jueves, 19 diciembre 2024 - 03:25

Aniversario. Un 9 de mayo de 1976 moría Arturo Gómez, uno de los principales dirigentes del PST

A muy pocos días del golpe genocida de marzo de 1976, con el PST (Partido Socialista de los Trabajadores) actuando en la clandestinidad, recibimos la dolorosa noticia del fallecimiento del compañero Arturo Gómez. Arturo se murió en plena militancia. Estaba cerrando una edición del periódico del PST en los peores tiempos de la dictadura. Fue el director del periódico “Avanzada Socialista” durante los años 1975 y hasta la llegada de los militares al poder. Y era claramente, uno de los ejes de la dirección del partido que actuaba en la Argentina, ya que una parte importante de la dirección tuvo que salir del país, para preservar la organización.

Arturo falleció muy joven. Tenía solo 38 años cuando se paró su corazón. El golpe militar genocida, la persecución al PST que venía de antes del golpe, con el ensañamiento de la Triple A construida bajo la supervisión de Perón y la burocracia sindical, reclutando mano de obra de los servicios de inteligencia y sectores de las fuerzas policiales y militares, y la tarea de asegurar el pase a la clandestinidad del partido, su organización, su aparato y sus militantes, deterioraron en pocos meses el corazón de Arturo, que dejó de funcionar en pleno cierre del periódico.

Arturo Gómez ingresó a la corriente de la que provenimos quienes hoy conformamos el MST en el FIT Unidad durante los años sesenta. Palabra Obrera era el nombre de nuestra organización. Fue parte de esa enorme vanguardia estudiantil que fue girando a la izquierda a partir del impacto de la revolución cubana. La ciudad de La Plata era una de las más importantes donde se desarrollaba este activismo juvenil y por eso, una parte importante de los dirigentes de Palabra Obrera militaban allí. Nahuel Moreno y Ernesto González eran de los principales dirigentes, y habían logrado incorporar al partido a muy importantes cuadros como Mario Doglio, estudiante de Económicas, y tiempo después, a Arturo Gómez, estudiante de Derecho.

Al poco tiempo de ingresar al partido y destacarse como un gran organizador político, Arturo vivió una de las crisis importantes de nuestra corriente. Un sector de Palabra Obrera, impactado por la revolución cubana y por el método de la guerrilla, propuso hacer una experiencia de guerrilla urbana y se separó del partido. Arturo se ubicó políticamente junto a Moreno, González, Doglio y otros dirigentes, y tuvo que enfrentarse políticamente con Ángel “Vasco” Bengochea, a quien Arturo apreciaba y del que había aprendido mucho. En esa ruptura Arturo avanzó como dirigente regional en la zona de La Plata, Berisso y Ensenada.

Palabra Obrera se había hecho fuerte en sectores del movimiento estudiantil, pero también había desarrollado un trabajo muy importante entre la clase obrera, sobre todo en los grandes frigoríficos como Swift, Armour, la destilería de YPF y entre los portuarios.

En el año 1965 Palabra Obrera se unifica con el FRIP (Frente Revolucionario Indoamericano Popular) encabezado por Mario Santucho y con un peso importante en Tucumán y Santiago del Estero y así nació el PRT (Partido Revolucionario de las Trabajadores). El PRT alcanzó a organizar más de 500 militantes, pero años después se produjo una ruptura, entre el sector encabezado por Santucho que proponía una organización guerrillera y el sector encabezado por Moreno, que planteaba insertar al partido en la vanguardia obrera y juvenil que estaba surgiendo y que años después explotaría con los Cordobazos, Rosariazos, etc. La división dio origen al PRT (El Combatiente) y al PRT (La Verdad), nombres de los respectivos periódicos. En esta ruptura Arturo avanzó a ser uno de los dirigentes nacionales del partido.

Arturo se fue convirtiendo en un gran organizador de las actividades partidarias, en detectar compañeras y compañeros para las diferentes tareas en esa época tan convulsionada. Durante los años 1969 y 1970 los trabajadores protagonizaron jornadas memorables. El Cordobazo es la más conocida, pero hubo muchos y muy importantes levantamientos de obreros y estudiantes. Se desarrolló en las grandes fábricas, sobre todas las automotrices y las metalúrgicas, una poderosa vanguardia clasista que empezó a disputarle a la burocracia sindical peronista la conducción de las fábricas y si no pudo recuperar sindicatos fue por los burocráticos estatutos que impedían hacer listas y enfrentar a esa podrida burocracia. En el año 1972, Arturo fue parte importante del nacimiento y el posterior desarrollo del PST. Fue el responsable de la primera campaña de afiliaciones que permitió al PST presentarse a las elecciones de 1973 y era el compañero que acompañaba y trabajaba con algunos de los portavoces del PST en ese momento como Juan Carlos Coral o Enrique Broquen.

Arturo también se formó como un dirigente internacional. Participó en la fundación de la FLT (Fracción Leninista Trotskista) de la IV Internacional, surgida del trabajo en común del PST con el SWP (Socialist Workers Party) de los EEUU y otras organizaciones. En el año 1974 fue parte de la delegación del PST al Congreso Mundial.

