Este 1° de marzo posiblemente sea una nueva bisagra en la situación nacional. El presidente Milei va al Congreso a la apertura del año legislativo. Se especula que va a presentar su hoja ruta para el 2024, recalculando después del naufragio de la ley ómnibus. El gobierno libertario sobreactúa determinación, pero se apoya en una base social y electoral heterogénea, endeble y que no se expresa orgánicamente en las calles. Crisis de representación y hegemonías en transición. Síntomas de descomposición capitalista. En definitiva: todo lo sólido se desvanece en el aire.
La frase, ya seguramente muchos saben, es del Manifiesto Comunista. Marx y Engels, los fundadores del socialismo como ciencia, analizan la dinámica del capitalismo y dicen que lo tritura todo: lo sólido y lo sagrado. La definición aplica perfectamente al contexto del gobierno libertario que tiene algo de descomposición social y política, de expresión de crisis estructural del capitalismo en Argentina.
Ecualizando más todavía el análisis, el presidente y su ecosistema, son emergentes de una crisis de representación política: la forma en que la minoría social dominante bajo el capitalismo organiza la construcción de sentido, las expectativas sociales, articula el consenso que garantiza estabilidad relativa para sus negocios. Todo eso, está enclenque. Es la relación de la mayoría de la población con los partidos y burocracias tradicionales, es la fase de la llamada posverdad que cuestiona la legitimidad de los medios masivos de comunicación y se hacen norma, el estado de malestar social. Posiblemente, Milei esté reflejando una fase de agotamiento del régimen de dos coaliciones mayoritarias electorales, surgidas como reagrupamiento defensivo de fracciones del peronismo y el radicalismo tradicional después del 2001, sumando al engendro PRO.
Asistimos al pasaje polarizado entre el agotamiento de ese esquema pos argentinazo y un horizonte incierto económico-social-político. Vamos a enunciar hipótesis.
Despejando interrogantes
Cuando se conoció el resultado del ballotage, se abrieron inmediatamente una serie de interrogantes sobre el nuevo gobierno que la realidad fue respondiendo.
Por un lado, su programa. Quedó claro el propósito de resetear a derecha el modelo capitalista e imponer otro régimen político, no fascista; sino autoritario y todo con el objetivo de cambiar las relaciones de fuerza para imponer una especie de contra-revolución en la economía y sostener ese statu quo para asegurar negocios en el mediano plazo. Terapia de shock, de arranque, no gradualismo, para el tan meneado plan de estabilización.
Otro signo de pregunta se colocaba sobre la consistencia de su adhesión electoral. Advertimos que su base social era heterogénea, que contaba un activo ideológico duro, pero que tenía un componente de votobronquismo permeable a la experiencia material de la economía. Esa vertiente del voto decepcionado con el peronismo de Alberto-CFK-Massa, empezó a migrar políticamente hacia la oposición social al gobierno como producto del salto en la carestía de vida. Es decir: mantiene un piso todavía alto (entre 35% y 40 % de sostén), pero centrifugó un tercio del apoyo reclutado hace apenas 2 meses.
Un tercer aspecto de la radiografía inicial del gobierno tiene que ver con las relaciones de fuerzas entre las clases y su expresión callejera. Hasta el momento, la iniciativa en el espacio público, la tiene el polo que resiste la ofensiva libertaria. Se aduce que en realidad se trata de una nueva cultura política que combate desde el algoritmo de las redes sociales y batalla culturalmente en los medios masivos de comunicación. No nos engañemos: sin respaldo orgánico en las calles, no hay proyecto reaccionario que logre estabilidad para sus medidas, salvo que derrote físicamente con el aparato represivo estatal la resistencia obrera y popular. No hay margen histórico en esta etapa para una escalada sangrienta así. Por lo tanto, registrar que en las calles la fuerza social anti-Milei tiene vitalidad superior al oficialismo, es clave para saber que estamos a tiempo para derrotarlo.
Nuevo plan de vuelo libertario
Lógicamente, como todo poder político, también el gobierno libertario necesita construir un horizonte de expectativa después del golpe recibido con el entierro de la ley ómnibus, sumado al cuestionamiento al DNU y el protocolo desafiado en las calles y en el terreno judicial. La narrativa de este nuevo momento de relanzamiento oficialista tiene dos tesis y un objetivo.
