Su fracaso total como gobierno estos cuatro años y sus primeros gestos hacia Milei están marcando un camino sin retorno. Aunque a futuro se recicle con nuevos líderes y relatos, el PJ está definitivamente alejado del rumbo progresivo que muchos y muchas creían posible. Hay que abrir paso a un nuevo proyecto político con la izquierda.
Alberto le guiñó un ojo apenas lo vio y Cristina le cumplió todo el protocolo, bromas, sonrisas, todo más cordial que con Macri… Y la gestualidad es parte de la vida política, acá y en la China. La penosa complacencia que la cúpula presidencial pejotista demostró hacia Milei en la asunción del 10 de diciembre acompaña la bajada de línea de traspaso ordenado, asegurar la gobernabilidad y demás verso institucionalista que en criollo se dice transar. Ese apoyo indirecto o directo del PJ al nuevo gobierno ultraderechista de Milei y Villarruel transcurre por varias vías:
- Se integran al gobierno con cargos. El peronismo cordobés le aportó a Osvaldo Giordano, titular de la ANSeS; a Daniel Tillard, presidente del Banco Nación, y a Franco Mogetta, secretario de Transporte. El ministro de Infraestructura es Guillermo Ferraro, ex asesor de Cafiero, Menem, Duhalde y Kirchner. Rodolfo Barra, ex ministro menemista y filonazi, es Procurador del Tesoro. Y Guillermo Francos, que apoyó a Menem y fue funcionario de Scioli y de Alberto, es ministro de Interior: un cargo clave para negociar con los gobernadores del PJ. Esos son algunos de los cómplices directos.
- Cocinan pactos políticos. Los primeros anotados en esa lista son los gobernadores del PJ, siempre dispuestos a canjear alguna tajada del presupuesto nacional o de la coparticipación federal a cambio del voto de sus diputados y senadores para aprobar las leyes que Milei mande al Congreso. Habrá otros diputados peronistas que actuarán de igual modo con el argumento mentiroso de «dejarlo gobernar», así como ya estamos viendo pactos similares en las legislaturas provinciales y los concejos deliberantes. No integran el gobierno, pero también son cómplices.
- La burocracia sindical frena los reclamos. Las cúpulas de la CGT y las tres CTA, con diferentes discursos, hasta el momento han tomado la actitud conciliadora de «desensillar hasta que aclare», como decía Perón. O sea, dejar correr al nuevo gobierno de ultraderecha. Pero ya está recontra claro que el plan de Milei es un ajuste recargado. Entonces, si a él «le va bien», como se dice vulgarmente, ¡nos va a ir para la mierda a toda la clase trabajadora y al pueblo! Y lo mismo vale para los movimientos sociales y/o políticos ligados al peronismo, como la UTEP de Grabois, el Evita de Pérsico, Patria Grande y demás. La tarea es la opuesta: hay que resistir y enfrentar cada ataque desde el inicio mismo, con la mayor unidad de acción, para pararle la mano y así debilitar a Milei lo más posible.
Es inútil «pelear desde adentro»
En el avance y el triunfo electoral de Milei, Villarruel y este gobierno de antiderechos hay responsabilidades políticas que no cabe eludir. Que acá en la Argentina, más o menos como en todo el mundo, hay un nicho social bien de derecha, ya se sabe. Lo nuevo fue que millones, como voto castigo al gobierno anterior de Unión por la Patria, eligieron votar esa misma y equivocada opción. Y la causa fundamental tiene nombre: frustración. Si la heladera llena terminó en más inflación y más pobreza; si volver para ser mejores terminó en más FMI y más corrupción; y si el Ministerio de las Mujeres, Géneros y Diversidad terminó en una cáscara vacía, ajena a las necesidades de las mujeres y las disidencias, es evidente que se les abrió la puerta a estos dinosaurios, negacionistas del genocidio y antiderechos en toda la línea.
Por cierto, muchas y muchos militantes peronistas comparten este balance crudamente crítico sobre el gobierno de Fernández-Fernández y el rol negativo de esa dirigencia partidaria y de la burocracia sindical. No se trata de buscar traidores, que sobran. La cuestión es que no va más la línea de «pelearla desde adentro». El PJ es una estructura política dominada por los sectores del capital, obediente ante el FMI, que fue girando cada vez más a la derecha y de progresista ya no conserva ni siquiera el discurso. No existe ninguna posibilidad de transformarlo «desde adentro», porque es un aparato burocrático consolidado, que no escucha a las bases populares porque directamente defiende intereses de clase opuestos. Es preciso entonces dejar de lado toda autocomplacencia, hacer el duelo necesario, sacar conclusiones políticas y cortar amarras de una vez por todas con ese armado que caducó.
Un proyecto nuevo, con la izquierda
El dilema es si a partir de ahora sólo cabe refugiarse en «la orga» social, territorial o, al mismo tiempo, empezar a cranear la posibilidad de un nuevo proyecto político. Porque si algo también ya sabe bien esa militancia pero-nista o kirchnerista honesta es que con la acción reivindicativa sectorial no alcanza. Es condición necesaria, pero no suficiente. No hay transformación económica y social de fondo, sustantiva, si no es como parte de un proyecto integral, político, de poder real. Y menos aún en perío-dos históricos como el actual, cuando este sistema capitalista y patriarcal, decadente y dependiente, y encima con el liberfacho Milei en la Rosada, sólo puede ofrecer cada vez más ajuste y menos derechos.
Hace unos días circuló un audio de Grabois, que nos llegó por tantos vasos comunicantes en los espacios de unidad. ¿Cómo no coincidir cuando dice que «Milei ganó porque el gobierno nacional fue muy malo, porque se hicieron las cosas mal, porque tenemos 120% de inflación, 60% de pobreza infantil, porque no se cumplió el contrato electoral que en 2019 decía vamos a empezar por los últimos para llegar a todos. Y los últimos están peor que en 2019… Milei ganó también porque la pandemia fue durísima y la foto de la fiesta de Olivos fue una cachetada para todos. Porque la pobreza se siente y los yates son una afrenta para todos… El pueblo no se volvió nazi. Ni quiere a los militares, ni dejó de amar la solidaridad y la justicia social. Hay 120% de inflación y la mitad de nuestra gente está en la pobreza…»
El problema es que la conclusión final de Grabois, en vez de animarse a romper con el pejotismo y postular algo distinto, es llamar a la militancia a «acompañar a muchos de nuestros dirigentes, como Axel en la provincia de Buenos Aires», «profundizar el camino de un resurgimiento del movimiento nacional popular» y mandarla a leer una encíclica del Papa, que critica «la economía de la exclusión» y «la inequidad que genera violencia», pero termina reivindicando el diálogo social y la paz social entre explotadores y explotados. ¡La misma receta del fracaso!
No es por ahí, compas. Llegó el tiempo de empezar a trabajar por la construcción de algo nuevo y diferente, junto con la izquierda, para ir por cambios de carácter antiimperialista, anticapitalista y hacia el socialismo. Desde ya, también en el Frente de Izquierda Unidad hacen falta cambios, como lo estamos proponiendo desde el MST a los demás partidos integrantes: abandonar todo sectarismo, ir más allá de lo electoral, abrir espacios de participación cotidiana a la militancia independiente o que está buscando nuevas alternativas, convocar, escuchar. Para ese desafío, para ese proyecto político superador, que entusiasmaría a miles y miles en todo el país, nuestra total disposición.