48 horas antes del cierre de listas, por twitter, Unión por la Patria anunciaba una lista de unidad encabezada por Massa, secundado por Rossi. Miles de simpatizantes del kirchnerismo, incluso militantes activos, se enteraban así de un nuevo giro a la derecha de esta fuerza política, que bajaba la candidatura de Wado. Ya no se trata de sapos, sino que se consolida una tendencia: «por dentro», sólo hay más frustraciones. Como decía un viejo sabio, «si buscás resultados distintos…»
Pocas horas antes de este anuncio, Wado de Pedro había subido un video en sus redes sociales anunciando su candidatura y su compromiso. Esas publicaciones rápidamente fueron replicadas y comentadas en forma positiva por gran parte del arco kirchnerista. Hasta Grabois había anunciado que bajaba su candidatura frente a la postulación de Wado.
Es decir, se volvía a recrear un relato: que era el candidato de «la generación diezmada», que tenía cualidades de perseverancia ya que es alguien que «no se da por vencido nunca», que era el candidato elegido por Cristina, que su candidatura estaba al servicio de «recuperar la esperanza y el orgullo de ser argentinos», entre muchas otras afirmaciones, que, sin embargo -porque hay que decirlo todo-, ya llevaba de vice al antiderechos Manzur.
Unión por la Patria… Conservadora
Este cambio de nombre venía a tratar de reformular lo que es un fracaso completo: el Frente de Todos, nombre con el cual llegaron Alberto y Cristina al gobierno. Por lo tanto, en el cambio de nombre hay un claro balance de la gestión actual.
Es bueno recordar que quien recomendó a Alberto como presidente fue la propia Cristina Fernández de Kirchner. Por ese entonces se decía, frente al cuestionamiento de que Alberto venía de la derecha peronista, que estando Cristina como vice lo iba a tener cortito y -esta línea de razonamiento es muy interesante, retenela- que «el peor de los nuestros es mejor que el mejor de ellos». Es decir, que el más de derecha del PJ es mejor que el menos de derecha de Juntos por el Cambio. Sin embargo, no sólo el presidente, sino todo el gabinete que se formó presentaba un giro a derecha.
Durante el gobierno de Alberto se produjo un distanciamiento entre el cristinismo y el albertismo en torno a reconocer la deuda trucha del macrismo y pagársela al FMI. Para algunos, entre los que me encuentro, ese distanciamiento tuvo más de simbólico y de preservación política que de cierto, ya que se seguía adentro del mismo gobierno y no se militaba contra las políticas que se criticaba en los discursos. En síntesis, ese distanciamiento respondía a un tema de costos políticos y en el fondo no había un enfrentamiento profundo por un rumbo opuesto en relación a la política hacia el FMI.
Pero supongamos que esta visión estaba errada y ese distanciamiento era la superficie visible de una divergencia de proyectos políticos. Por un lado, el albertismo -si es que existe- había terminado siendo un ala traidora a Cristina, con un giro a la derecha y sometido al FMI sin resistencia alguna. Y por otro lado, el kirchnerismo, que sobre la base de mantener un proyecto de crecimiento con inclusión y defensa de los derechos humanos se distanciaba de Alberto ya que ambas premisas eran incompatibles con el acuerdo con el FMI. Entonces sentaba posición crítica, pero sin poner palos en la rueda para no desestabilizar la situación ya que eso podía ser peor.
Esta divergencia tuvo su expresión en la marcha del 24 de marzo pasado, en donde funcionarios kirchneristas, entre ellos Máximo Kirchner y Wado De Pedro, marcharon en clara demostración de fuerza hacia Alberto y movieron todo lo que podían e incluso llevaron ese posicionamiento al interior de los gremios.
Teniendo en cuenta esta perspectiva, lo lógico hubiese sido que lo que venía para estas elecciones era un cambio. Ya que, según el kirchnerismo, el terreno electoral es donde se pueden canalizar las diferencias. Pero no.
El multiverso del PJ
Primero los seguidores de Cristina pensaban que la Jefa arreglaría el «error» de haber puesto a Alberto. El operativo clamor tenía ese incentivo para la militancia y los simpatizantes genuinos. La ilusión de que quizás Cristina se presentara era lo que movilizó por abajo. Pero Cristina no se presentaría. Igualmente, la esperanza seguía en pie…
Contradictoriamente, la indefinición de candidaturas albergaba, dentro de la militancia kirchnerista, la lógica de que era una oportunidad para dar vuelta la página de Alberto y comenzar un nuevo momento de retorno a épocas mejores. Esta combinación de factores se daba por abajo, en medio de un cierre de listas que se vivió como realidades simultáneas: Scioli con Moyano en un acto, Wado con un video, Manzur diciendo que era el vice, los gobernadores actuando a varias puntas, Alberto en Olivos, Cristina reunida y Massa desde sus oficinas, todos operando al mismo tiempo en direcciones distintas.