En los años 1974 y 1975 el PST sufrió duros golpes por parte de la Triple A, el CNU y otras organizaciones paramilitares creadas y sostenidas por el PJ y la burocracia sindical, que veían con pánico el crecimiento del trotskismo en las fábricas y universidades. Después de la Masacre de La Plata en setiembre de 1975, el PST comienza su pase a la clandestinidad y el armado de una organización que pueda existir y funcionar en esas condiciones, y Arturo Gómez es uno de los principales responsables de esta inmensa tarea. En los meses posteriores al golpe militar, en las condiciones más duras, Arturo y el PST logran editar y distribuir el primer periódico clandestino de la izquierda argentina, “La Yesca”. Un ataque al corazón se llevó la vida de Arturo y golpeó fuerte al PST, privándolo de uno de sus principales dirigentes, que junto al “Negro” César Robles, asesinado años antes por la Triple A, eran los principales dirigentes del equipo de conducción del partido que trabajaba con Nahuel Moreno y Ernesto González.

Toda esta reseña de la vida de Arturo Gómez, uno de los principales dirigentes del PST, hubiera sido imposible reconstruir sin la colaboración y las palabras de nuestro querido compañero Mario Doglio, que compartió con Arturo la militancia en La Plata, la conducción de esa regional años después y la dirección del partido. En la Revista de América publicada a fines de mayo de 1976 se recuerda algunas de las muchas cualidades que hicieron de Arturo uno de los dirigentes más queridos por los militantes del PST: “su capacidad para saber escuchar, para consultar todo y después dar su opinión, ser siempre crítico, pero también ser autocrítico y estar convencido de que no hay nada superior a los análisis y las resoluciones tomadas en conjunto por los organismos del partido”.

Como dice hoy Mario Doglio, Arturo era siempre “un curso en movimiento” y de él se aprendía de todo. Como homenaje a Arturo Gómez y a todas las compañeras y compañeros que dan su vida por la construcción del partido, reproducimos a continuación un artículo de Mario Doglio publicado en Alternativa Socialista, el periódico del MST, en el año 2006, a 40 años de la muerte de Arturo Gómez.

Carlos Maradona

“Todos los días hay que comenzar de nuevo”

Hace 30 años moría Arturo Gómez, apenas tenía 38 años, mientras terminaba la edición del periódico clandestino del PST bajo la dictadura militar. En estas líneas sólo quiero homenajear a quien formó a mi generación y marcó las venideras, aunque el mejor homenaje es continuar construyendo el partido contagiándonos del optimismo que fue su esencia

Estando en el exilio, el 9 de mayo de 1976 me enteré de la muerte de un hermano de militancia. Eran tiempos en los que los golpes eran casi cotidianos, pero no por eso más fáciles de sobrellevar. Arturo Gómez conjugaba en su persona el sentido de las palabras amigo y camarada y, ese día, sentí que un gran vacío se apoderaba de mí, pero como él decía: “todos los días hay que comenzar de nuevo”.

El recuerdo de Arturo permanece vivo hoy más que nunca ya que la tarea que él emprendió hace décadas continúa más latente que nunca en momentos donde los trabajadores protagonizan actos heroicos. Hace casi medio siglo, junto a Arturo, comenzamos a militar como parte de aquella vanguardia estudiantil que se radicalizaba en los ’60 siguiendo la oleada revolucionaria que venía desde Cuba sin saber, en ese entonces, que nuestra vida cambiaría porque “cuando un revolucionario se dedica de lleno a la militancia es como si se encontrara a uno mismo” como él repetía mientras formaba los equipos de dirección que deberían pasar la prueba en las décadas siguientes.

Durante aquellos años en los que militábamos codo a codo, nuestra organización luchaba con firmeza por la unidad de la izquierda dentro del movimiento obrero, clase que el adoptó con naturalidad mientras se convertía en nuestro maestro. Al mismo tiempo él se alejaba de la facultad de derecho de La Plata, donde había conocido el partido, para convertirse en un dirigente regional, nacional y luego internacional.

Arturo no sólo levantaba las banderas de una filosofía de vida proletaria, sino que vivía de acuerdo a ella por eso se preocupaba constantemente, por su familia y por la vida de todos los militantes. Nunca pude dejar de sonreír cuando en los peores momentos de uno, él preguntaba con ese tono jovial que lo caracterizaba si uno estaba contento de haber nacido.

Sin ningún vestigio de hipocresía y con una personalidad muy abierta y comprensiva de lo que era lo humano se convirtió en unos de los tácticos más geniales del partido, según mi parecer. Así fue como me empujó al trabajo internacional prometiéndome encargarse de mi familia y a escribir, pero para ello, como él decía, debía estar empapado de las lecciones cotidianas que la clase obrera da y por eso dedicábamos largas horas a conversar con obreros de Berisso ya que consideraba que de ellos no sólo se aprendía a vivir sino la política que tenía que llevar adelante el partido y de esa manera transmitir la esencia de la vida obrera.

Fue un gran constructor del partido y un batallador por erigir los cimientos de la internacional en contra de las desviaciones nacionalistas y esa tarea la llevo adelante desde los equipos de base o de las direcciones regionales, nacionales e internacionales de las que formó parte.

Era su actividad la que nos enseñaba. Era un curso caminando, aún más, era una moral caminando, una moral incorruptible. De allí surgió esa escuela de militancia que después se hizo conocida en el mundo como la famosa táctica PST (partido antecesor del MST). Por eso aunque el no murió en las fauces del fascismo que imperaba en el país, su corazón dejó de latir por la gran preocupación por preservar las herramientas que él consideraba indispensables en el camino hacia la revolución, defendiendo el partido que resistía durante la dictadura. Murió mientras intentaba terminar la edición del periódico. Esa pasión, unida a la de insertarnos a todos en un equipo transformándonos en hombres militantes, fue la que caracterizó su vida hasta el final.

Probablemente hoy, si estuviera aquí, me preguntaría con ese aire campechano si estoy contento de haber nacido y sinceramente yo contesto: Sí, Arturo, contento y con ganas de seguir dando batalla.

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