viernes, 22 noviembre 2024 - 01:29

Palestina. La palabra correcta

Sentarse a escribir en los tiempos que corren parece ser de una locura bastante anacrónica. Me siento frente a la computadora una y otra vez. Una y otra vez la escritura se ve interrumpida, atentada por la realidad. La puerta de entrada para los bloqueos y distracciones en una millenial suelen venir vía redes sociales y medios de comunicación. No importa cuánto una intente aislarse para completar la tarea, el mundo está muy convulso y el acceso a los hechos históricos (aún a los que miramos en vivo con nuestros propios ojos) está minado por relativismos, posverdad, burbujas de información (propias y ajenas), violencia, golpes bajos, amarillismo, ideologías disfrazadas. ¿Qué esperanzas de sobrevivir tiene un pedazo de texto arrojado al mundo sin ejército de defensa?

Quienes amamos la comunicación social sabemos que no alcanza con saber de dónde viene la información para entender quién la usa de instrumento a la hora de ejercer la violencia. Algunos discursos se construyen durante décadas, se arraigan en lo más profundo de nuestros sentires. Algunos se refritan, ¡Mirá como se nos viene el “nuevo neoliberalismo”! Se disfrazan de tradición, se disfrazan de amor, se disfrazan de nación, se disfrazan de abuelita, de primito, de cordero, de paz mundial. Algunas violencias, sobre todo las más efectivas, consisten en eliminar algunos discursos, en silenciarlos. La ausencia de los protagonistas en el debate público es total cuando no pueden ser siquiera nombrados. El aislamiento de sus cuerpos reales, cuerpos que sufren y sienten y existen, también puede ser total, si no pueden narrarse. Son fantasmas en el campo de batalla del discurso y también lo son para quienes espectamos desde el otro lado de la mediación. La sociedad de la transparencia (pido que corran a leer Byung-Chul Han) se ríe y se jacta de haber roto las barreras del tiempo y del espacio como si fuera un logro del humano sobre el mundo. Lo cierto es que lejos de destruirlas, son manipuladas a gusto y piacere. ¿Cómo combato la desinformación cuando los hechos suceden lejos y los conflictos se desarrollan en tiempos a los que no puedo acceder?
“El tiempo transparente es un tiempo carente de todo destino y evento (…) La sociedad de la transparencia es un infierno de lo igual”, dice Byung-Chul Han.

En cuanto a la distancia, apelo a la suspicacia de les lectores que probablemente puedan tomar sus celulares mientras leen esto y mirar lo que sucede en un mundo muy muy lejano llamado Franja de Gaza. ¿Qué lugar queda para “lo otro” en este contexto de aceleración?
PR PR PR. Notificación. Alguna amiga denuncia en sus redes a fascistas muy cerca de ganar las elecciones en mi país. Indignada miro cómo hablan de legalizar el borramiento sistemático de los padres en las cuotas alimentarias. Sigo mirando historias…un boludo comparte que este mismo espacio político es el único que puede salvarnos de los monstruos come-dinero de los curristas en derechos humanos. Violentos, impunes, pienso. Pero no quiero hablar de esto. Siguiente historia.

CLIN CLIN. Mensaje privado. Un nombre árabe que no me permite dilucidar el género ni el país del cuerpo que lo porta. Están juntando donaciones para las víctimas en Gaza. La violencia de los bombardeos, en mi mano. El material audiovisual de su cuenta es una película del peor terror que pudiera imaginar. Sin embargo, es una peli que no puedo ver en los medios que suelen informarme. Me cuenta que está ahí tirando gotitas de agua/ayuda a un infierno. Le digo lo único que puedo decirle, Palestina tiene hermanos y hermanas en todo el mundo. Deberíamos ser más, pienso, deberíamos ser al menos todos los países con historia colonial.