La tesis del rebote y la V. El presagio libertario en materia económica para alentar expectativa plantea que la economía después de caer durante los próximos 2 o 3 meses, con el sinceramiento de precios y la eliminación del cepo al dólar va a rebotar desde el subsuelo y describir un repunte general. Más que un pronóstico, es una manifestación (ideológica) aspiracional. En realidad, después de licuar salarios y ampliar márgenes de rentabilidad, multiplicar masa de desocupados y pobres (que presiona a la baja el salario), abaratando el costo de la fuerza laboral para las corporaciones, podría darse que los remarcadores de precios moderen su comportamiento, retroceda un poco el ritmo inflacionario y recupere algo la economía en las variables macro: actividad (por eliminación del cepo e ingreso de dólares e inversión productiva), recaudación y consumo. Si sucede en el segundo semestre, la línea oficialista es alentar desde esos datos la perspectiva de una recuperación mayor.
Está por verse si ocurre que los capitalistas con poder monopólico admitan moderar los aumentos de precios, si aumenta la tasa de inversión productiva y si todo eso se da sin una agudización de la conflictividad social. Son muchos los planetas que deberían alinearse, francamente.
La tesis de la casta del Congreso. En paralelo a lo anterior, la orientación se completa con la línea de denunciar el obstruccionismo de la casta parlamentaria, que habría sido la responsable de bloquear la ley ómnibus. Y por tanto, sobre el pilar de datos de recuperación económica a partir de bajar la inflación hacer eje en la batalla cultural 2025 por barrer del Congreso al centro político (UCR, Pichetto y cía.), fagocitarse el PRO, y ganar musculatura propia. Así se resume la hoja de ruta de Milei.
Todo ese esquema, sin embargo, tiene condiciones de posibilidad siempre y cuando la respuesta en las calles del polo que resiste el plan de guerra libertario lo permita. En definitiva: la lucha de clases va a tener la última palabra.
El experimento libertario no es argentinidad al palo
La Libertad Avanza, no es una particularidad argentina, más allá de que pueda tener rasgos identitarios nacionales. En realidad, la crisis polifónica del capitalismo (económica, social, política, militar, socioambiental, migratoria) que expresa la decadencia civilizatoria del modo de producción actual, da margen al surgimiento de fenómenos outsider de la política tradicional en distintas regiones del mundo ante el desbarranque de los bipartidismos tradicionales o las fuerzas estables de la democracia burguesa. Es la anormalidad emergente de una sociedad senil.
Como respuesta de supervivencia, el capital despliega su agenda beligerante: reestructurar la economía bajando costos de producción para las corporaciones, achicar el gasto estatal en servicios sociales y bonapartización de la democracia, endurecimiento autoritario del sistema político. Ambos movimientos actúan en pinza: la receta económica anti-popular se combina con un dispositivo de fuerza represiva, para contener la respuesta de masas.
Pero esa fórmula incentiva la polarización y acrecienta la inestabilidad. En ese cuadro general, de desorden y hegemonía imperialista en disputa, lo impensado se vuelva regla: crisis, guerras, pandemias, ecocidio y revoluciones. La naturaleza de un final de época históricamente hablando.
No hay tres sin cuatro
El de Milei es el 4° intento histórico de reestructurar la matriz capitalista del país, siempre a tono con las tendencias mundiales que fueron imponiendo las fracciones dominantes de la burguesía en distintas etapas de los últimos 50 años.
Primero fue la dictadura genocida, en el giro global de los 70 del siglo pasado del imperialismo mundial: desindustrializar, reprimarizar y apertura de la economía con dependencia política atada al mecanismo de la deuda externa.
Ese ensayo fascistoide terminó con un costo altísimo para el gran capital: una verdadera revolución democrática se llevó puesta la dictadura e inhabilitó como opción de poder político el golpismo militar hasta ahora.
Después vino el menemismo en la década del 90 con la caída del muro de Berlín como contexto y ofensiva imperialista en todos los planos, con la privatización de las empresas estatales y el desguace de todo un entramado de patrimonio social acumulado por generaciones. Achique estatal y apertura a nicho de valoración capitalista. Ficción de equivalencia monetaria con el dólar (convertibilidad) y salto en la pobreza estructural. Esta segunda temporada de experimento reaccionario terminó en la crisis del 2001 y el argentinazo.
Finalmente, la experiencia del macrismo, en el contexto de la agenda mundial de reformas estructurales (laboral, previsional, fiscal) que intentó un nuevo reseteo económico-político, pero fracasó, aunque no terminó barrido por la movilización. Zafó gracias al operativo salvataje del peronismo que evitó el naufragio de esa derecha, para capitalizar el descontento electoralmente en 2019.