Todo aparentaba que se iba a internas, la militancia se estaba preparando, los medios pasaban el minuto a minuto y sobre todo, los que querían una vuelta a los buenos tiempos, una recuperación de la «esperanza», sentían que Wado podía encarnarla. Pero sólo lo hizo por unas pocas horas. Los universos chocaron y los hechos repentinos dirigieron el barco de la flamante Unión por la Patria hacia el antiguo militante de la Ucedé, el hombre de las relaciones con el FMI y el mercado internacional: Sergio Massa.
¿Pero no era que «el peor de los nuestros es mejor que el mejor de ellos»?
«¿En política hay que comerse sapos?»
No voy a poner a opinar acá sobre lo nocivo de esta frase y su falsedad, porque daría para un artículo aparte. Sólo señalar que, así como cualquier otra concepción del llamado sentido común, es construida por las ideologías dominantes. Esta fue construida por el PJ, pero ya no tiene la misma significación.
Comerse un sapo refería a una especie de mal trago por el cual era necesario pasar y que tenía su justificación en un supuesto bien mayor. Un sapo venía a ser algo circunstancial y menor. Sin embargo, con el tiempo esos sapos fueron cada vez más grandes, más difíciles de tragar y ya dejaron de ser algo menor para convertirse en lo dominante y permanente. Para un sinfín de simpatizantes kirchneristas Sergio Massa es ese sapo que ya no puede ser tragado. Y les decimos con total honestidad, ¡es muy sano que no se lo traguen!
Votar al mal menor es cada vez un mal mayor
Tragarse un sapo, si no es esto la otra opción es peor, hay que dar la pelea desde adentro, el peor de los nuestros es mejor que el mejor de ellos… y así podríamos seguir enumerando frases. Pero el problema radica en otro lugar. Si en vez de compararse con otro y justificarse, la corriente que acuña todas estas frases se compara consigo misma, el resultado es contundente. El mal menor de hoy es peor que el mal menor de ayer. Lo posible hoy es menos que lo posible ayer. Y el peor nuestro hoy es cien veces peor de lo que podíamos imaginar ayer. Por eso hay que cortarla con tanto malmenorismo, posibilismo y conformismo.
No abandones tu convicción de enfrentar todas las injusticias
Si llegaste hasta acá es probable que estés de acuerdo con lo que decimos. Por eso te decimos que es necesario que juntos le demos más fuerza a nuestra lista Unidad de los luchadores y la izquierda para las PASO del Frente de Izquierda Unidad.
Somos los que no tenemos ningún compromiso con las fuerzas políticas, económicas y mediáticas capitalista responsables de este desastre. Somos los que tenemos la voluntad política de enfrentarlos a todos y, por eso mismo, los únicos que podemos llevar adelante las tres banderas históricas de soberanía política, independencia económica y justicia social. Porque aceptar la estafa de la deuda con el FMI es incompatible con esos objetivos.
Sometidos a esa deuda ilegítima no podemos ser económicamente independientes ni tener soberanía política. Que la deuda es trucha, no hay dudas. Sobre si podemos dejar de pagarla, puede haber debate. Nosotros opinamos que sí se puede porque los ejemplos históricos lo demuestran. De hecho, desde 2001 a 2009 no se pagó un centavo y eso también permitió salir adelante. Y además todos sabemos que la deuda con el FMI no es sólo un problema económico, sino también de sometimiento político. Pero si no podemos decidir sobre nuestra economía, ni tener autonomía para hacer lo que queramos como país, no podemos aplicar un plan económico que responda a las necesidades sociales y al desarrollo necesario para un proyecto independiente del imperialismo y las corporaciones.
Para castigar a la derecha, pegá con la izquierda
El PJ no tiene nada progresivo. Ya no hay nada que pelear «por adentro». Todas sus variantes están al servicio de un país dependiente y en favor de los grandes capitalistas. Es un proyecto político caduco, que prefirió chocar de frente con la militancia genuina para poder tener el apoyo de la burguesía y el «mercado». ¿O acaso quién eligió a Massa? ¿La respuesta favorable de los mercados a su candidatura presidencial no confirma esto?
En cambio, en esta izquierda tenemos principios muy firmes, un programa claro, un método de funcionamiento sano y una larga trayectoria. Estamos siempre del lado de las luchas sociales, en contra del imperialismo, las patronales y las corporaciones. Le ponemos el cuerpo diariamente a nuestras ideas y somos los únicos que enfrentamos a la derecha hasta el final.
Probá entonces, da el paso de votarnos, conocenos más, organizate con nosotros y sigamos luchando en unidad para cambiar la realidad.