Hay un pequeño inconveniente: La violencia con la que los medios cubren esta historia es brutal. No es mi intención profundizar con data dura sobre el complejísimo conflicto Palestina-Israel en este escrito. Recomiendo como lectura el trabajo “Israel: Historia de una colonización” de Roberto Fanjul y Gabriel Zadunaisky. Bastará con explicitar mi posición al respecto: Mi apoyo a la causa Palestina es incondicional y lo seguirá siendo durante los años como lo ha sido siempre para todes les trostskistas del mundo. Sí es mi intención nombrar las palabras que no nombran los cómplices de la limpieza étnica más larga de los últimos 200 años.

La noticia recorrió el mundo con crudísimos materiales audiovisuales. El pasado 7 de octubre, la organización terrorista Hamas lanzó la “Operación Tormenta Al-Aqsa” contra Israel. Dispararon miles de misiles e irrumpieron en Israel con grupos comando por múltiples frentes. Luego se retiraron a Gaza con decenas de rehenes civiles y militares israelíes. El horror por las víctimas civiles israelíes nos dejó helados a todos. Sin explicación, uno de los Estados con mayor desarrollo de inteligencia, armamento y milicias recibió un ataque que no esperaba ni pudo controlar. Rápidamente dirigentes políticos mundiales de las principales potencias y organismos internacionales llamaron a denunciar y combatir por todos los medios al terrorismo.

La crisis desatada al interior del Estado de Israel generó una masiva ofensiva de jóvenes palestinos que se sumaron a derribar el muro infame que rodea la Franja de Gaza (o “Valla de Seguridad” para Israel). Otra vez, un muro, ¿Les suena? Un análisis muy rico de Jorge Omar Viciconto en “Muros, dominación y resistencia” sostiene que “Los muros, vallas, cercas, barreras o rejas, estatales o privadas, tienden a globalizarse como herramienta legitimada por el biopoder y la biopolitica. Recolonización y ocupación ponen en serio riesgo el derecho de los pueblos a su autodeterminación” y agrega “en la ocupación territorial, el muro es un elemento de gran utilidad para ejercer ese biopoder que guarda similitudes con el nazismo alemán y el apartheid sudafricano”.

En respuesta, el primer ministro de Israel, Netanyahu, declaró el estado de guerra y comenzó con una contraofensiva contra el pueblo palestino, un pueblo sin ejército. Además de los bombardeos, movilizaron a 300000 reservistas israelíes para masacrar civiles palestinos desarmados. A los 6 días de este hecho, ya eran 7000 heridos y 2000 muertos palestinos, entre los cuales habían más de 600 niños. El 90% de las bombas israelíes fueron dirigidas contra casas de civiles. Desaparecieron barrios enteros y aislaron a las víctimas palestinas, bombardeando hospitales y cualquier tipo de ayuda humanitaria que recibían de otros países. Los sobrevivientes todavía esperan bajo los escombros.

¿ESTÁ SEGURA DE CERRAR 10 VENTANAS EMERGENTES? Sí, basta.

Lo que no se está contando es que el horror desatado estos días representa el punto cúlmine de 75 años de opresión por parte del terrorismo de Estado israelí hacia el pueblo palestino. En Gaza viven más de 2 millones de palestinos. Allí, Israel controla el espacio aéreo, las fronteras, las costas. Les corta el agua, la electricidad, el gas y los suministros de alimentos. Más del 80% de la población que vive ahí es pobre (adivinen si el porcentaje es igual en Israel). Los llaman a huir de Gaza y cuando llegan a la única salida, los bombardean. Si la amenaza es Hamas y el terrorismo, ¿Cuál es el justificativo de bombardear de esa manera a miles de civiles que viven humillados en la cárcel a cielo abierto más grande del mundo?

Lo cierto es que Israel prepara un plan sistemático de exterminio hace muchos años. Jamás lo han ocultado, sin embargo, la comunidad internacional opta por hacer oídos sordos y alimentar la hipótesis de la guerra entre dos Estados. Para muestra bastan algunas declaraciones de referentes sionistas:

Teodoro Herzl (fundador del sionismo): “Cuando ocupemos la tierra…expropiaremos poco a poco la propiedad privada en los estados que se nos asignen. Trataremos de desanimar a la población pobre, alejándola más allá de la frontera… negándole cualquier empleo en nuestro país…Tanto el proceso de expropiación, como de eliminación de los pobres, deberá ser llevado adelante discretamente y con circunspección”. (The complete diaries of Theodor Herzl, Vol.I pág. 88, citado por Fawwas Trabulsi, ídem, pág.131).