El acuerdo Macri-Milei, fue clave en el ballotage de 2023. Es decir: darle sobrevida al macrismo tuvo consecuencias recientes. Moraleja para el progresismo y su vocación de custodia del régimen burgués.
Milei, como 4° intento histórico, ahora sin moderación y con terapia de shock cuenta con un recurso de chantaje con el que extorsiona (por ahora) al poder económico que lo mira (con regocijo por los objetivos, pero con preocupación por las turbulencias sociales) y a toda la superestructura político-sindical del país. El gran capital, no cuenta con plan B a la vista ante un eventual desmoronamiento del gobierno libertario. Ese dato también opera.
Desenlace abierto: potencialidades y límites
Un elemento sobresaliente de la coyuntura que cambió después del paro del 24 de enero (sobre todo por la movilización nacional de ese día) es que existe fuerza social y reserva acumulada para enfrentar y derrotar el plan Milei. Desde el 20 de diciembre con la izquierda desafiando el protocolo, hasta la positiva desobediencia obrera que superó la convocatoria conservadora de la CGT el 27 de diciembre a Tribunales y el surgimiento de dos fenómenos de autoorganización social: la resistencia del campo cultural en todo el país, con expresiones en no menos de 80 ciudades y el movimiento asambleario barrial, con epicentro en CABA y el Conurbano, y ramificaciones en el interior de la provincia de Buenos Aires. Estas expresiones de vitalidad en las calles no mostraron un techo objetivo, sino más bien lo opuesto.
El problema a resolver radica en el bloqueo consciente y la contención regimentadora del peronismo sindical, social y político:
• La CGT como factor insustituible para movilizar y asegurar la intervención del movimiento obrero organizado, no le dio continuidad al paro del 24 de enero y está en la línea de apoyar respuestas lugar por lugar a la agresión libertaria. El pánico al desborde y a la movilización permanente que coloque la perspectiva de un vacío de poder activa toda su naturaleza pro-burguesa y burocrática.
• Los movimientos sociales, ligados al espacio de peronismo, especialmente la UTEP referenciada en Juan Grabois, pese al ataque criminal del gobierno derechista, se niega a un frente único sostenido en las calles que derrote esa masacre social que congeló la ayuda a comedores, licúa los programas de asistencia y ahora anunció el final del Potenciar Trabajo.
• Y finalmente, el peronismo en política, con el documento público de CFK tendiendo puentes a derecha, con definiciones estratégicas a favor de empresas mixtas con capital privado, actualización de la legislación laboral y un guiño indiscutible al punitivismo. Explicitación programática capitalista y a derecha, y silencio total respecto a la movilización popular y el protocolo de Bullrich.
El peronismo es un Caballo de Troya al interior del pueblo que resiste.
Desde abajo y a la izquierda
El panorama general, le impone responsabilidades a la izquierda en Argentina. Porque su inserción social y presencia cuando la política se juega en el ring de boxeo de la calle, no se corresponde simétricamente con su peso electoral. Viene siendo un factor gravitante la articulación que vertebró la izquierda política con el sindicalismo combativo, los movimientos sociales, asambleas, la resistencia cultural, los organismos de derechos humanos y el activismo socioambiental desde que asumió Milei.
Ese camino es clave: se requiere una izquierda protagonista, que contribuya a lograr confluencias positivas en el terreno de la movilización, no para algún operativo desgaste con fines de especulación electoral sino para unificar todas las fuerzas disponibles en la lucha de clases y la calle.
Una izquierda articuladora de componentes diversos, en coordinación multisectorial independiente de todo programa capitalista en la versión que sea, pero con la aspiración y astucia de ampliar la convocatoria en la unidad de acción a todo el que manifieste vocación de enfrentar el plan Milei.
Una izquierda capaz de proyectar en programa y fuerza militante una alternativa real con capacidad de influencia masiva sobre trabajadores, juventudes y pueblo. Porque en la movilización activamos para derrotar la ofensiva reaccionaria del gobierno actual, pero preparamos una plataforma anticapitalista, de democracia real desde abajo y en transición a un modelo socialista a partir del poder político de un gobierno de las y los que, hasta ahora, nunca gobernamos en Argentina. Para acumular fuerza consciente, orgánica y política, se requiere más militancia voluntaria, jugada y comprometida a fondo. Nuestro partido trabaja con esa estrategia de lograr cambios estructurales, es decir, revolucionarios. Tenemos que ser muchos y muchas más para ese proyecto. Esa es la convocatoria que hacemos.