos de armar un gran cerco mediático que evite que la catástrofe se difunda, sin brindar mucha asistencia al trabajo de limpieza. La misma fue realizada de manera muy improvisada, con la ardua labor de vecinos y empleados municipales que batallaban el crudo a puro lampazo y baldazo.

A pesar de los intentos de acallar el problema, gracias al honorable trabajo de la comunidad (con importante iniciativa de grupos ambientalistas como Ala Plástica) la información escapó de las manos de quienes intentaban aparentar que todo estaba bajo control. Y fue la comunidad quien aún mantiene el reclamo, luego de tantas idas y vueltas tan injustas. El único estamento público que dio una respuesta en defensa de los intereses colectivos fue la Municipalidad de Magdalena. Entonces fue una batalla entre David y Goliat. La municipalidad, sin presupuestos, sin instituciones científicas que pudieran hacer pericias o evaluaciones de remediaciones, se encontró litigando contra un ejército de peritos y abogados que obviamente Shell estaba en condiciones de sostener.

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Las manos se las lavan, pero el petróleo no sale

La justicia, como siempre, terminó actuando en favor de la multinacional. Aunque en un primer momento se obtuvo una condena a Shell de parte de un juzgado en La Plata, este logro quedó en la nada cuando al tiempo se declararon incompetentes los tribunales involucrados por parte de la mismísima Corte Suprema, continuando un largo trámite que tardó 10 años únicamente en determinar la competencia judicial (que ni siquiera terminó en manos de un fuero ambiental, sino de uno marítimo).

Jugando al juego del desgaste, la municipalidad terminó cediendo a un pacto extrajudicial, ¡el cual Shell, a día de hoy, todavía no acató! Solo algunos particulares mantuvieron la lucha en la justicia, aunque terminaron recibiendo amenazas por parte de la población misma ya que la gran barrera de información logró que la gente termine pensando que la gran empresa que descaradamente buscaba salir impune, era en realidad una salvadora que no podía desembolsar dinero para reparaciones por culpa del litigio aún mantenido.

Este caso, que pudo haber sentado base en la historia de la lucha ambiental, terminó como otro vergonzoso ejemplo del desamparo en el que deja a la población la complicidad de un Estado inútil y enamorado del capital extranjero, junto a empresas transnacionales que no les importa más que depredar en nombre de su negocio.

Las relaciones neocoloniales se actualizan. El remake de esta peli se llama RIGI y el gobernador bonaerense, Axel Kicillof, anuncia que contra el plan de rebaja de impuestos a las multinacionales a cambio de extractivismo que ofrece Milei, el primero diseñará su propio plan de entrega para la provincia. La experiencia de Magdalena nos demuestra que nada bueno vendrá de estas políticas. De nuestra lucha dependerá frenarlos.

Sebastián Avila

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