Arnon Soffer: “En lugar de entrar en Gaza, diremos a los palestinos que, si un solo misil es tirado del otro lado de la barrera, nosotros responderemos lanzando 10. Mujeres y niños serán asesinados y las casas serán destruidas. Cerca de 2.5 millones de personas vivirán en una Gaza aislada, será una catástrofe humana. Estas gentes devendrán animales aún más feroces (…) si queremos mantenernos con vida deberemos matar, matar y matar. Todo el día, todos los días”. (Entrevista de Ruthie Blum a Arnon Soffer “It’s the Demography, Stupid”, Jerusalem Post 21 de mayo, 2004).

Dov Weissglass (Principal consejero de Ariel Sharon): “Sharon hará la paz cuando los palestinos sean finlandeses”. (Entrevista con el diario Le Monde, 2004).

Las declaraciones actuales de funcionarios israelíes son aún más dolorosas. Aquí la palabra correcta es ocupación. Si sumamos la complicidad de la comunidad internacional y las potencias que respaldan el Estado de Israel, la palabra correcta es colonialismo. La hegemonía discursiva sobre este conflicto invisibiliza y aísla la historia del pueblo palestino. Pero al entrar en contacto con la materialidad, sus ejes vuelan por los aires.

Cualquier crítica a la respuesta de Israel es catalogada como apoyo al terrorismo de Hamas. Se nos acusa de no lamentar las víctimas civiles israelíes. Se utiliza una estructura de sentimiento epocal (siguiendo a Raymond Williams) donde prima el miedo al terrorismo irracional. Se nos acusa de anti-semitismo. Ojo con esto, la palabra correcta es anti-sionismo. El pueblo judío se enfrenta con el dolor de sus víctimas actuales y pasadas, a la tarea histórica de confrontar las decisiones de sus dirigentes y eliminar la hegemonía sionista en el discurso para pelear por la paz. Se enfrenta al enorme desafío de no convertirse en “tigres de adentro”, como diría Martí, “si no quieren que les llame el pueblo ladrones, devuélvanle las tierras al hermano”. Ningún fundamentalismo religioso pudo ni podrá garantizar la convivencia democrática de los pueblos.

No se trata de defensa nacional. No se trata de una guerra entre dos estados en igualdad de condiciones. Estamos presenciando una limpieza étnica que nada tiene que envidiarle a la brutalidad del holocausto o la colonización de América. Que los medios hablen de “gazatíes” es una estrategia para disminuir al pueblo palestino a una simple “tribu”. Una estrategia que los deja sin historia, sin nación, sin idioma (reducidos a un dialecto). Sin otro destino que el de ser animales salvajes enjaulados. Los brutos, los otros, los salvajes.

Los y las latinoamericanas no podemos hacer oídos sordos a lo que está sucediendo. Debemos ser hermanos y hermanas del pueblo palestino. Porque aquí y ahora, la palabra correcta es crudamente genocidio.

Candela Herrero
19/10/2023

  • Cuatro días más tarde de la escritura de este ensayo (23/10/23) la masacre siguió cobrando vidas. Ya son más de 5000 muertos palestinos de los cuales 2000 son niños. Más de la mitad de la población de Gaza perdió sus hogares (1.4 millones de palestinos). Hay 12 hospitales y centros de salud fuera de servicio, les quedan 48hs hasta que se detengan los generadores de electricidad. 4000 trabajadores palestinos de Gaza con empleos en Israel fueron secuestrados y se desconoce su paradero. A otros 17000 se les revocaron sus permisos de trabajo. Mientras tanto la Casa Blanca declara: “No es el momento adecuado para un alto el fuego entre Israel y Gaza”. El genocidio continúa.

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